LA EXPERIENCIA JAPONESA Y COREANA Y EL DESAFíO ARGENTINO
El modo de organización asiático se contrapone al estadounidense en relación con la protección laboral. Salud, educación y el bienestar económico de las personas como fines básicos del desarrollo humano.
› Por Elio Noe Salcedo *
Uno de los paradigmas de la administración kirchnerista es el de la armonía entre capital y trabajo (visualizado popularmente bajo la fórmula 50/50), que subordina la economía a la política, pone acento en la industrialización y la intervención del Estado en la economía y concilia democracia con management. Hace un par de meses, el economista de Cambridge Ha-Joon Chang ratificaba el rumbo del gobierno argentino al defender la experiencia japonesa y coreana.
En esa misma línea de defensa de la experiencia japonesa y de cambio de paradigmas, aun en pleno auge neoliberal y en oposición a las prácticas empresariales derivadas de esa concepción conservadora, en su voluminoso Tratado sobre Administración de Empresas (1995), Harold Koontz y Heinz Weihrich ponderaban las características principales de la experiencia empresarial japonesa: “Características importantes de la práctica administrativa japonesa –decían los autores– son el empleo vitalicio, una gran preocupación por el empleado individual y énfasis en la antigüedad. Normalmente, los empleados pasan toda su vida laboral con una sola empresa, la cual a su vez les proporciona seguridad y una sensación de pertenencia. Esta práctica le da a la empresa el concepto culturalmente inducido de wa (armonía), lo que da por resultado la lealtad del empleado y su estrecha identificación con los propósitos de la compañía”.
Otra de las prácticas administrativas japonesas mencionadas por Koontz y Weihrich en su libro se refería a la toma de decisiones por consenso: “Se basa en el concepto de que el cambio y las nuevas ideas deben provenir principalmente desde abajo. Por lo tanto, los empleados de los niveles inferiores preparan propuestas para el personal de más alto nivel... Si se aprueba la propuesta se regresa a quien la inició para su implementación”.
Al poner de relieve la tasa de disminución de la productividad en los EE.UU., vaticinando de alguna manera la crisis que se avecinaba, Koontz y Weihrich defendían en modelo asiático: “La práctica gerencial japonesa insiste en el empleo vitalicio, la preocupación por la persona, la antigüedad y una sensación de lealtad hacia la empresa. Además, en la toma de decisiones existe comunicación abierta entre personas a los diferentes niveles de la jerarquía organizacional, mucha colaboración y el conocimiento de la dependencia mutua”. Llegado a este punto puede resultar más fácil entender la legitimidad del pedido de la CGT en cuanto a la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, y a otro nivel la necesidad del pacto social propuesto por el Gobierno.
El modelo no es nuevo para los argentinos, pues ya se practicó en nuestro país, y no por sugerencia de autores extranjeros. Fue la época del primer desarrollo industrial, que la historia conoce como la década peronista (1945-1955), y que con la desaparición de su inspirador en 1974 –el general Perón–, fue pulverizado progresivamente a partir de 1976, no sólo por la anulación de las leyes sociales y laborales que lo hacían posible, sino por la propia desaparición de la economía industrial, proteccionista, estatal y mixta que le servía de base de sustentación.
En acuerdo con el cambio de paradigmas y a tono con el renovado enfoque de especialistas como el Premio Nobel de Economía Amartyan Sen, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha considerado a la salud (gozar de una vida larga y saludable), la educación (acceso al conocimiento necesario para un buen desempeño social y laboral) y al ingreso o bienestar económico de las personas (tener una vida decente), como los fines básicos y a la vez medios fundamentales de lo que ha dado en llamar la dinámica del desarrollo humano. Coincidente con ese nuevo paradigma, Robert Rosen y Lisa Berger, autores de un interesante manual de management (Cómo lograr una empresa sana), han sostenido que contribuir al mejoramiento de las condiciones de salud de los individuos y las familias (salud integral), al éxito económico de las empresas y a la salud general de nuestra sociedad, requiere “forjar organizaciones que reflejen verdaderamente nuestros valores y aspiraciones más sanos”, porque “las personas sanas no pueden sobrevivir en organizaciones insalubres, y las compañías saludables no pueden prosperar y tener éxito en sociedades enfermas”.
No obstante, las sociedades enfermas solamente pueden sanar si mejora y reconstituye a todos y cada uno de sus miembros. De allí la necesidad que se tiene tanto a nivel de empresas y organizaciones como también de país, de dar satisfacción y hacer feliz a todos y cada uno de los habitantes, sin exclusiones, paradigma que hoy está nuevamente vigente. De allí también la necesidad de buscar y lograr al mismo tiempo una sociedad más justa, conformada por organizaciones públicas, privadas y sociales más equitativas y humanas, en línea también con el pensamiento político nacional
* Magíster en Comunicación Corporativa, investigador del Instituto de Investigaciones Administrativas y Contables (IIAC) de la UNSJ.
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