Dom 11.05.2003
cash

EL PLACER DE LLAMARSE EE.UU.

Amo y señor

Los desequilibrios económicos de Estados Unidos definirían una intervención del FMI. La primacía del dólar en el sistema financiero internacional le permite esos desajustes.

Por Alejandro Marco del Pont *

Si algún gobierno al sur del río Bravo tuviera los indicadores que presenta Estados Unidos en la actualidad, el FMI hubiera pedido a un grupo de notables que intervenga su economía. Pero dada la forma de financiamiento y votación que tiene el propio organismo internacional, resultaría por demás insólito que el miembro con mayor contribución anual de unos 50.849 millones de dólares, y con el mayor número de votos, 17 por ciento, se autointervenga.
Un déficit en cuenta corriente estimado en cerca de 503.427 millones de dólares, un agujero presupuestario de entre 300.000 y 400.000 millones en el 2004 y una deuda de 6460 billones de dólares es el escenario que muestra la economía norteamericana para el 2003. Ante un cuadro de situación de características similares, resultaría a todas luces inaudito que un país emergente osara imaginar la herejía de sentarse ante el organismo internacional para plantearle una rebaja en los impuestos. Estados Unidos lo lleva a cabo y no se le ocurre ni siquiera consultar al organismo financiero.
Una de las virtudes de llamarse Estados Unidos es que cuenta con la capacidad-facilidad de devaluar el dólar, que no posee ninguno de los países del Primer Mundo, así como de disminuir sus déficit en cuenta corriente a través de esta caída de su valor, aumentando de esta manera la competitividad de su economía. Todo esto sin consultar a ninguno de los actores internacionales. Si bien es cierto que casi la mitad de los bonos norteamericanos se encuentra en manos de extranjeros, y que podrían esfumarse de Estados Unidos con una simple orden por computadora, también lo es que los primeros saldrán a un precio, no así los demás, por lo que es difícil que alguien quiera asumir esta gran pérdida sin opciones claras a futuro. La desvalorización del dólar avivó la imaginación teórica con la cual surgió una de las especulaciones en boga, en la cual se pretende cambiar al dólar por el euro como moneda patrón de mercadería. Y hasta se llegó a imaginar que una de las consecuencias de la invasión a Irak estaba relacionada con el cambio de moneda producido por el país árabe en el 2001.
La realidad marca que el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos, así como la licuación de pasivos se está llevando a cabo de la manera más simple, devaluando, lo que en otras épocas se llamaba poder de señoreaje. La economía norteamericana necesita exportar más, importar menos y reactivar el alicaído mercado de trabajo y, aunque parezca extraño para los oídos de quienes presionan con el apodo de mercado, cerrarse más.
En los últimos veinte años, las cuentas exteriores de la economía estadounidense han arrojado déficit por cuenta corriente sistemáticos, salvo en 1991, cuando registró equilibrio. Ese desequilibrio empezó a agudizarse a finales de la década de los ‘90, iniciándose el 2000 con un déficit por cuenta corriente del 4,5 por ciento del PBI, que llegará hasta el 4,9 en 2003, según las previsiones recientes de la OCDE.
Las razones que explicarían la conservación del déficit en cuenta corriente sin una catástrofe para la economía norteamericana se centran en dos argumentos: 1) el papel “estelar” del dólar en el Sistema Financiero Internacional, que hace que esa moneda sea utilizada como medio de pago, unidad de cuenta y depósito de valor a nivel internacional; 2) el dinamismo de su economía, sobre todo en el ciclo económico expansivo más largo conocido entre 1992 y 2000, que incrementó su déficit comercial.
El papel del dólar en el Sistema Financiero Internacional es incuestionable. A título ilustrativo, en el año 2001 las operaciones denominadas en dólares estadounidenses representaron el 90,4 por ciento de las operaciones totales realizadas en el mercado de divisas, frente a un 37,6 para las denominadas en euros, un 22,7 para las efectuadas en yenes y un 13,2 en libras esterlinas. Los porcentajes especificados suman más del ciento por ciento, ya que en toda operación realizada en el mercado de divisas se contabilizan las operaciones de compra y venta por separado, sumando en su totalidad un 200 por ciento.
El crecimiento de la economía estadounidense entre 1991 y el 2000 fomentó la demanda de activos financieros denominados en dólares que, a su vez, incentivó la entrada de capitales favoreciendo la valorización del dólar y deteriorando la balanza comercial, que terminó incidiendo en el desequilibrio en cuenta corriente.
Los capitales externos, inversión directa e inversión en cartera estuvieron estrechamente ligados al auge de sectores de alta tecnología. Esa tendencia cambió en 2001 y la entrada de capitales se ha restringido al endeudamiento del sector privado y las inversiones en cartera han retrocedido significativamente (explosión de la burbuja financiera). Todo esto provocó que el país receptor neto de flujos de capital esté pagando servicios cada vez más elevados.
Pero aun con estos problemas que acarreará, no sólo a la economía norteamericana, sino a la economía mundial, la capacidad de emisión de dólares y el ingreso de capitales por parte de quienes tienen superávit con Estados Unidos, como el caso de China, garantiza que mientras la confianza en el dólar se mantenga el déficit podrá ser manejado.

* Director de KP&M Consultores.

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