Dom 30.10.2011
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TASAS NEGATIVAS CON CRECIMIENTO DE LAS INVERSIONES PRODUCTIVAS

Eutanasia del rentista

› Por Diego Rubinzal

Los actuales niveles de inversión son superiores a los vigentes en la década del noventa. De acuerdo con datos oficiales, la tasa de inversión alcanzó el 24,6 por ciento del PIB en el tercer trimestre del año pasado.

Ese valor es el registro más alto alcanzado en los últimos treinta años.

La inversión en equipo durable de producción también viene creciendo sostenidamente desde el 2003. Esa dinámica inversora convivió con un muy bajo nivel de apalancamiento de los sectores productivos. Por el contrario, el endeudamiento privado se redujo sustancialmente durante este período. La coexistencia entre una mayor inversión y un menor endeudamiento revela que la mayoría de las ampliaciones productivas fueron financiadas con fondos propios. La generalizada recomposición de las rentabilidades empresarias permitió ese comportamiento. Ese fenómeno no estuvo acotado a las grandes empresas sino que también se registró un crecimiento de la inversión de las pymes.

Más allá de la recuperación de la rentabilidad empresaria, el titular de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), Matías Kulfas, resalta el rol desempeñado por la abrupta baja de la tasa de interés real, la cual resultó negativa en varios períodos. Como esa reducción no se tradujo en un aumento sustancial del crédito bancario, la pregunta que surge es: ¿en qué consistieron los efectos benéficos de esas tasas de interés negativas? En su trabajo Oportunidades y obstáculos para el desarrollo de Argentina. Lecciones de la post-convertibilidad, Kulfas responde a ese interrogante puntualizando las modificaciones operadas en el comportamiento del sector manufacturero durante las últimas décadas.

Resalta que las estrategias empresariales vienen mutando de acuerdo con las variaciones producidas en los costos de producción, las tasas de interés y los precios de los productos importados. En otras palabras, las firmas adaptan su actuación a las distintas fases del ciclo económico. Eso determina que las firmas derivan sus recursos hacia la producción, importación y/o colocaciones financieras, según lo que resulte más conveniente en cada momento.

Los grupos económicos locales y los conglomerados transnacionales funcionaron con esta lógica a partir de las transformaciones operadas durante la última dictadura militar. Ese tipo de comportamiento, con sus particularidades, se fue extendiendo en el tejido industrial durante la década del noventa. Kulfas afirma: “Las pequeñas y medianas firmas industriales no tienen la capacidad para entrar en procesos de valorización financiera, pero sí desarrollan esquemas adaptativos para ampliar y reducir sus ciclos productivos, sustituir importaciones y, también, sustituir producción local por importaciones... en otras palabras, el sector industrial –o, al menos, una parte importante del mismo– desarrolla durante ese período capacidades para adaptar las diferentes estructuras de costos medios y rentabilidades a sus necesidades funcionales, pudiendo cambiar sus propias funciones de producción, esto es, el grado de integración local de su propio producto, llegando incluso al extremo de abandonar la producción para transformarse en importador de lo que antes fabricaba”.

En ese marco, el régimen económico posconvertibilidad alumbró un nuevo escenario. La reducción de la tasa de interés y el encarecimiento de los bienes importados tornó más atractiva la alternativa productiva. “Es, asimismo, un fuerte estímulo para el consumo que retroalimenta el mercado interno”, agrega el titular de AEDA. Los efectos benéficos de la tasa de interés real negativa se emparienta con la “eutanasia del rentista” propuesta por Keynes. Tal como menciona Kulfas, “según Keynes, para lograr un sistema capitalista más estable y funcionando a niveles de pleno empleo, era necesario estimular la ‘eutanasia del rentista’, fenómeno que demandaría alrededor de dos generaciones (unos treinta años) en los cuales la tasa de interés fuera lo suficientemente baja como para desahuciar a la clase rentista”

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