Siempre existen motivos para estar de acuerdo con un aumento del ABL en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Las virtudes potenciales de este tipo de impuestos desde el punto de vista teórico se encuentran en cualquier manual de Hacienda Pública.

Una simple recorrida por el financiamiento de las ciudades más numerosas e importantes del mundo basta para adicionar su potencial empírico recaudatorio: constituyéndose en uno de los pilares de las estructuras tributarias subnacionales, fundamentalmente las municipales.

Sin embargo, existen también varios motivos para dudar y supeditar este acuerdo a las formas en que ese aumento se instrumente, dado que el ABL de la CABA está muy lejos de cumplir los requisitos mínimos de un diseño “adecuado” o por lo menos “aceptable” que lo acerquen al modelo teórico de manual. La objeción no se trata de un purismo académico, sino que tiene implicancias bien concretas en la equidad de la distribución de la carga tributaria de los bolsillos de los porteños.

El problema central del ABL no es que esté desactualizado, como se repite recurrentemente en los últimos años al aproximarse la discusión presupuestaria. Si fuera así, bastaría una cláusula de ajuste referida a algún indicador de evolución que se tome como referencia. Lamentablemente, el problema no se resuelve y probablemente se agrave de esa forma. Un ABL barato es la forma práctica e implícita de esconder las inequidades vigentes ligadas, no exclusivamente pero fundamentalmente, a errores de valuación de las propiedades. Un incremento a secas sin una adecuada y criteriosa revisión de las valuaciones y en general de la metodología de cálculo del tributo haría más visible y probablemente más irritante los errores existentes. Vale tener en cuenta además que un avalúo conlleva un correlato tributario a nivel nacional con el Impuesto a los Bienes Personales.

Hace algunos años un equipo de especialistas financiados por el BID y contratados por el GCBA elaboraron un proyecto integral de reforma del ABL para la CABA. Expertos nacionales e internacionales del Lincoln Institute of Land Policy en diferentes seminarios y reuniones de discusión metodológica coincidían en la necesidad –argumentada en detalle–, y fundamentalmente la forma –minuciosamente especificada– de avanzar en un sendero de reforma. El proyecto incluía una revisión del catastro inmobiliario de la Ciudad, que nunca llegó a tener entidad parlamentaria

Hace ya algún tiempo se creó en el seno de la Legislatura una Comisión de Reforma Tributaria que tiene entre sus cometidos la revisión integral del ABL. Lamentablemente se continúa confirmando el postulado “si querés que algo no avance, creá una comisión”.

La CABA está en inmejorables condiciones financieras y políticas para realizar una serena y profunda revisión de este tributo de cara a la sociedad y buscando los imprescindibles consensos para una reforma integral y consistente. La mejor noticia al respecto es que el problema a sortear es técnico, no político.

La determinación de los valores relativos de los diferentes bienes inmuebles es, sin duda, el mayor desafío a resolver por expertos en la materia. La discrecionalidad legislativa puede aportar respecto de alícuotas, exenciones e incluso de brechas entre el valor fiscal y el de referencia, hechos que sí constituyen decisiones de política tributaria. Ojalá que en esta oportunidad las letras del tributo no se trastruequen y termine nuevamente en bla, bla o, lo que resultaría peor aún, en un ajuste a las apuradas

* El autor fue coordinador de un proyecto de reforma del ABL elaborado para el GCBA en 2005.