› Por Cristian Carrillo
El mercado financiero argentino se encuentra hoy lejos de aquel frenesí especulativo con que lo revistieron las políticas neoliberales en décadas pasadas. Al igual que entonces, la Bolsa continúa siendo más un canal de especulación que una herramienta de financiamiento para el desarrollo productivo. La participación del pequeño y mediano ahorrista es escasa y la operatoria se encuentra concentrada en un reducido grupo de inversores institucionales. En tanto, la compraventa de dólares quedó por ahora reducida al rubro turismo, pero existen alternativas para cubrirse de movimientos en el tipo de cambio sin recurrir al billete verde. Cash relevó los principales mercados, los requisitos y las formas de acceder.
“Los mercados de capitales son un complemento útil para los sistemas bancarios. No obstante, las economías emergentes, como las de América latina, han tenido tradicionalmente mercados de capitales pequeños y escasamente desarrollados”, señala el estudio de la Cepal Financiamiento para el desarrollo: América latina desde una perspectiva comparada. Esta situación no sólo responde a factores económicos. El enfoque que repiten hombres de negocios sostiene que el motivo del bajo crecimiento del mercado financiero es la ausencia de beneficios tributarios o incentivos fiscales o una excesiva regulación para que las empresas abran su capital a la Bolsa. “El rol empresario es poco emprendedor, con una alta aversión al riesgo generada por las recurrentes crisis macroeconómicas, con la consecuente licuación del capital invertido en acciones u otros activos”, responde Héctor Helman, director de la Comisión Nacional de Valores.
La Bolsa tuvo su momento estelar durante la dictadura militar, cuando predominó el modelo de valorización financiera, patrón de acumulación que se extendió de 1976 a 2001. Uno de sus rasgos característicos fue la existencia de un diferencial entre la tasa de interés interna y externa, siendo la primera más alta que la segunda. La tasa interna es la que percibían los que estaban invirtiendo en el país a partir de endeudamiento externo y la internacional es la que pagaban a los acreedores externos. El dinero que llegaba al país por endeudamiento externo se valorizaba internamente y luego esos recursos se fugaban al exterior. Para el 2001 la relación entre deuda y fuga de capitales era de uno a uno.
Tras la última crisis en el país (2001-2002), las medidas oficiales –muchas resistidas por el establishment– tendieron a darle al mercado un marco regulatorio más estricto, que permitió que la actual debacle global afectara en menor medida a los activos locales. El reducido volumen de negocios sirvió también de barrera de contención. Por caso, el panel Merval, que reúne a las empresas con mayor volumen de negocios, se compone de apenas una docena de firmas con negocios de 30 a 50 millones de pesos por rueda. En cambio, el índice Bovespa de San Pablo opera de 5000 a 7000 millones de reales (unos 3000 millones de dólares) diarios. Sin embargo, la mayoría de los análisis vinculan el comportamiento de los activos locales con los movimientos de mercados desarrollados, incluso con el índice estadounidense Dow Jones. El mercado de títulos públicos se convirtió en el vehículo de las corporaciones para presionar a los gobiernos. Las altas tasas de interés posteriores a la cesación de pagos de la deuda y las malas calificaciones que recibió el país por parte de las agencias de riesgo por no adoptar recetas de ajuste desestimularon nuevas emisiones por parte del gobierno nacional.
En el mercado conviven los instrumentos para fines de ahorro con los canales especulativos utilizados por grupos concentrados. La gama de opciones para invertir es amplia, contempla desde instrumentos financieros hasta inversiones reales. Sin embargo, la mayor parte de las colocaciones se concentra en el dólar, plazos fijos, compraventa de departamentos y, en menor medida, la adquisición de acciones y bonos. Las restricciones a la compra de moneda extranjera que se aplicaron en los últimos meses cambiaron la lógica de los negocios. Creció la demanda de dólares y la compra de acciones y bonos se focalizó en aquellas series nominadas en esa divisa. La justificación se basa en la presunción de una mayor devaluación del tipo de cambio, a pesar de que fue de las peores apuestas financieras de los últimos años. Las sociedades de Bolsa consultadas coincidieron en que el monto para ingresar en el mercado debe rondar los 100.000 pesos, cifra que permite una mayor diversificación del riesgo
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