Dom 11.11.2012
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FORMACIóN DE PROFESIONALES, CONTENIDOS Y PRáCTICAS

Elogio de la ingeniería

Después de la Segunda Guerra Mundial, la educación ingenieril se fue desplazando desde una formación de enfoques descriptivos de la tecnología y prácticas profesionales concretas hacia una de base científica y teórica, en donde los modelos matemáticos fueron hegemónicos.

› Por Vladimir L. Cares *

En una reciente entrevista de Página/12 a Jesee Chacón, ex ministro de Hugo Chávez y actual director de la consultora GIS XXI, ingeniero de profesión, la reportera hace la siguiente observación: “A lo largo de la charla, Chacón anotará números como ingeniero que es, hablará de la oposición –según encuestadoras afines a la Mesa de la Unidad, Capriles ganaría cuatro puntos arriba–, hablará de los logros y las deudas del gobierno de Chávez”. Préstese atención en el detalle. Chacón, a juicio de la periodista, sólo se muestra como ingeniero anotando números y eso que el desarrollo del reportaje cubre una amplia gama de tópicos. Pareciera que no hubiera trazas de su formación ingenieril en las otras temáticas. La ingeniería se reduce de esta manera a cuestiones numéricas, a cálculos, a metodologías de trabajo introspectivas y aisladas. En forma bella, el gran poeta portugués Fernando Pessoa lo expresaba en el poema “Dactilografía”: “Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano/ Firmo el proyecto, aislado aquí/ Remoto hasta de quien soy”.

Del resto de las cosas de la vida –sociales, culturales, económicas, ambientales–, la ingeniería como disciplina pareciera decir poca cosa. Esta es una visión estrecha pero ampliamente difundida, tanto que hasta connotados ingenieros de profesión caen en ella, incluso con gestos de orgullo por la ignorancia demostrada. Años atrás, en plena campaña electoral por la jefatura de Gobierno porteño, Mauricio Macri afirmaba en Clarín muy suelto de cuerpo: “No soy un intelectual, soy un ingeniero”, al responderles a los periodistas que le hicieron notar la superficialidad de sus definiciones políticas.

¿A qué se debe la persistencia de este malentendido? No hay una respuesta simple. Hay variados factores que contribuyen a esta equivocada percepción de la ingeniería. Uno de ellos es la caracterización que se hace respecto del significado y alcance de la tecnología. Para muchos, la tecnología es sólo una aplicación sistemática de la ciencia, entendida ésta como un cuerpo de conocimientos, neutral y objetivo. Así, esos valores cognitivos serían hechos propios por la tecnología, la que quedaría entonces desvinculada de aquellos valores que no sean estrictamente científicos (por ejemplo, los valores morales o las ideas políticas).

La enseñanza tradicional de la ingeniería ha puesto también su granito de arena en esta confusión. En un proceso que abarca una parte importante del siglo XX, pero sobre todo profundizado después de la Segunda Guerra Mundial, la educación ingenieril se fue desplazando desde una formación marcada por enfoques descriptivos de la tecnología y por prácticas profesionales concretas hacia una de base científica, más abstracta y teórica, en donde los modelos matemáticos tenían la hegemonía a lo largo del currículum. Este proceso implicó a menudo la pérdida de aquel conocimiento basado en la experiencia profesional y en el desarrollo técnico de la industria. Un historiador de la ingeniería, Bruce E. Seely, de Michigan Technological University, describe esta cuestión de manera muy convincente al afirmar que en un momento determinado los estudios teóricos pasaron a ser en número mucho más importantes que aquellos proyectos orientados a cuestiones prácticas. Asimismo, continúa Seely, los artículos publicados en revistas especializadas y las becas orientadas a tales fines fueron reemplazando a la experiencia en la industria y al desarrollo de patentes como indicadores de lo que se entendía debía ser una facultad de ingeniería de calidad. Para la década del ‘60 la tendencia hacia un estilo más analítico y teórico se tornó en la visión hegemónica a escala global, cuestión que en líneas generales sigue en vigencia hasta el presente. Al afirmarse esta concepción analítica de la ingeniería, las cuestiones que no podían ser reducidas a modelos matemáticos perdieron su lugar. Por tanto, el estudio del papel y las relaciones de la ingeniería con la sociedad, la política, la cultura, los derechos humanos y la ciudadanía, por nombrar sólo algunas áreas, quedaron reducidas a una mínima o nula expresión.

Sin embargo, desde hace poco más de diez años se empieza a plantear desde varios ámbitos especializados la necesidad de que las escuelas de ingeniería vayan adaptando sus marcos tradicionales de enseñanza a nuevos enfoques y visiones, más aptos para dar cuenta de las complejidades abiertas por el nuevo siglo. La American Society of Engineering Education y Accreditation Bureau of Engineering and Technology en los Estados Unidos, o el Consejo Federal de Decanos de Ingeniería, en Argentina, y la Associaçao Brasileira de Educaçao em Engenheria, en Brasil, han promovido nuevos patrones para la formación de los futuros ingenieros, en particular el de brindar la más amplia educación necesaria para conocer el impacto de la ingeniería en un contexto global y local, económico, ambiental y social. También la Unesco, la institución de las Naciones Unidas dedicada a la educación y la cultura, al reconocer el impacto mutuo que la ingeniería tiene con la sociedad y la economía va en el mismo sentido, ya que reconoce una identidad de la ingeniería con un carácter cada vez más interdisciplinar, incluyendo aquí los aportes de aquellas áreas propias de las humanidades y las ciencias sociales.

Este giro copernicano en la manera de entender y practicar la ingeniería redundará en beneficios tangibles para el conjunto de la sociedad. No solo se evitarán la proliferación de anécdotas que como la boutade de Macri mueven a sarcasmo o a risa. Lo que es realmente más importante y sustantivo es que la interacción profunda entre los saberes científicos y tecnológicos específicos y el sólido conocimiento de la cultura humana, en su más amplia acepción, permitirá alcanzar un mejor entendimiento de la naturaleza de los complejos problemas que las sociedades modernas le plantean a la ingeniería y, por supuesto, de sus soluciones

* Ingeniero, Cátedra Tecnología y Desarrollo Humano, Universidad Nacional del Comahue.

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