Dom 24.02.2013
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Lavandería...

› Por Néstor Restivo

El tráfico ilegal de armas y la evasión impositiva son las fuentes principales del dinero que fluye a los paraísos fiscales. El primer fenómeno puede tener clientes de diversa índole. El segundo es practicado en todos los países, con mayor o menor suerte según la capacidad de control estatal o social. Ambos matan: unos directa y otros indirectamente. Y ambos son antiguos, pero crecieron mucho, y juntos, en los años de predominio neoliberal en el capitalismo. Un período que por cierto necesitó controles, incluso armados, además de hegemonías mediáticas y culturales para imponerlos. Su objetivo fue recuperar o conquistar altísimos niveles de rentabilidad en la cúpula del empresariado y de las sociedades, gran parte de la cual se esconde en resguardados paraísos ilegales.

Uno de esos “tax haven” es Suiza. Y según Tax Justice Network, una entidad no gubernamental que reúne a analistas y militantes contra la evasión fiscal y las inequidades impositivas en todo el mundo, el Grupo de los 20, que a su vez congrega en un foro a los líderes de veinte de las mayores economías del planeta, tuvo la oportunidad de empezar a exigir a la Comunidad Helvética reformas a su sistema económico, que cumple, dijo TJN, una “función clave” en el “fraude financiero global”.

En efecto, el G-20 se volvió a reunir el fin de semana pasado en Rusia y por primera vez Suiza fue invitada como país observador. TJN recordó entonces que esa pequeña nación, uno de los refugios más grandes del mundo para la evasión de impuestos, el dinero negro y para “esconder cientos de miles de millones de riqueza pública saqueados por ‘personas políticamente expuestas’ (PPEs) y otras personas de todo el mundo”, fue invitada por el presidente Vladimir Putin, o sea, el presidente de un país cuyas élites políticas están entre las “top ten” de las beneficiadas por esquemas como el suizo. Pero nada sucedió en cuanto al repudio de las prácticas financieras del país europeo.

En diciembre pasado, en este suplemento económico, el economista e historiador Mario Rapoport comentó el trabajo “Los orígenes de la ley de secreto bancario y sus repercusiones sobre la política federal suiza”, publicado en la prestigiosa The Business History Review, y daba cuenta de que “desde los años ‘60 la banca suiza difundió la idea de que el secreto bancario fue introducido para proteger a las víctimas de las persecuciones nazis”, que el autor no sólo desmintió sino que aludió al favoritismo de países “neutrales” como Suiza o España por el nazifascismo. Ese esfuerzo de propaganda, escribió Rapoport, fue “desmentido por los hechos. En realidad, respondió a intereses de las clases dominantes de ese país y de los propios bancos e instituciones financieras”.

En estos años, Suiza hizo algunas modestísimas reformas a su oscuro régimen financiero, como la firma reciente de un acuerdo de intercambio de información bilateral con Estados Unidos o la aceptación de normas, consideradas débiles, de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) sobre esa misma materia.

TJN advirtió que miembros del G-20 como Argentina, Brasil, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, Corea, Reino Unido, EE.UU., Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía y Rusia “por décadas han sido víctimas directas del secreto bancario de Suiza y otras formas de secreto financiero”, y en ellos incluye evasión impositiva con la complicidad de los bancos suizos más grandes, manipulación de precios de transferencia y ganancias transferidas a paraísos fiscales por medio de multinacionales suizas, y “el lavado de dinero por agentes suizos en nombre de las principales empresas criminales globales y PPEs”. Entre ellos, vale recordar los recientes escándalos que involucran a líderes del gobierno y del Partido Popular español o la expulsión del ex ministro de Finanzas griego Yorgos Papakonstantinu del socialdemócrata Pasok, ambos casos vinculados con evasión y cuentas bancarias suizas.

En el marco de las causas judiciales vinculadas con la actual crisis financiera global, EE.UU. investiga hoy a una docena de bancos helvéticos; Brasil al UBS; Alemania y Francia, al UBS y al Crédit Suisse; Gran Bretaña también lo hace por el fraude originado en especulación y manipulación con la tasa Libo; India y Sudáfrica por depósitos de oro, y entre otros ejemplos podría agregarse la persecución judicial que Argentina quiere hacer y no logra al protegido David Mulford, ex subsecretario del Tesoro estadounidense y hoy vicepresidente del Crédit Suisse, por la causa del “megacanje” de bonos de la deuda externa.

TJN ha dicho que “los ciudadanos ricos de los países en desarrollo en su conjunto han acumulado más de nueve billones de dólares de riqueza financiera off shore, la mayor parte de ella no gravada por impuestos. Desde Tailandia y Filipinas a Nigeria y Kenia, a Guatemala y Ecuador, los banqueros suizos han jugado un papel importante en esta descapitalización”. De hecho, hace unos días Crédit Suisse “alardeó abiertamente en su informe trimestral acerca de la forma en que habían aumentado sus depósitos de nuevos clientes de América latina y Asia”.

De acuerdo con analistas de esos flujos monetarios, en lugar de tratar a paraísos fiscales como colegas respetables debería exigírseles una mayor regulación bancaria, colaboración con otros países respecto de repatriación de activos robados o directamente la revocación de la ley de secreto bancario, que data de 1934. Asimismo, participación en el intercambio automático de información con países afectados por la fuga, evasión o lavado de dinero; mayor cooperación con la aplicación internacional de impuestos; vigilancia de las prácticas corporativas de evasión impositiva, y “auditorías públicas periódicas de depósitos de oro, joyas, bonos al portador, y otras riquezas que son de propiedad de PPEs, y están bajo el control de administradores de activos no financieros o escondidos en amplias bóvedas privadas de Suiza, fuera del alcance de las autoridades fiscales, de auditores bancarios y de la aplicación de la ley”.

Ni Suiza es el único paraíso fiscal (de hecho EE.UU. y Gran Bretaña son principales actores del sistema global del secreto financiero off shore) ni es ésta, por cierto, la única deuda del G-20, que en el albor de la crisis actual había prometido, sin grandes resultados a la vista, combatir la “contabilidad creativa” de las multinacionales, los despropósitos de las calificadoras de crédito, los fondos de inversión ultraespeculativos como los fondos buitre y otras manifestaciones del casino global, así como hacer algo más útiles a los organismos de crédito mundiales.

Pese a su crisis y a intentos de combate en algunos países, el neoliberalismo, responsable de las gigantescas fracturas sociales de estos tiempos para acumular y fugar riquezas restadas al progreso social, sigue dando batalla. Así como la acumulación de capital mundial se traslada a Asia, también hacia allí viajan los dineros mal habidos. Hace poco, el sitio swissinfo.ch dijo que el UBS explora la posibilidad de transferir su unidad de banca de inversión hacia Singapur, dada la vigilancia, todavía leve, que empieza a sobrevolar el cielo suizo. También en esta época de millonarios crispados por la “presión fiscal”, el asesor financiero de Liliane Bettancourt, heredera de L’Oréal y la persona más rica de Francia, dijo “Suiza ya no es lo que era, estoy trasladando sus cuentas a Singapur”. Y Financial Times Deutschland informó que gran parte del dinero negro depositado en el refugio alpino se está mudando a Singapur, un país chinoparlante que según un informe de Price-Waterhouse-Coopers recibió 400.000 millones de euros a la fecha.

Al finalizar la reunión del G-20 en Rusia, Eveline Widmer Schlumpf, ministra de Finanzas suiza, respiró tranquila. No recibió reproches. Y hasta le prometieron más invitaciones a foros como los de los ministros de Economía y gobernadores de los bancos centrales de los Estados miembros del G-20, o a los encuentros preparatorios y grupos de trabajo que abordarán las cuestiones financieras y monetarias. Eveline dijo a la prensa: “Existe una necesidad de armonización fiscal a escala internacional, pero esto no debe frenar, en ningún caso, el desarrollo económico. Esta reforma no debe conducir a que algunos países creen condiciones privilegiadas para respaldar a las empresas, lo que implica también abordar la cuestión de las subvenciones y las ayudas que otorgan algunos Estados”. Muchas fortunas que habían abierto un ojo volvieron a dormir la siesta entre los bellos lagos y montañas de Ginebra, Zurich o Basilea. O a lo sumo se cercioraron de que un billete a otro paraíso, en clase ejecutiva, esté al alcance de sus manos (sucias)

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