LA FORMACIóN ACADéMICA DE LOS ECONOMISTAS
› Por Diego Rubinzal
La formación académica de los economistas debiera ser un tema de debate. La mayoría de las carreras de Economía tienen un inadecuado diseño curricular. La adopción de los fundamentos neoclásicos como “verdad universal” provoca, como mínimo, un empobrecimiento de la disciplina. En ese sentido, los planes de estudio priorizan un enfoque meramente técnico y supuestamente neutral. Las controversias que atraviesan al pensamiento económico y/o el abordaje de los problemas del subdesarrollo, ocupan un lugar marginal en la formación de los futuros profesionales. La ausencia de una contextualización histórica del conocimiento, la marginación del pensamiento heterodoxo, el endiosamiento del herramental matemático y la utilización abusiva de los manuales procedentes de los países centrales, no hacen más que reforzar un modelo de enseñanza defectuosa y sesgada.
La propuesta académica de la Licenciatura de Economía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) no escapa a las generales de la ley.
La última modificación de los planes de estudio, que data de mediados de los ‘90, reforzó un aprendizaje basado en el uso intensivo de las herramientas matemático/estadísticas y en la fragmentación del objeto de estudio (macro vs. microeconomía). En otras palabras, la reforma consolidó la orientación neoclásica. En el documento colectivo Hay que reformar el plan de estudios de Economía, estudiosos de la carrera coinciden en señalar que “la eliminación de la economía crítica de los programas fue llevada a cabo por la dictadura militar de 1976, aunque también hay que decir que la intervención de la UBA en 1975 ya había hecho lo suyo”. A partir de entonces, el aprendizaje de modelos matemáticos abstractos se transformó en el eje de la enseñanza.
Por su parte, los enfoques divergentes con el mainstream neoclásico fueron relegados a espacios marginales. Esa tendencia general se matizó con la incorporación de algunos cursos “críticos”. Las autoridades académicas sostienen que ese diseño curricular permite optar a los estudiantes entre una formación heterodoxa o neoclásica, en función a los cursos elegidos. Los profesores Cecilia Rikap y Gervasio Arakaki refutan ese argumento. En su trabajo La Licenciatura en Economía (FCE-UBA): reflexiones respecto a su pasado y su presente, aportes para su futuro, afirman que “para que exista realmente una ‘carrera heterodoxa’ es necesario que los docentes de estos cursos se pongan de acuerdo sobre los contenidos que deben dictar, con lo cual prácticamente se tendría que armar toda una carrera. A su vez debería segmentarse en dos la carrera actual. Si esto no ocurriera, los estudiantes que comiencen una orientación (crítica u ortodoxa) y que luego opten por la otra, deberían estudiar todos los contenidos previos solos o, tal como sucede en la actualidad en los cursos críticos, el docente tendría que repetir cuestiones básicas de las escuelas, en forma acelerada, a los fines de poder avanzar con los contenidos propios de la asignatura”.
Este año, un conjunto de docentes y estudiantes elaboró un documento, afirmando que “diversas y numerosas limitaciones afectan a la “excelencia académica” de nuestra licenciatura, en particular en cuanto a la formación en el estudiante de un espíritu crítico, y de la capacidad de razonar desde distintas alternativas frente a los problemas económicos (sean teóricos o aplicados)”.
Las características esenciales de ese diseño curricular se replican en la mayoría de las carreras de Economía de las universidades argentinas. El fracaso del paradigma neoclásico como teoría explicativa de la realidad no ha menguado su preeminencia en los claustros. La modificación de esa matriz neoclásica sigue siendo una tarea pendiente. Como sostiene un colectivo de docentes, estudiantes y graduados de las carreras de Economía de diferentes universidades públicas nacionales, “existe una demanda social de economistas que no responden a la ortodoxia actual (que se presupone ahistórica y verdadera, pero que es incapaz de explicar los problemas económicos, y mucho menos de brindar herramientas para abordarlos), y que además pueden devolverle a la Economía su carácter real de ciencia social al servicio de los trabajadores, de los sectores desfavorecidos y, de esta manera, a la sociedad entera”
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