Dom 19.01.2003
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LOS RIESGOS DE MALINTERPRETAR LO QUE NO ERA FUTUROLOGIA

Los economistas y la bola de cristal

Por Roberto Bouzas *

En un trabajo publicado en diciembre de 2002, el Cespa, dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, realiza un análisis de cuatro estudios de proyección macroeconómica preparados en 1999 por encargo de la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable. La nota técnica del Cespa, de casi quince páginas, fue comentada el 15 de diciembre pasado en una nota de Julio Nudler titulada “La bola de cristal”. Como en su momento fui responsable de coordinar el trabajo realizado en la Flacso, me veo en la obligación de hacer unos breves comentarios. Permítaseme aclarar que el propósito de los mismos no es evaluar la nota técnica del Cespa, lo que no sería justo dada la limitación de extensión de un artículo periodístico. Mis reflexiones son de carácter más general y se refieren a lo que ofrecen y a lo que se les pide a los economistas.
Todo ejercicio de proyección económica requiere contar con un marco de relaciones funcionales estables que permitan proyectar valores para un número determinado de variables, en base a ciertos determinantes exógenos. En economías que muestran regularidades de comportamiento por períodos prolongados de tiempo, estas relaciones funcionales pueden estimarse sobre la base de lo que postula la teoría y a las herramientas que ofrece la econometría. A pesar de su sofisticación técnica, estos modelos tienen errores de predicción muy significativos, especialmente en el largo plazo. De hecho, aun en el caso de economías estables y sujetas a regularidades bien establecidas, las proyecciones de largo plazo (cinco años o más) son consideradas ejercicios para organizar el pensamiento respecto de los dilemas y desafíos del futuro, más que intentos de anticipar la realidad. La razón para ello es simple: el riesgo no elimina la incertidumbre y los economistas sabemos relativamente poco respecto de los determinantes del crecimiento en el largo plazo.
Estos problemas se exacerban en una economía como la Argentina, sujeta a una inestabilidad macroeconómica crónica que se mide en décadas y no en años. En nuestro caso estos modelos no existen o, si se construyen, tienen una validez aún más limitada. Simplemente no hay regularidades sobre las cuales estimar parámetros, aunque éstos sean de limitada confiabilidad. En este contexto, hacer predicciones sobre el futuro (¡a doce años!) tiene una validez equivalente a la lectura de las líneas de la palma de la mano.
Por esta razón, en nuestro trabajo no se intentó hacer eso. Como se indica explícitamente en el apartado metodológico, lo que utilizamos fue un modelo de consistencia macroeconómica que simplemente asegura resultados coherentes en base a identidades contables y al valor que se asigne a un cierto número de variables exógenas. El ejercicio no tiene un valor predictivo, si por ello se entiende un anticipo del futuro. Su única contribución es permitir ver, en un marco de relaciones consistentes y dadas ciertas constantes (por ejemplo un tipo de cambio nominal fijo), qué ocurre con algunas variables objetivo o dependientes (por ejemplo, la relación deuda/exportaciones) cuando cambia la participación de la Argentina en el comercio mundial. ¿Un objetivo modesto? Sin duda, pero hasta donde llegaba nuestro conocimiento.
La moraleja es que el aprovechamiento de un trabajo depende no sólo de que esté sólidamente construido, sino también de que sea correctamente interpretado. El hecho de que algunos economistas se ganen la vida “pronosticando el futuro” ha llevado a muchos a creer que ésa es la principal función de la profesión. Esto resulta con frecuencia funcional a quienes venden un presunto conocimiento y a quienes compran la supuesta certidumbre que les da un pronóstico.
Pero no todas las proyecciones se realizan con el objetivo de anticipar el futuro, sino con el propósito de hacer preguntas pertinentes e informadas en torno a él. En el “escenario alto” de la Flacso, porejemplo, a pesar de un supuesto de crecimiento promedio anual del 10 por ciento en las exportaciones de bienes y servicios y del 9 por ciento en los flujos de inversión extranjera directa durante el período 1998-2012, la Argentina duplicaba su deuda externa bruta total y prácticamente no mejoraba la relación deuda/exportaciones de bienes y servicios respecto a los niveles alcanzados en 1999 (y después de deteriorarse fuertemente hasta 2004). Esto puede leerse como un anticipo del futuro, pero al propio riesgo de quienes lo hacen, sin poner en boca de los autores lo que éstos no dicen.
Los ejercicios prospectivos deben servir para organizar el pensamiento, no para eliminarlo en base a una supuesta anticipación del futuro. Los economistas no tenemos la bola de cristal, a pesar de que algunos vendan lo que no tienen y otros paguen por lo que no reciben.

* Universidad de San Andrés y Conicet.

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