EL PROYECTO DE LA VENEZUELA BOLIVARIANA RESISTIDO POR LA DERECHA
En Venezuela está en disputa mucho más que la continuidad de un gobierno legítimo y democrático. Se está poniendo en cuestión un proyecto popular y latinoamericano creando un clima de ingobernabilidad.
› Por Carlos Andujar *
En Venezuela está en disputa mucho más que la continuidad de un gobierno legítimo y democrático, refrendado en cuanta elección se realice. Se está poniendo en cuestión un proyecto popular y latinoamericano, construido y sostenido, con diferente grado de profundidad e intensidad, por muchos de los gobiernos progresistas de la región.
Los golpes no tienen la impronta de los genocidas de la década del setenta pero pueden ser igual de efectivos y siniestros. Los llamados golpes suaves, de los que la Honduras de Manuel Zelaya y el Paraguay de Fernando Lugo no son los únicos ejemplos, son proyectos y acciones políticas no violentas para derrocar gobiernos. Incluyen la promoción del descontento y malestar, las denuncias de corrupción, las campañas en defensa de la libertad de prensa y las acusaciones de totalitarismo. Continúan con las protestas en las calles, los cortes, la toma de instituciones emblemáticas, la guerra psicológica a través de la instalación de rumores, campañas mediáticas y la desmoralización de los organismos de seguridad.
Se busca generar la deslegitimación del gobierno, el clima de ingobernabilidad y el aislamiento internacional. En definitiva, como señala el sociólogo Atilio Boron, “la escalada desestabilizadora que actualmente sufre la Venezuela bolivariana tiene un objetivo no negociable: el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. No hay un ápice de interpretación de quien esto escribe en esta afirmación. Lo que se busca es precisamente eso: un “golpe de estado” que ponga punto final a la experiencia chavista. Y continúa, “hace medio siglo que Estados Unidos está proponiendo sin éxito algo similar para Cuba. Ahora lo están intentando, con todas sus fuerzas, en Venezuela”.
Si bien los problemas sucesorios de proyectos políticos tan personalistas como el bolivariano son un momento propicio para iniciar acciones de derrocamiento, siempre latentes en un sector de la sociedad venezolana, existió otro golpe que da cuenta de las verdaderas razones que llevan a la derecha a intentarlo así, aquí y ahora.
El 7 de octubre de 2012, luego de conocerse la victoria con el 56 por ciento de los votos, el presidente Hugo Chávez Frías anunció desde el balcón del pueblo que un nuevo ciclo empezaba el mismo 8 de octubre. Pocos días después, el 20 de octubre en el Palacio de Miraflores, se llevó a cabo el primer Consejo de Ministros de este nuevo ciclo, en el cual el comandante hizo un llamado a la crítica y la autocrítica, a multiplicar la eficiencia, fortalecer el poder comunal y desarrollar el Sistema Nacional de Medios Públicos, entre otros temas de la construcción del socialismo.
En ese encuentro estaba presente quien, sin saberlo en aquel entonces, es hoy el conductor del Proyecto Bolivariano, Nicolás Maduro. El registro que documenta el discurso que el entonces presidente Chávez hizo hacia todos sus ministros se ha publicado bajo el nombre de “Golpe de timón”. En el mismo invita, mejor dicho, ordena, sin eufemismos ni discursos oscuros tal como era su estilo, a todos sus ministros a trabajar por la construcción del socialismo en Venezuela que no puede edificarse sobre las viejas, pero vigentes, estructuras, relaciones y lógicas capitalistas.
“Una vez veníamos con el ministro de Transporte e Infraestructura –relata Chávez–, en unos helicópteros y yo veo que están trabajando en las carreteras. Le dije, vamos a aterrizar ahí, entre Mantecal y Elorza. Les pregunto a los trabajadores: ¿dónde viven ustedes? ¿cuántos tienen casa propia? Casi ninguno. ¿Qué tipo de vivienda ocupan? Un rancho, arrimao. Resulta que los mismos trabajadores que laboran en la carretera no tenían vivienda. Preguntaba yo a unos ingenieros que estaban ahí: ¿en una hectárea caben cuántas casas? Ponle 10 hectáreas, 800 viviendas, de esas sencillas, que no son edificios ni nada, y entonces, aprovechando el impulso, como se dice, de la maquinaria que va por la carretera, millones de bolívares, técnicos, ingenieros, los mismos trabajadores que no tienen vivienda hubieran hecho aquí una urbanización para los trabajadores que laboraron en la carretera. No es lo mismo esto que, terminamos la carretera, cesaron en su trabajo, y qué esperarán esos trabajadores. La mayoría, que se vuelva a dañar la carretera para volver a trabajar sobre la misma carretera y así les pasa la vida, rodeados de tierra por todas partes, y terminan la vida sin vivienda y dejando a sus hijos sin vivienda. Y no sólo vivienda. Yo agarraría este pueblito aquí de diez hectáreas y a lo mejor aquí al lado cien hectáreas más, ganadería, agricultura. Ustedes saben, la carretera vista desde el punto de vista del capitalismo, ¿a quién beneficia más la carretera? Al latifundista que ahora va a sacar más ganado y va a bajar los costos. Creemos que la carretera es el objetivo, ¿será el ferrocarril el objetivo?, ¿será la carretera el objetivo? ¿O cambiar toda la relación geográfica-humano socioterritorial y cultural de sus inmediaciones a lo largo de un eje? Este último sí es, pero a veces no lo queremos entender, a veces no, casi nunca lo entendemos.”
Así de claro, así de contundente. No hay socialismo del siglo XXI si no se transforman las relaciones de producción capitalistas. Maduro lo sabe bien. La derecha venezolana, también.
* Docente UNLZ, Facultad de Ciencias Sociales.
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