AGENDA ECONóMICA Y COMERCIAL CON LA POTENCIA ASIáTICA
El principal desafío que se presenta a la Argentina, y también a toda la región, es evitar la tendencia a la reprimarización de las exportaciones frente a un comprador que demanda permanentemente materias primas.
› Por Arturo H. Trinelli *
Con una tasa de crecimiento de su PBI que casi quintuplica el del promedio de la economía mundial, China se consolida como actor de peso en el comercio internacional frente a la recesión que envuelve a muchos países desarrollados. En ese contexto, el Mercosur en la última década profundizó la relación con el gigante asiático. De hecho, en los últimos diez años, Brasil y Argentina han incrementado significativamente sus exportaciones hacia ese país. Al mismo tiempo, la presencia de Inversión Extranjera Directa china en el Mercosur también ha crecido considerablemente. Según datos de la Cepal, durante el 2010 alcanzó los 15.000 millones de dólares. De ese total, Argentina ocupó el segundo lugar como destino a la región, con una recepción de 5500 millones de dólares, detrás de Brasil, que recibió 9563 millones.
Esto incluye entonces a China en la “sintonía fina” de la agenda económica y comercial propuesta por el Gobierno en los próximos años. Su vertiginosa irrupción en Latinoamérica plantea interrogantes diversos. Tal como plantean Eduardo Crespo y Matías De Lucchi en su artículo “Impacto de la industrialización china en las estrategias de desarrollo”, publicado en el primer número de Revista Argentina Heterodoxa (septiembre 2011), China combina características periféricas por los salarios que paga su economía pero niveles de industrialización respaldados por la complejización y densidad tecnológica de su volumen exportable, que obviamente le permite mantener un vínculo comercial con el resto del mundo beneficiándose de los términos de intercambio. En ese sentido, las exportaciones chinas a la región se concentran fundamentalmente en productos manufacturados, en tanto que las importaciones son de materias primas, en especial minerales (casi el 30 por ciento), productos oleaginosos (44,7 por ciento) e hidrocarburos, lo que explica en parte por qué el saldo comercial con Sudamérica le resulta favorable.
Por lo tanto, es evidente que frente a la crisis de otros centros industriales, la progresiva dependencia del comercio y las inversiones de China para la región se han acentuado en los últimos años. Ante este panorama, ¿cuáles son desde la Argentina los aspectos a considerar de esta relación en el mediano plazo?
En primer lugar, el principal desafío que se presenta es evitar la tendencia a la reprimarización de las exportaciones frente a un comprador que demanda permanentemente materias primas. Las implicancias negativas de una producción centrada básicamente en explotar recursos naturales son la alta dependencia a las fluctuaciones en la cotización internacional de los commodities, la escasa generación de empleo y la presión constante sobre el nivel de precios internos de los alimentos y sobre el tipo de cambio. Esta circunstancia, indudablemente, plantea nuevos interrogantes al desarrollo industrial y la transformación productiva de nuestros países. Para evitar el riesgo de transformarse en la periferia industrial del nuevo centro hegemónico, la propia experiencia china o la de Corea del Sur deberían servir de ejemplo, pues se trata de dos naciones que combinaron crecimiento y desarrollo de la mano de una fuerte regulación estatal impulsora de bienes complejos de alta competitividad tecnológica.
Por otro lado, resguardar la soberanía sobre los recursos naturales de la región también debería ser otro horizonte estratégico. Recientemente, un fallo del Superior Tribunal de Justicia de Río Negro aceptando un amparo de la legisladora Silvia Horne (FpV) suspendió el megaemprendimiento alimentario de China que iba a concretarse por concesiones del ex gobernador Sainz a favor de la provincia de Heilongjiang. Es que ser el principal exportador mundial y tener un superávit comercial tan importante les ha permitido a las empresas chinas contar con una gran capacidad financiera, que es apoyada por el Estado en el marco de una estrategia de desarrollo nacional. El Gobierno financia hasta con un 70 por ciento del valor total a todas aquellas empresas que realicen inversiones en el exterior en áreas prioritarias, entre ellas, la adquisición de recursos naturales que son escasos en el país o directamente no se poseen.
El incremento sostenido de la cotización internacional de los commodities, en parte explicado por la constante demanda china, ha hecho que el país priorizara inversiones en recursos naturales de otras naciones y que necesita para su desarrollo. Eso explica por qué más del 60 por ciento de las más importantes adquisiciones de China en el exterior se concentran en empresas productoras de materias primas, minería y energía.
Aprovechar el crecimiento de China de manera inteligente y estratégica no debería, por lo tanto, reducirse a los beneficios coyunturales aportados por la soja y sus derivados. Ni muchos menos descuidar la soberanía sobre los recursos que son parte fundamental de cualquier estrategia de desarrollo. Se impone, en cambio, una visión a largo plazo que aproveche los actuales términos de intercambio pero que sepa entender que sin valor agregado, industria y tecnología no podrá evitarse una inserción en el comercio internacional subordinada y periférica como fue tan característica de la Argentina durante largos períodos de su historia
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