Domingo, 10 de junio de 2012 | Hoy
PSICOLOGíA DE CRISIS
Por Diego Rubinzal
La visión neoclásica modelizó el comportamiento humano bajo la figura del “homo economicus”. Ese corpus teórico supone la presencia de un individuo maximizador de sus opciones (actúa de manera de conseguir “más” con “menos”), racional en sus decisiones (sopesa sus decisiones en función al costo de oportunidad) y “egoísta” en su comportamiento (en su obra cumbre, Adam Smith define: “No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés”). Esa abstracción conceptual, tal como se encargaron de demostrar diversos estudios empíricos, presenta severas deficiencias analíticas. Los trabajos enmarcados en la llamada “Economía de la Conducta” (EC) derribaron la caracterización del individuo como sujeto racional-optimizador-egoísta. La controversia está lejos de ser un tema meramente teórico. La identificación de ciertas pautas de comportamiento sociales es un relevante insumo para los hacedores de política económica.
El economista Pablo Mira sostiene en Política macroeconómica en Argentina: Aportes de la Economía de la Conducta que “si bien la EC no ha propuesto una psicología individual bien caracterizada y analíticamente tratable, esto no significa que sus hallazgos no puedan contribuir a iluminar la discusión de políticas macroeconómicas locales”. Para al caso argentino, la histórica volatilidad macroeconómica dejó sus huellas en el entramado social. La mayoría de la población internalizó ciertos comportamientos que, en general, son propensos a profundizar los desequilibrios, aun aquellos que son menores.
En el documento Estabilidad y estructura: interacciones en el crecimiento económico, elaborado por José María Fanelli y Roberto Frenkel, se identifica una serie de reacciones que afectan la efectividad de las políticas económicas. Una de ellas es la preferencia generalizada de los agentes por la demanda de activos financieros denominados en moneda extranjera. Además, esa dupla de economistas comprueba las divergencias en la magnitud del multiplicador del gasto argentino respecto del verificado en las economías centrales. Eso se debe a que, ante una caída transitoria del ingreso corriente, la disminución del consumo es menor en el caso de los asalariados de los países desarrollados. En Argentina, la reducción del ingreso corriente de los asalariados limita su gasto en consumo creando una mayor volatilidad macro.
En otras palabras, la histórica inestabilidad económica conformó una “psicología de crisis” que se tradujo en comportamientos disvaliosos de los agentes privados. Esas conductas contribuyeron, en general, a profundizar ciertos desajustes macroeconómicos.
En el trabajo Exito del modelo productivo: una mirada desde la psicología, los economistas Pablo Mirá y Nicolás Todesca se preguntan “¿Cómo es posible que agentes caracterizados por esta ‘psicología de crisis’ no hayan abortado lo que desde 2003 es un proceso de crecimiento robusto y estructuralmente diferente de los anteriores?”. Los autores entienden que eso se debe a que “los sesgos y las anomalías conductuales, sean éstas naturales o desarrolladas por una historia de inestabilidad local, no han tenido un contexto apropiado para extenderse en toda su magnitud y generar obstáculos durante el proceso de la recuperación”. En ese sentido, Mira y Todesca resaltan que “el mérito mayor del modelo en marcha ha consistido, seguramente, en encauzar las decisiones microeconómicas hacia sus sesgos conductuales virtuosos, y eludir las anomalías imprudentes. Ante una demanda firme, la heurística fue expandir la oferta. Ante una política expansiva de inversión pública, se decidió extender la inversión privada. Ante un sistema financiero inmóvil, se reinvirtieron utilidades. Ante el control de capitales, se aquietaron los comportamientos especulativos. Ante un tipo de cambio competitivo, se moderaron las fugas de capital. Ante la recuperación del empleo, crecieron los salarios reales y cayó la informalidad. Este parece un sendero adecuado para comenzar a corregir nuestra psicología de crisis y reemplazarla por una psicología del crecimiento equilibrado con inclusión”. Las tensiones actuales en el mercado cambiario demuestran lo arduo de esta tarea
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