Dom 29.12.2002
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DEBATE SOBRE LA “SALIDA EXPORTADORA”

Mitos y realidades

Un dólar recontraalto es la política que Roberto Lavagna tiene para impulsar la reindustrialización. Sin embargo, esa estrategia es cuestionada por insuficiente.

Por Martin Schorr *

El abandono de la convertibilidad abrió un incipiente debate en torno de las alternativas para que la Argentina pueda encarar un proceso de reindustrialización. La visión más difundida plantea que la resolución del deterioro industrial se vincula con el aprovechamiento del elevado nivel del tipo de cambio que caracteriza al escenario postconvertibilidad. Y, en ese marco, con la promoción, con apoyo estatal, de un modelo de reindustrialización con eje en las exportaciones: en especial, las derivadas de la agroindustria, de la elaboración de petróleo y derivados, y de unos pocos insumos intermedios de uso difundido, como los provenientes del complejo siderúrgico. Un análisis del desempeño productivo reciente de un conjunto de actividades fabriles arroja muchas más dudas que certezas en cuanto a que el abandono del “modelo” convertible haya sentado las bases para que el sector fabril local logre revertir la crisis en la que se haya inmerso.
Entre enero y octubre de este año, el Estimador Mensual Industrial del Indec acumuló una caída interanual superior al 13 por ciento. La desagregación sectorial de ese patrón global de desenvolvimiento indica la existencia de dos grupos de actividades con comportamientos diferenciales.
El primero está integrado por apenas 8 producciones sobre un total de 30 que se expandieron en el período mencionado. Se trata de sectores muy ligados a la exportación de productos de bajo valor agregado y, por diversas razones, con escaso dinamismo en lo que se vincula con la generación de puestos de trabajo, al tiempo que se caracterizan por elevados niveles de concentración de la producción (aceites y derivados, química básica, aluminio primario, acero crudo, neumáticos).
El segundo bloque está formado por 22 sectores que se contrajeron, en algunos casos, a tasas muy pronunciadas. Dentro de este subgrupo resulta posible identificar cuatro situaciones distintas:
n La de aquellas ramas que son muy dependientes del consumo popular y, en consecuencia, del nivel de los salarios y de la distribución del ingreso. Es el caso de las elaboraciones de carnes blancas; productos farmacéuticos; lácteos; detergentes, jabones y bienes personales; bebidas; carnes rojas; harina de trigo y yerba mate.
n La de aquellos sectores en los que, en el escenario actual, se podrían encarar procesos de sustitución de importaciones que, no obstante, se ven frenados por la conjunción de diversos factores: caída de la demanda interna, ausencia de crédito para financiar tanto la adquisición de bienes de consumo durable como la inversión productiva. Es el caso de la elaboración de vehículos automotores, de la industria textil, de la producción metalmecánica, de agroquímicos, de papel y cartón y de vidrio.
n La de aquellas industrias cuyo pobre desempeño reciente es explicado, fundamentalmente, por la –también pobre– evolución de otros sectores económicos. Tal es el caso de la producción de cemento y de otros materiales para la construcción.
n Finalmente, la de aquellas ramas fabriles cuya performance es explicada, en lo sustantivo, por el agudo cuadro recesivo: se incluye la manufactura de productos plásticos, la refinación de petróleo y la elaboración de gases industriales.
Lo anterior permite poner en cuestión los supuestos básicos sobre los que se sustenta la “salida exportadora” impulsada por buena parte de la clase política, por los organismos multilaterales de crédito y por el establishment. Los defensores de la “salida exportadora” argumentan que, como producto del shock devaluatorio actual, el sector manufacturero se verá favorecido por el incremento en las exportaciones de bienes industriales, lo que, según se afirma, traerá aparejado múltiples “efectos de derrame” sobre el entramado fabril local. Ello, por cuanto las manufacturas que lideren dicha expansión “arrastrarán” con su crecimiento a numerosas producciones, todo lo cual conllevará, adicionalmente, unaumento en la capacidad sectorial de generar cadenas de valor agregado y puestos de trabajo. No obstante, el hecho de que las pocas actividades exportadoras representen una proporción reducida del PBI global del país y que presenten un reducido grado de elaboración y relativamente bajos coeficientes de requerimiento de empleo, lleva a plantear numerosos interrogantes en cuanto a que las mismas puedan convertirse en el motor que traccione al conjunto de los sectores económicos tanto en términos productivos como en lo que se relaciona con la generación de puestos de trabajo.
También se señala que la devaluación inducirá un proceso virtuoso de sustitución de importaciones. Sin embargo, el incremento de la paridad cambiaria ha derivado en un aumento significativo en los precios de la mayoría de los bienes industriales y, asociado a ello, en la profundización de la crisis de un amplio espectro de actividades y empresas. Ello se vincula con el desmantelamiento del aparato industrial que se registró en el transcurso de la década pasada resultante del elevado componente importado que caracteriza a buena parte de las producciones fabriles.
En otras palabras, las principales características del nuevo escenario macroeconómico que se abrió con la abrupta –y regresiva– salida del régimen de la convertibilidad no permiten avizorar, en el corto plazo, un escenario de reversión de la aguda crisis manufacturera que se ha venido registrando en los últimos años. En ese marco, es indudable que para empezar a revertir el deterioro fabril existente es indispensable impulsar una suerte de refundación industrial del país.

* Area de Economía y Tecnología de la Flacso-Sede Argentina.

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