LA QUIEBRA DE LA BARING BROTHERS
› Por Andres Asiain y Lorena Putero
El mito de la Argentina como un “deudor recalcitrante”, formulado recientemente por la Cámara de Apelaciones de la Justicia de Nueva York al avalar el fallo Griesa, tiene sus antecedentes históricos. El más famoso es el que atribuye a la morosidad argentina en pagar sus deudas la quiebra del banco inglés Baring Brothers hacia finales del siglo XIX. El mito suele ser mencionado anecdóticamente por quienes adoctrinan en finanzas a estudiantes de economía de distintas universidades del país, inculcando la idea de que los argentinos tenemos un largo historial de incumplimientos financieros.
La historia de la banca Baring y la deuda externa argentina nace con el primer empréstito tomado por Rivadavia, en 1824. En su famoso trabajo sobre la “Historia del primer empréstito”, Scalabrini Ortiz mostró que del millón de libras emitido como deuda nominal, sólo se recibieron 552.700, la mayor parte como letras a descontar en casas comerciales inglesas instaladas en Buenos Aires. Una larga historia de comisiones y corrupciones, garantías de tierras públicas y rentas aduaneras, cesaciones de pago y renegociaciones, derivó en el desembolso acumulado hasta el último pago, en 1901, de unos 4,8 millones de libras (nueve veces el monto inicialmente recibido).
El mito de la quiebra de la Baring transcurre durante el mandato de Juárez Celman (1886-1890) en un contexto de fuerte especulación en la City de Londres sobre valores extranjeros, especialmente sudamericanos. La casa Baring hacía de intermediario, comprando los valores locales y revendiéndolos a un precio superior a los ahorristas ingleses. La colocación en ese mercado de bonos de deuda pública nacional, provincial y municipal, cédulas hipotecarias y acciones de ferrocarriles recientemente privatizados generaba un masivo ingreso de libras a la economía argentina. Todos ganaban mientras la burbuja especulativa continuara en alza. Las deudas se pagaban con nuevas deudas, las cédulas hipotecarias aumentaban estimuladas por el creciente valor de las propiedades y la afluencia de divisas alcanzaba también a cubrir el déficit del comercio exterior generado por el alza de las importaciones al calor de la creciente actividad económica. Sin embargo, una serie de eventos negativos en los mercados financieros internacionales llevaron al Banco de Inglaterra a incrementar la tasa de sus bonos, disminuyendo el atractivo en la especulación en valores argentinos, que se descubrieron repentinamente riesgosos. La corrida no tardó en iniciarse y la casa Baring se encontró al borde de la quiebra al verse empapelada de valores argentinos que no lograba colocar en la City.
En el marco de la crisis se produce la Revolución del Parque, que termina en la renuncia de Celman y su reemplazo por Pellegrini. Lejos del mito de deudor recalcitrante y más cercano a un pagador serial, el nuevo presidente acudió al auxilio de la casa Baring pagando la deuda con las últimas reservas internacionales y tomando un crédito en condiciones leoninas con la casa Morgan. La Baring Brothers finalmente eludió la quiebra gracias a un salvataje del Banco de Inglaterra. Por el contrario, la economía argentina sufriría la quiebra de sus principales bancos, una profunda desvalorización de su moneda y una violenta contracción de su economía.
El ministro de Hacienda que asumió tras la crisis, José Terry, en su libro La crisis 1885-1892, calificó el pago de la deuda con la Baring en las condiciones financieras de la economía argentina de 1890 como una operación “desastrosa bajo todos los conceptos”, preguntándose: “¿Acaso el deber de propia conservación no prima sobre el mismo crédito de un pueblo?”
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