› Por Cristian Carrillo
La decisión del gobierno nacional de implementar mayores controles a la compra de moneda extranjera tuvo como respuesta durante noviembre un intento de corrida especulativa contra el peso. El nuevo presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, cuenta en esta entrevista exclusiva con Cash cómo se gestó la maniobra de algunos grupos concentrados para presionar al Gobierno. También revisa el papel de los gurúes del establish-ment, fogoneando la pulseada contra el Estado. “Somos el único país del mundo que tiene neoliberales tan berretas. Son unos mamarrachos”, arremete Marangoni, un hombre de estrecha confianza del gobernador bonaerense, Daniel Scioli. El directivo explica la necesidad de un Estado que regule a los mercados, para evitar los efectos que generan en la economía real sus volatilidades. “No hay ninguna Nación capitalista seria y que funcione en la cual el Estado no regule”, apunta. El sociólogo prevé un crecimiento de la economía sostenido y advierte que el desafío para este año será estimular la inversión.
Usted debió asumir en un momento complicado, por la corrida cambiaria del último bimestre. ¿Cuál fue el impacto en el banco?
–A fines de octubre se registró una tensión –temporal y acotada– en el comportamiento de los depósitos en moneda extranjera del sector privado. Y, específicamente, durante noviembre los depósitos en dólares del sector privado cayeron 17 por ciento, unos 2500 millones. En nuestro banco la caída fue cerca de la mitad, del 9 por ciento de los depósitos. Pero en diciembre el Banco Provincia registró nuevamente un aumento de los depósitos privados en dólares, lo que llevó a que subiera su participación en este segmento, de 6,8 a fines de octubre a 7,5 por ciento a inicios de 2012.
En ese momento llegaron a circular cadenas de mails advirtiendo sobre un supuesto corralito. ¿Cómo tomó esa presión?
–Con mucha tranquilidad, porque esas cadenas de mails daban la sensación del regreso de los muertos vivos, aquellos que siempre intentan generar terror. Fueron los que en 2003 hablaban de veranito y después de viento de cola. Siempre están viendo cuál es el episodio que anuncia el Apocalipsis.
Hacen esfuerzos no sólo por el fracaso de un plan de gobierno o de un gobierno en sí, sino que abogan por deshacer todos los logros de este país.
Hubo analistas que alertaron acerca de una situación económica difícil para este año.
–Los invito a ver los fundamentals de la economía, los superávit, las reservas y el nivel de endeudamiento, más el desempleo más bajo de los últimos 25 años. De todos modos, me extraña la posición de algunos campeones de la ortodoxia, que cuando tenían responsabilidades en el gobierno generaban déficit de 5 o 6 puntos del PIB, sin contar el cuasifiscal. Ahora te ponen la lupa para ver si el superávit es del 1 o de 0,5 o -0,3. Son unos mamarrachos.
Una de las principales críticas es por el “excesivo intervencionismo” del Estado.
–Argentina es el único país del mundo que tiene neoliberales como los nuestros, tan berretas ideológicamente. Parece que nunca terminan de entender que para que haya mercado tiene que haber Estado. No hay ninguna nación capitalista seria y que funcione en la cual el Estado no regule. A muchos extranjeros les asombraría mucho que algún opinólogo se queje porque a alguien que tiene que comprar divisas extranjeras le pregunten su situación fiscal. Lo otro es una apología de la economía en negro, de la evasión de impuestos. Son los mismos que llevaron a la quiebra al país y en los últimos años al mundo desarrollado.
¿Cuáles son las proyecciones de su equipo para la economía nacional y de la provincia de Buenos Aires?
–Proyectamos una continuidad de las condiciones estructurales de crecimiento económico, con equilibrios macroeconómicos fiscales y externos. Esperamos un dinamismo de la actividad económica en línea con la pauta establecida en la Ley de Presupuesto Nacional, con un PBI nacional creciendo en 2012 en torno del 4,5 por ciento. En el orden provincial creemos que la actividad económica se moverá en línea con la proyección para Nación, dentro de un rango de crecimiento de entre 4 y 5 por ciento anual en 2012.
¿Cuál sería la sintonía fina que debería aplicarse?
–Tenemos todos los desafíos del crecimiento. Es lógico que un país que viene creciendo al 8 por ciento anual casi ininterrumpidamente logre solucionar algunos problemas y aparezcan otros; y habrá que encarar esas circunstancias nuevas.
¿Como la inflación?
–A mí me preocupa más el tema de la inversión que, en última instancia, es el remedio natural contra todo tipo de tensión en materia de precios. Cuando uno encuentra que los sectores más sensibles de la economía están funcionando con un 80 o 90 por ciento de la capacidad instalada se hace necesario plantear cómo se financia el crecimiento. Esa es la lógica por la que hay que empezar, porque la otra lógica es la que te lleva a ajustar. Nosotros tenemos que ampliar las capacidades y ensanchar el horizonte productivo.
En estos días vendrá una misión técnica del FMI a relevar el avance del Gobierno en materia de estadísticas, pero aclaró que no habrá sanciones.
–No es importante; esta es otra Argentina. Tengo hijos adolescentes y le tengo que explicar a uno de ellos qué es un “stand by” o que un director del FMI venía como un virrey y se instalaba en el Sheraton y había una horda de periodistas esperando sus declaraciones sobre lo que teníamos que hacer. Era humillante esa época, pero las nuevas generaciones eso no lo vieron. Tenemos menos del 18 por ciento del PIB de deuda en manos privadas, que vengan entonces todos los expertos y analistas que les gusta mirar los números y me digan cuánto hace que no ven esto. ¿Cuándo se vio una administración más ordenada en las últimas décadas, o una política fiscal más responsable?
Los países en problemas parecen no haber aprendido de la experiencia de la Argentina y continúan con sus planes de ajuste.
–Si hay algo que quedó claro en estos últimos tiempos es que se necesita un Estado presente e inteligente. La Argentina es una muestra elocuente de esa situación, ejerciendo una influencia positiva en todo lo que tiene que ver con el empleo, y eso no se puede dejar librado a las fuerzas del mercado. Cuando esto sucedió en el país, los resultados fueron gravosos, porque esa acción benéfica no existió. Esto también lo estamos viendo ahora en el mundo.
¿Considera que esa concepción de un Estado más presente se extenderá en algún momento a otras partes?
–Espero y creo que sí. Estoy convencido de que si el derrumbe del Muro de Berlín probó que era imposible la existencia de un Estado sin mercado, lo que se denominó en aquel momento la experiencia de “socialismos reales” (como la URSS y Europa del Este), estos últimos años demostraron que tampoco pueden existir los mercados sin Estados. La actual crisis muestra que cada vez más se requiere de una regulación. Una característica del tecno-capitalismo es la velocidad con la que muta, y esta velocidad puede ser profundamente desestabilizadora para una sociedad. Por esta razón es que requiere que sea regulada y para ello no se me ocurre otra herramienta que no sea el Estado o la política. Pero no hay que pensar en el Estado presente como algo autoritario, sino como un Estado que no sea indiferente al juego económico y a sus volatilidades.
¿Cómo considera que se desenvolverá la crisis europea?
–Queremos que Europa salga de la crisis, y lo haga rápido. En aquellos casos en que persisten con los ajustes brutales lo único que van a lograr es profundizar aquello que quieren eliminar. Si se tiene una sociedad con 23 por ciento de desempleo, e insisten en recortar el gasto social, bajar las jubilaciones y despedir gente, sabemos cuál va a ser el resultado. Son recetas que conocemos
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