Dom 19.06.2011
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VARGAS LLOSA, FRIEDMAN, LIBERALISMO Y DICTADURA

“Purismo de mercado”

La visita del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa incentivó el debate sobre el monetarismo y la economía durante la dictadura y el menemismo.

› Por Hernan Letcher *

Volvió a hablar Vargas Llosa. Festejó en estos días la victoria de Ollanta Humala. Se comprometió a garantizar que el flamante presidente electo del Perú “cumpla con su palabra”, y se olvidó por un momento de lo que pensaba del ahora presidente electo peruano: un cáncer terminal (o sida, dado que con Keiko Fujimori representaban uno y otro estas dos enfermedades). Escucharlo nuevamente recuerda algunas cuestiones que dejó su visita a nuestro país, y que vale la pena recordar. Hace un mes y medio, llegó a la Argentina y, aunque menos provocador que en la previa de su viaje, dedicó varios párrafos de sus entrevistas a opinar sobre cuestiones económicas. Dado que se ha debatido en estos últimos tiempos sobre el rol “orgánico” y “militante” del escritor en su tarea de adoctrinar el liberalismo, conviene remarcar algunas vinculaciones entre Vargas Llosa, Friedman, liberalismo y dictadura, con atención a la “prescindencia” de la política que realiza, y revisar algunos sucesos de la historia argentina.

Habiendo reivindicado el libre mercado y la no participación del Estado en la economía, parece interesante preguntarse: ¿con quién se identifica en materia económica Vargas Llosa? Su autor predilecto es Milton Friedman, fundador del monetarismo. En una expresión de subordinación hacia el orden hegemónico, el escritor ha elegido a este economista, que facilitó con su pensamiento el fin del predominio del pensamiento keynesiano y promovió el auge del sector financiero como conductor de la nueva etapa económica a nivel mundial.

El monetarismo suscribe el “purismo de mercado” y cierra filas en defensa de las fuerzas naturales del mercado. Considera que el Estado no debe intervenir y su sola participación perjudica la economía; el mercado es el que regula y asigna más eficientemente los recursos cuanto más libres y competitivos sean, en el marco de un sistema económico considerado estable. El Estado es, en este esquema, el responsable de la inestabilidad, ya que implementa controles, regulaciones, política fiscal, política monetaria, y demás intervenciones nocivas. La participación del Estado es inversamente proporcional a la estabilidad. Por eso, reclama presupuestos equilibrados, desregulación de los negocios y una norma de crecimiento monetario como pautas imprescindibles para que los agentes privados puedan tomar decisiones. Insiste en que, para tener una economía que evolucione casi sin fluctuaciones, es necesario tener reglas permanentes y, a lo sumo, evaluar cuál es el conjunto de reglas más beneficiosas. En este sentido, Friedman propuso suplantar el patrón oro por reglas fijas, particularmente el aumento del stock de capitales constante en un 4 por ciento anual. El objetivo de esta regla monetaria fue restringir el comportamiento de los gobiernos, cuyos objetivos políticos de corto plazo podían tener prioridad por sobre el bienestar social permanente de toda la comunidad. Según el economista, un conjunto de reglas fijas no deja en manos de la discrecionalidad y arbitrariedad al conjunto de poderosos instrumentos económicos. Resulta sorprendente esta supuesta prescindencia de la política, dado que constituye en sí misma un posicionamiento político claro.

Se puede asociar muchas de las posturas monetaristas a las opiniones y planteos de algunos dirigentes y economistas actuales. Asociadas al menemismo, la aplicación de estas políticas en la Argentina trae dolorosos recuerdos. Quizá por eso muchos de los que participaron de la inauguración de la Feria del Libro creyeron oportuno reivindicar al escritor como tal, pero desearon que no hablase más de política. Sin embargo, es interesante profundizar el análisis. Durante aquella visita, el escritor reivindicó con vehemencia el modelo económico liberal (el chileno, por ejemplo, durante la dictadura de Pinochet).

El punto de contacto entre el autor y la prensa hegemónica local lleva a abordar un tema central: la relación entre la década menemista y la dictadura militar en lo cuestión económica.

Como plantea Eduardo Basualdo en su libro Estudios de Historia Económica Argentina, explicando la implantación de la dictadura militar en 1976, “al asumir que el fracaso de las dictaduras anteriores radicaba en haber intentado disciplinar a los sectores populares impulsando la expansión industrial, esta vez la estrategia elegida consistió en restablecer el orden capitalista modificando drásticamente la estructura económica y social para disolver las bases materiales de la alianza entre la clase trabajadora y la burguesía nacional y ,de esa manera, restablecer relaciones de dominación permanentes en el tiempo”. Un eje central de la dictadura ha sido la necesidad de instalar un modelo económico, el de valorización financiera, que no sufriera modificación incluso durante gobiernos democráticos. Es más, que fuera legitimado y profundizado durante los mismos.

El papel de las políticas públicas durante la dictadura ha tenido que ver con un nuevo rol del Estado cuya funcionalidad en términos económicos ha sido la de garantizar un nuevo patrón de acumulación centrado en la valorización financiera. En este contexto, las políticas públicas han sido una herramienta que ha facilitado las transferencias de excedentes del trabajo al capital; de asignación de recursos entre las distintas fracciones del capital para determinar los “ganadores” de cada etapa; y un instrumento que facilitó la valorización financiera como modelo económico (endeudamiento, valorización y fuga) y el proceso de desindustrialización y reestructuración regresiva en el plano industrial. Las acciones gubernamentales directas (asimetrías en apertura, subsidios) y las omisiones (ausencia de fomento a la difusión de tecnología o a firmas innovadoras) fueron factores centrales para explicar esta regresividad.

Las políticas menemistas fueron el proceso continuador de un modelo económico que instauró la dictadura. Es imposible correr del centro de la escena la continuidad del mismo modelo y la relación estrecha entre su implementación inicial (la dictadura) y su “etapa superior” en los noventa, particularmente en términos de desindustrialización. Los noventa recuperaron muchas de las líneas centrales de la política económica de la dictadura cívico-militar, con mecanismos de funcionamiento económico y social regresivo, avanzando en muchos de los aspectos inconclusos de ese período

* Secretario general de Segundo Centenario. Maestría en Economía Política en curso - Flacso

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