Dom 17.07.2011
cash

Boom...

› Por Cristian Carrillo

Pocas veces en la historia económica argentina se conjugaron altos niveles de crecimiento económico con una mejora sustancial de la matriz productiva. En los últimos años, se exhibe un escenario novedoso: aumento record de la actividad, tanto en porcentaje como en permanencia, y recuperación del aparato productivo. En este marco, la protección de la pequeña y mediana empresa dejó de ser un discurso para ser el centro de las políticas oficiales. Este segmento es vital en el desarrollo económico, lo que puede verificarse en su participación en los países desarrollados. Las pymes constituyen las organizaciones con mayor capacidad de adaptación a los cambios tecnológicos y de generación de empleo, con lo que representan un importante factor de política de distribución de ingresos a las clases media y baja. El principal escollo del sector es la falta de crédito bancario. En un relevamiento realizado por Cash se observa que el Gobierno destinó más de 21 mil millones de pesos en distintas formas de financiamiento y acceso a préstamos.

Las pymes en general, y las dedicadas al sector industrial en particular, comenzaron a adquirir mayor relevancia en la economía argentina en los ’50 y ’60, durante la vigencia del modelo de sustitución de importaciones. Ese desarrollo se vio obstaculizado en las tres décadas subsiguientes, producto de una política que privilegió la importación por sobre la fabricación local, sumada a las recurrentes crisis que vivió el país en esos años. Tras la debacle económica y social de 2001-2002, se inició un nuevo proceso productivo en el que las políticas públicas pusieron a este segmento de empresas en el centro de la escena.

“La sustentabilidad de las variables macroeconómicas, el fortalecimiento del mercado interno, el fomento del consumo, en el marco de un modelo que generó 5 millones de puestos de trabajo, las moratorias impositivas que desendeudaron al sector y la defensa de la industria nacional de la competencia desleal permitieron reindustrializar al país y proyectar nuestras pymes a la exportación”, señaló a Cash la ministra de Industria, Débora Giorgi. No existen antecedentes de un proceso de expansión de la magnitud que viven actualmente las pymes. En los últimos años se crearon 140 mil empresas y 2400 exportadoras, lo que equivale a un crecimiento del 71 por ciento respecto de 2003.

La importancia de las pymes, frente a la concentración económica, fue siempre utilizado desde lo discursivo, tanto por distintos gobiernos como por las algunas cámaras empresarias. Pero el reclamo del sector era constante: los grandes nucleamientos –aglutinados en el autodenominado Grupo de los Seis– no velan por los intereses de las pymes, y en la mayoría de los casos sus pedidos son contrapuestos. Un ejemplo son los reclamos que este grupo de presión elevaba al Gobierno, además de las fuertes críticas sobre algunos puntos del modelo, mientras que las cámaras pymes lo respaldaban al beneficiarse por esas políticas.

El crecimiento de los últimos años, que se acerca a una década ininterrumpida, permitió no sólo la creación de nuevas pymes, sino una mejora en la situación de las existentes. En muchos casos pasaron de pequeñas a medianas, por incrementarse su volumen de facturación, y otras tantas ya son consideradas técnicamente grandes. Un poco por costumbre y otro por falta de alternativas, las pymes aprendieron a autofinanciarse. Esta lógica, que sirvió en procesos breves de crecimiento de la actividad, no pudo sostenerse en el actual ciclo de expansión. Entonces intentaron buscar financiamiento en el mercado.

Los bancos no respondieron a esa demanda. Luego de la debacle de 2001-2002, las entidades focalizaron sus negocios en las operaciones transaccionales. La excusa fue que el tiempo de permanencia promedio de los depósitos, entre treinta y sesenta días, no permite prestar a largo plazo. “Cuando me plantean el riesgo del descalce de plazo les recuerdo que la función de los bancos es precisamente arbitrarlos. Además hay actualmente un claro horizonte de sustentabilidad y una economía que se está monetizando”, dijo a Cash la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Otra excusa es que no hay demanda. “Si ofrecen crédito a 15 o 16 por ciento, en vez de 18 o 20, hay demanda potencial esperando. Por suerte, el crédito comercial está comenzando a crecer por encima de los préstamos al consumo”, respondió la titular del Central.

Hubo bancos que encararon otra lógica de negocios. Es el caso del Nación. La entidad que conduce Juan Carlos Fábrega incrementó la participación de préstamos a pymes de 8 por ciento en 2003 a un 52 por ciento. Lo que para los bancos extranjeros significaba un riesgo, para el Nación fue un cambio notable. Entre 1990 y 2003 llegó a perder 1540 millones de pesos. Desde 2004 registró ganancias todos los años. En 2010 informó un resultado positivo de 2333 millones de pesos. Esta mejora la obtuvo atendiendo a las pymes, mientras que la morosidad que muestra el banco se ubica por debajo de todo el sistema. El producto estrella del Nación es la Línea 400, que bonifica la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa (Sepyme), permitiendo a las pymes acceder a préstamos con una tasa de interés de 9,5 a 11 por ciento. Los créditos están destinados a industria, construcción, transporte, servicios sociales y de salud, informáticos, investigación y desarrollo.

El resto de los bancos comenzó tímidamente a ofrecer líneas propias. Mientras el financiamiento bancario se incrementó en un 289,3 por ciento hasta llegar a los 122.000 millones de pesos entre 2003 y 2010, el destinado específicamente a las pymes subió un 465,7 por ciento. En el último año, el empresariado pyme encontró en el sistema bancario 44.000 millones de pesos. El BCRA incorporó en su página web un link de consulta para que las pymes se informen sobre las distintas alternativas de los bancos.

Con estructuras eminentemente familiares, las pymes enfrentan en muchos casos problemas que van más allá de lo financiero, como la necesidad de capacitación. La globalización de los negocios obliga a las empresas a ser rigurosas en el managment y requieren para ello de asesoría que, en muchos casos, es difícil de costear. “Tenemos un abordaje sistémico de las pymes. Sólo en la Sepyme tenemos 30 instrumentos de asistencia en plena vigencia: crédito blando, mejora de la productividad mediante la consultoría y la capacitación, y herramientas de promoción de las exportaciones”, señaló a este suplemento Débora Giorgi, ministra de Industria. Cerca de 15.000 pymes ya accedieron a estos beneficios.

La Sepyme ofrece distintos programas. El Fonapyme, bajo un régimen de bonificación de tasas, ofrece créditos de hasta 1,5 millones de pesos a siete años de plazo y una tasa de 9 por ciento anual fija y en pesos. La línea alcanza a firmas industriales, agroindustriales, prestadoras de servicios y sectores de la minería y la construcción. Los créditos están destinados a proyectos de inversión, bienes de capital, construcción e instalaciones y capital de trabajo.

El menú se completa con otros programas: sectoriales, de renovación de flota del transporte de carga, a jóvenes emprendedores, de desarrollo de parques industriales públicos y sistema de Sociedades de Garantía Recíproca. Este último tiene como fin facilitar a las pymes el acceso al crédito mediante la emisión de garantías para el respaldo de sus obligaciones, de forma tal de lograr acceso al financiamiento y/o mejora en los costos de dicho financiamiento. Se complementan también otros actores públicos, además del Banco Nación, el BICE y el Ministerio de Agricultura. A todo esto se suma el Programa del Financiamiento Productivo del Bicentenario, donde el 60 por ciento de las empresas que accedieron fueron pymes, por 856 millones de pesos desde su implementación el año pasado. Estos créditos se canalizan, con redescuentos del Banco Central, a través de bancos públicos y privados.

“Se requiere profesionalizar más a ese segmento de empresas, aumentar el nivel de crédito privado como herramienta, dada la capilaridad territorial que tienen los bancos para federalizar el crédito, y trabajar para que las pymes busquen opciones en el mercado de capitales”, dijo a Cash el titular de la Sepyme, Horacio Roura.

Desde el departamento pyme de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires reconocen que la labor está focalizada en “desterrar el mito de que las operaciones bursátiles son potestad de las grandes compañías”. Previo a la crisis internacional, tres firmas presentaron sus papeles para abrir su capital a la Bolsa, siendo un hecho inédito para toda América latina. En la actualidad sólo la firma de agroquímicos Insuagro continúa cotizando en el panel pyme. El mercado bursátil ofrece distintos instrumentos cuyo acceso simplificado permite a este segmento operaciones de corto plazo con un margen mínimo de riesgo: cheques de pago diferido, obligaciones negociables y fideicomisos financieros. El volumen negociado da cuenta del interés por estas herramientas: el año pasado se registraron operaciones por un monto record de 1412,8 millones de pesos

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