› Por Alberto Díaz *, Graciela Gutman ** y Pablo Lavarello ***
La biotecnología es una disciplina que afecta a nuestra vida cotidiana de manera directa e indirecta. Su importancia para la industria, la producción en general y la economía de nuestro país sigue siendo poco visible, salvo en el caso del sector agrícola, con el uso de semillas transgénicas, debido a su impacto comercial y político, y por las discusiones tecno-socio-ambientales que ha provocado. Asimismo, existe un conjunto de actividades que, con la creación o la utilización de las nuevas herramientas biotecnológicas, producen bienes y servicios a partir de bioprocesos, dando lugar a la emergencia de la denominada biotecnología industrial (BI).
La aplicación de la moderna biotecnología industrial en el sector salud (biofármacos, vacunas, diagnósticos), que se desarrolla aceleradamente en el mundo impulsando su uso en otros sectores productivos, surgió muy tempranamente en nuestro país, pocos años después que en los Estados Unidos. Dada su experiencia previa en la producción de productos biológicos, la Argentina comenzó a adoptar técnicas biotecnológicas para la producción de biofármacos ya hacia mediados de los años ‘80. En los últimos diez años, impulsadas por la búsqueda de nuevas fuentes para la obtención de energía y productos químicos basados en materias primas renovables, han ido creciendo a nivel internacional las inversiones, las investigaciones y la creación de empresas (o bien la fusión de empresas existentes o su compra) en otras aplicaciones de biotecnología industrial. Se trata de la biotecnología aplicada a la bioenergía (alcohol, biodiésel), la biorremediación, la producción de biomateriales, enzimas e ingredientes para la industria alimentaria y otras industrias, la biominería, la química fina y otras aplicaciones industriales, producciones en su mayor parte todavía incipientes, llamadas muchas veces biotecnología blanca.
Sin embargo, las oportunidades de la biotecnología no son iguales en las distintas aplicaciones. En aquellos sectores en los que las nuevas tecnologías no desplazan a las tecnologías existentes, sino que son altamente complementarias con las mismas, y exigen una elevada escala mínima para su producción, las empresas multinacionales (EMN) líderes tienen grandes chances de absorber rápidamente las nuevas tecnologías e impedir la entrada de nuevas empresas de países periféricos. Este es el caso de algunas aplicaciones de la biotecnología industrial, en las que las posibilidades de inserción de países periféricos se han visto limitadas frente al avance de las EMN. En nuestro país esto ha sucedido con las biotecnologías extractivas de enzimas para convertir el almidón en jarabes con alto contenido de fructuosa, adoptadas inicialmente por una alianza entre el grupo nacional Arcor y una empresa especializada de Estados Unidos, pero que luego fue adquirida por la multinacional Genencor (hoy bajo el control de Dupont).
En las aplicaciones en las industrias de la salud, al comienzo de la emergencia de las biotecnologías basadas en el ADN recombinante, las grandes EMN farmacéuticas no contaban con las capacidades tecnológicas para desarrollar biofármacos. Ello posibilitó, en Estados Unidos, la entrada de nuevas empresas especializadas en biotecnología. Pese a que estos desarrollos fueron inicialmente impulsados por estas empresas de menor tamaño, desde los años ‘90 las grandes EMN han logrado recuperar su liderazgo en este mercado gracias al control de la propiedad intelectual y de las etapas regulatorias para la aprobación de los nuevos medicamentos.
Desde la perspectiva de un país periférico cabe preguntarse cuáles serían los sectores de la BI que convendría priorizar en una estrategia de política tecnológica y de cambio estructural.
Existen aún ciertas oportunidades transitorias en las industrias biofarmacéuticas asociadas, por un lado, al hecho de que la emergencia de nuevas aplicaciones desafía constantemente a las grandes empresas líderes, y por el otro, a que el marco regulatorio no se encuentra aún totalmente definido en ciertos segmentos de mercado que pueden tener alto dinamismo. Ello es así porque la mayor parte de las rupturas tecnológicas se concentran en la industria de la salud y luego de cierto tiempo se difunden a otras aplicaciones. Desde el punto de vista regulatorio, existen ciertas oportunidades de entrada en las aplicaciones de salud para los países semiindustrializados como la Argentina, en la producción de drogas biosimilares, esto es la producción de drogas biotecnológicas cuyas patentes han empezado a vencer en los últimos años y los marcos regulatorios para su aprobación aún están sujetos a discusión. Cabe destacar que los productos biosimilares son más complejos que los genéricos tradicionales de la industria farmacéutica, por cuanto requieren realizar costosos procesos de equivalencia clínica y controlar los procesos productivos involucrados. La Argentina ha avanzado desde muy temprano en un proceso de aprendizaje regulatorio y en la producción de biosimilares.
Un estudio reciente de los autores de esta nota ha permitido apreciar que en este sector existían en el país, a fines de 2009, cuatro empresas con capacidades de adopción y desarrollo de nuevos procesos biotecnológicos, que producen localmente y exportan los principios activos de estas moléculas a países en desarrollo, a las que se le agregan unas 20 empresas que realizan el desarrollo galénico de estos principios activos, en la producción de biofármacos, reactivos, cultivos celulares y otros productos/servicios biotecnológicos.
Si se considera que en todos los países desarrollados la industria de la salud es la que primero ha construido la base de conocimientos sobre la cual avanzar hacia una diversificación de actividades hacia otras aplicaciones industriales, su impulso resulta clave para todo sendero de industrialización a partir de las biotecnologías. Para que la Argentina fortalezca la base de conocimientos biotecnológicos, es necesario que las políticas científicas y tecnológicas impulsadas desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología en la última década sean acompañadas por un conjunto de acciones que actúen sobre las etapas industriales, regulatorias y sobre el nivel y la composición de la demanda, contando con la participación en el diseño y aplicación de las políticas de otros ministerios altamente involucrados en estas actividades: Agricultura, Salud, Industria.
Este tipo de acciones permitiría ir más allá de un perfil de especialización orientado a la exportación de commodities agrícolas y resultaría consistente con un modelo conducente a la ampliación de la cobertura de salud de la población. Asimismo, un mayor equilibrio entre importaciones y producción nacional en el marco de un esquema de compra administrada de medicamentos podría implicar una reducción en el costo del sistema de salud, dado que las empresas nacionales proveen los medicamentos biotecnológicos a costos menores que los importados por las empresas multinacionales. Para ello, es necesario repensar la configuración del sistema de salud (y de las alianzas a su interior), hoy altamente fragmentado y subordinado a las políticas de ventas de las grandes multinacionales.
* INTI/UNQ.
** CEURConicet.
*** CEURConicet/Unsam.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux