EL MOVIMIENTO DE AUTOGESTIóN LIDERADO POR TRABAJADORES LLEGó A ITALIA
› Por Esteban Magnani y Marco Semenzin
Italia vive una crisis económica, política y social muy profunda que no convoca más atención sólo porque otros miembros de la Unión Europea sufren peores situaciones. Lo cierto es que este país lleva ya una década alternando contracciones de su PBI con magros crecimientos, mientras que la clase política se encuentra en un profundo desprestigio. Mientras, la clase trabajadora, que sufre una tasa de desocupación que llegará al 12 por ciento en 2014, según la Unión Europea, busca alternativas de supervivencia. Hay trabajadores italianos que se suman a la lucha por la autogestión que ya tiene antecedentes en Grecia, España, Estados Unidos, basados en la experiencia argentina de empresas recuperadas. El caso más importante es el de la fábrica Maflow, que se encuentra en Trezzano sul Naviglio, cerca de Milán, ciudad símbolo del progreso y la industria italiana.
La historia de esta fábrica de autopartes es similar a la de tantas otras que sufrieron el recetario de ajuste neoliberal. Maflow fue fundada en 1973 y producía para las grandes marcas de automotores. Luego de varios pases de manos iniciados a partir de 1999 y con una crisis generalizada que afectó a uno de sus clientes principales (BMW), la cantidad de trabajadores bajó de 1000 a 330. En 2009, el tribunal de Milán declaró insolvente a la empresa y los trabajadores reaccionaron con un piquete en la puerta. En 2010, la empresa pasó a manos de un sociedad de inversión polaca llamada Boryszew, que veía en la producción más un lastre que un incentivo y propuso reducir la planta a solo 80 trabajadores como condición para hacerse cargo. El grupo inversor nunca pagó los salarios que se adeudaban a los empleados y en diciembre de 2012 cerró definitivamente la planta.
El grupo Occupy Maflow, que venía sosteniendo la lucha desde 2009, ante la evidencia de que la estrategia empresarial conducía al achicamiento y el cierre, propuso al conjunto de los trabajadores formar una cooperativa. Con el apoyo de la Confederazione Unitaria di Base (CUB), del ex senador de Rifondazione Comunista Malamarba y agencias del Estado, diez trabajadores formaron en marzo de 2013 la cooperativa Ri-Maflow, para iniciar un proyecto de reciclado industrial en la misma planta. Buscan poner en marcha la producción y además cambiarla con mayor utilidad social, sobre todo de reciclado y reutilización de materiales electrónicos. También quieren aprovechar el espacio para trabajar con pequeños campesinos orgánicos locales que usen la planta como mercado de productos orgánicos. El movimiento en la fábrica les permitiría, además, difundir su modelo en la zona.
Actualmente, el emprendimiento, que ya suma 17 trabajadores, está buscando el capital necesario para la reconversión, el que podría salir del reciclado de los rezagos que quedaron. Al menos han conseguido el permiso de uso del espacio por parte de la actual propietaria, la Banca Unicredit. Los trabajadores se consideran parte de Rivolta il Debito, un movimiento internacional que cuestiona que la deuda pública, creada por especuladores y banqueros, caiga sobre las espaldas de los trabajadores. María Rosa, una trabajadora de la cooperativa, relató: “Frente al hecho de que el patrón se escapó, echó a todos, robando la marca de la fábrica y los pedidos de BMW obtenidos con nuestra profesionalidad, para nosotros la reapropiación significa recuperar las instalaciones abandonadas. Las consideramos nuestras porque siempre trabajamos acá y deben ser asignadas como resarcimiento social”.
La sociedad de la información también ha contribuido a la nueva modalidad de lucha, al permitir que historias que no suelen ganar las tapas de los diarios lleguen ampliamente a todo el mundo y sirvan como fuente de inspiración. Donatella, una trabajadora que actualmente vive de la protección social, afirmó que “nos hemos inspirado en la experiencia de las empresas recuperadas argentinas y de otras en España y Grecia, pero también de la historia de la sociedad de socorro mutuo en Italia”. Se trata de un caso pequeño en términos cuantitativos, pero simbólicamente muy fuerte que sirve para fomentar debates que las sociedades europeas no parecían en condiciones de retomar
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