CICLO ECONóMICO, CRECIMIENTO, EMPLEO Y CONSUMO
› Por Andrés Asiain y Lorena Putero
La expansión económica de los últimos años permitió a muchos argentinos obtener un empleo y mejorar sus ingresos. De esa manera, millones de excluidos de la sociedad de consumo dejaron de serlo, impulsando la actividad empresaria con sus compras que, del otro lado del mostrador, se presentan como ventas. Este ciclo expansivo de más consumo, más ventas, más producción, más empleo y, nuevamente, más consumo, es objetado por quienes murmuran que “la fiesta se va a terminar” al observar con desaprobación la extensa fila en la caja de algún supermercado.
Considerar como una fiesta un proceso de expansión económica delata lo mal acostumbrados que nos tuvo el andar económico del país en las décadas anteriores. Por ello detrás del mito no sólo se encuentran las minorías privilegiadas que prefieren evitar filas en los bancos, aeropuertos o restaurantes, por más que ello implique que muchos no puedan acceder a esos servicios. Están también quienes honestamente desconfían de la bonanza porque pintan canas y ya vieron varios despegues económicos que terminaron en aterrizajes forzados. Ese reflejo agorero es explotado por los medios opositores que bombardean cotidianamente con el dólar blue y la inflación generando una psicosis colectiva en donde la realidad de relativa bonanza económica se funde en una ficción de caos y depresión.
Lo cierto es que la situación externa de la economía es sólida. Tras negociar una importante quita, el nivel de endeudamiento es bajo y el de reservas internacionales continúa elevado. Las exportaciones se ven favorecidas por altos precios que compensan el bajo crecimiento coyuntural de algunos clientes. Mientras, las restricciones a la compra de dólares terminaron con esa vía de pérdidas de divisas impactando en una cotización paralela que no tiene demasiadas consecuencias reales, más que las ganancias especulativas de quienes lucran con la desesperación ajena. De esta manera, se aleja el fantasma de un faltante de dólares en el corto plazo, y también en el mediano si maduran las inversiones de YPF bajo control estatal y se reducen las importaciones de combustible.
Por otro lado, el nivel de competitividad de la economía es elevado, ya que si bien nos encarecimos respecto de los Estados Unidos, la devaluación del dólar frente a las demás monedas del mundo permitió que sigamos siendo competitivos respecto de la mayoría de los competidores. Adicionalmente, para el caso de algunos productores que deben sufrir la competencia de países de bajos salarios y grandes escalas como China, la administración de importaciones le reserva una porción del mercado interno. Además, existen políticas que, sin implicar una devaluación general, pueden estimular a sectores puntuales que enfrenten dificultades para sostener sus ventas externas.
Respecto de la inflación, las políticas de paritarias, incrementos de jubilaciones y asignaciones han cubierto a quienes históricamente la sufrían y el mayor riesgo asociado al andar de los precios es que alguien intente frenarlos mediante un plan integral que implique la reducción del gasto público. Por el contrario, la desaceleración coyuntural de la economía requiere más gasto estatal, especialmente en el relanzamiento de la obra pública y la construcción de viviendas. El lanzamiento del Pro.Cre.Ar y el incremento de las partidas presupuestarias destinadas a obras en los primeros meses del 2013 indican una dirección correcta que tal vez falte transitar a mayor velocidad. Pero más allá de las vicisitudes de la coyuntura, el país atraviesa un saludable proceso económico que permite que cada vez más argentinos accedan a una vida digna, lo que sin confundir con una fiesta, es para festejar
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