› Por Javier Lewkowicz
El deterioro de la balanza comercial argentina despertó en el circuito local el debate acerca de cómo la industria puede reducir el enorme monto de divisas que demanda por año. La política industrial es la herramienta, pero el mundo y la Argentina eran otros la última vez que se utilizó, antes de 1976. William Milberg, profesor de economía de la New School University de Nueva York, estudia cómo los distintos países ahora se vinculan entre sí a través de las cadenas globales de valor que despliegan las transnacionales. En diálogo con Cash, sostiene que la producción, a diferencia de lo que a veces se cree, está organizada en forma regional más que global, entonces la coordinación con países vecinos es clave para estar presente en los eslabones de la cadena más creadores de valor. Vino al país para participar del Foro de Desarrollo organizado por la Universidad de San Martín y el Observatorio Latinoamericano (OLA) de la New School University.
¿Qué estrategia debe tomar un país periférico con intenciones de reindustrializarse en un mundo dominado por las cadenas globales de valor, donde las empresas localizan cada segmento de la producción allí donde más les conviene? ¿Es inefectiva la sustitución de importaciones como planteaban los industrialistas en los ’60?
–Argentina es muy distinta de Turquía o China. La palabra global asume una uniformidad que no existe. Argentina, por su localización, sus recursos naturales y sus capacidades, va a tener un particular perfil en las cadenas globales de valor. La política industrial actual no es como en los ’60, a través de la sustitución de importaciones, pero igualmente el Estado puede y debe jugar un rol significativo. Es que lo que está emergiendo en estas cadenas globales de valor son las redes de producción regionales, que parecen tener a los países del Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como ejes. Se identifican cadenas más regionales que globales, porque la red correcta para la lógica capitalista resultó ser más bien regional. Y la cuestión es: ¿vas a permitir que lo regional lidere la economía de tu país o lo vas a impedir? Es un nuevo tipo de política industrial, más vinculada con las exportaciones, aunque no solamente, a diferencia del modelo asiático, y con un ancla regional.
El boom de precios de los commo-dities hace que algunos piensen que lo mejor es primarizar las economías.
–La respuesta es que la lucha se da hacia adentro de la cadena de producción y consiste en quién logra agregar más valor. ¿Ustedes han agregado valor a los commodities que mandan a China? ¿Le incorporan ingeniería, procesamiento, empaque? La industrialización es también agregar valor a las materias primas.
Hay teóricos que plantean que la globalización deja sin capacidad de respuesta a los Estados, porque si la Argentina, por ejemplo, decide aplicar regulaciones para incorporar valor en un eslabón de la cadena, el capital se mueve a otro país. ¿Está de acuerdo con esa apreciación?
–No estoy de acuerdo. La evidencia es demasiado importante del otro lado. No ha habido ni un solo país que se haya industrializado sin una protección muy fuerte por parte del Estado y con una liberalización muy gradual. La liberalización es el resultado del desarrollo, nunca la causa. China e India han tenido estrategias muy proteccionistas en el mercado de capitales y en el flujo comercial, con objetivos de inversión muy definidos. Ahora bien, Argentina no es de ese tamaño. Por eso hay que aprovechar lo regional para poder sostener la importancia de la intervención estatal. Si la escala es regional, inclusive en la fabricación de piezas y partes, hay mayores chances de crear más valor. La escala regional es fundamental para hacer política industrial hoy.
¿Qué aspectos estructurales le resultan salientes de la fase de la economía mundial que se abre con la crisis de 2008?
–Son tres aspectos los que se destacan en esta etapa: inequidad, redes de producción globalizadas y crecimiento del sector financiero. Por supuesto, todos en parte son resultados de procesos acumulativos, uno no puede diseccionar la historia. Sin embargo, pienso que lo que ocurrió en 2008 sí representa algo nuevo, hay cambios estructurales asociados en los que creo que vale la pena focalizarse. En relación con la inequidad, el quiebre ocurre claramente a mediados de los ’70. Desde ese momento, el ingreso medio en los Estados Unidos quedó completamente estancado. Ya son 40 años. El crecimiento de la inequidad no es una consecuencia sino una de las causas de la crisis. Y también es claro que algo que se llama globalización empezó a acelerarse en los ’80. Eso produjo cambios acumulativos en la cadena de producción, una expansión de la red global de producción a partir de la economía mundial, con la democracia en América latina, la caída de la Unión Soviética y la aparición de China e India en el concierto del capitalismo mundial. Hay que tener en cuenta que la fuerza de trabajo disponible en el mundo, a partir de estos fenómenos, se duplicó, y algunos dicen que hasta se cuadruplicó. En tercer lugar, el valor se recicla crecientemente en el sector financiero: las corporaciones no financieras se han financiarizado.
¿Es sostenible la situación europea, con una exigencia de austeridad que inhibe la posibilidad de crecimiento al tiempo que es cada vez más delicada la situación social?
–Pienso que Angela Merkel es una política brillante, porque hace lo justo y necesario para mantener al euro a flote, pero no tanto como para perder apoyo a nivel doméstico. Me parece que la clave para saber cómo sigue esto es Italia. Es el caso testigo. Si la situación de Italia empeora, todo se puede volver terrible, inclusive para Alemania, que por ahora tiene exportaciones que superan las expectativas, pero no son suficientes para sostener a toda la región. De modo que creo que la situación es delicada pero todavía sostenible. Es despareja también, porque a Alemania, Dinamarca y a Suecia les va bien, mientras que los Piigs están en crisis. Europa es un ejemplo de lo que yo denomino la teoría de “arreglárselas”, que refleja la dificultad de hacer cualquier cosa decisiva. También se siente muy fuerte en los Estados Unidos. No soy sólo un crítico de esa forma de hacer política económica, creo inclusive que necesita teorizarse y ser entendida
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