Dom 07.04.2013
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LA RELACIóN CAPITAL-TRABAJO Y EL AUMENTO DE PRECIOS

Inflación por alza salarial

› Por Andres Asiain y Lorena Putero

Cada vez que se discuten aumentos de salarios en las paritarias se oyen voces que advierten sobre su impacto en los precios, señalando al trabajador como responsable por la inflación. De tal diagnóstico derivan una determinada propuesta estabilizadora: hay que parar las alzas de salarios para frenar los incrementos de precios. Sin embargo, los aumentos de salarios generan subas de los costos, no de los precios. Entre ambos, hay una decisión empresarial de traslado de costos a precios para mantener el margen de ganancias. En ese sentido, el empresario actúa de la misma forma que el trabajador, incrementando su ingreso nominal para mantenerlo en términos reales. Señalar a uno invisibilizando al otro es tomar partido por una de las partes en la vieja lucha entre el capital y el trabajo.

Por otro lado, los aumentos de salarios intentan recuperar la pérdida de poder de compra que ocasionó la suba previa de los precios. Al respecto, plantear si los salarios o los precios aumentaron primero se parece en mucho al inconcluso debate sobre quién fue primero, el huevo o la gallina. Más útil es discutir cómo se van a determinar a futuro, lo que implica debatir cómo se va a distribuir el ingreso. Quienes proponen congelar salarios sin intervenir sobre los precios están proponiendo bajar la inflación a costa de una baja del salario real de los trabajadores. Esta política tiene pocas chances de prosperar, dado el elevado nivel de empleo y la fortaleza de las organizaciones sindicales. Es por ello que quienes las proponen lo hacen en el marco de un “plan integral antiinflacionario” que incluye cierta dosis de ajuste, apertura y represión, como mecanismos de persuasión.

Del otro lado, pedir aumentos nominales de salarios sin regular su posterior traslado a precios es pan para hoy y hambre para mañana. Las paritarias han sido una herramienta clave para recomponer el salario luego de la crisis de la convertibilidad, y para evitar el deterioro de los ingresos laborales en un contexto inflacionario. Sin embargo, se ha mostrado como una herramienta limitada para avanzar en la redistribución del ingreso en los últimos años, en que los salarios crecieron en promedio levemente por arriba de los precios (según los miden las estadísticas provinciales). Sí les ha servido a ciertos sindicatos que representan a grupos de trabajadores de sectores productivos de elevada rentabilidad, para obtener incrementos de salarios superiores al promedio. Pero lejos de combatir al capital, su posterior traslado a precios generó una redistribución del ingreso entre los trabajadores, desde los que menos ganan hacia los que tienen mayores ingresos.

En la actualidad, el Gobierno ha implementado un congelamiento temporal de precios con los supermercados, generando un contexto favorable para negociar paritarias moderadas sin que impliquen pérdidas en el poder de compra de los salarios. Este tipo de políticas de estabilización de precios previas a la negociación salarial podrían ser mejor aprovechadas si se contara con un índice de precios aceptado por empresarios y sindicalistas para acordar aumentos de salarios reales, en lugar de nominales. De esa manera, la estabilización inicial de los precios generaría una estabilización posterior de los salarios, que consolidaría una baja de las tasas de inflación. Así se podría evitar que sindicatos y empresarios opositores negociaran aumentos salariales desmedidos que, tras ser trasladados a precios, socaven las bases de los acuerdos, con la intención de acelerar la inflación y desgastar al Gobierno

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