Domingo, 4 de mayo de 2014 | Hoy
FENóMENOS NATURALES Y POBREZA
Por Diego Rubinzal
El incendio de los cerros de la ciudad portuaria de Valparaíso provocó la suspensión del primer viaje al exterior de la presidenta chilena Michelle Bachelet. El trágico saldo de esas jornadas fue la muerte de quince pobladores y la destrucción de 2900 viviendas. Los principales afectados fueron los sectores más vulnerables. Esa circunstancia estuvo lejos de ser casual. “Los pobres no elegimos dónde vivir”, respondió una damnificada ante la pregunta de por qué vivían en el cerro.
El director del Observatorio de Comunicación de la Universidad Católica de Valparaíso, Pedro Santander, explicó que “los cerros se han poblado de casas de material ligero, generalmente madera, y de trabajadores y trabajadoras de las que el capitalismo sólo de tarde en tarde se acuerda. Por eso, cuando llegaron los bomberos se encontraron con calles sin acceso, sin presión de agua, con pocos grifos”. El propio portavoz presidencial, Alvaro Elizalde, sostuvo que el incendio desnudó la desigualdad social chilena.
Lo sucedido en Valparaíso se replica en la mayoría de los desastres (inundaciones, terremotos, huracanes, incendios) ocurridos en América. En la década del 70, el periodista de The New York Times Alan Riding calificó como “terremoto de clase” al guatemalteco debido al universo poblacional afectado (sectores pobres, comunidades indígenas).
Lo mismo aconteció en Estados Unidos con el paso del huracán Katrina. En ese caso, los principales perjudicados fueron los afrodescendientes. La periodista Hinde Pomeraniec relató en Katrina: el imperio al desnudo que “los tres estados más golpeados... (fueron) estados pobres, con altos índices de desocupación, pobreza y encarcelamiento, demasiado parecidos en su registro de injusticia social a la mayor parte de los países latinoamericanos o, incluso, a algunos africanos”.
El enfoque clasista esbozado por Riding sería desarrollado por la escuela de pensamiento social inglesa conocida bajo el nombre de Economía Política de los Desastres. La idea central es que los efectos adversos pueden mitigarse mediante el desarrollo económico-social. En otras palabras, la probabilidad de un desastre crecerá cuando concurran dos condiciones: existencia de fenómenos naturales peligrosos (terremoto, huracán, inundaciones) y condiciones de vulnerabilidad social (por ejemplo viviendas mal construidas y/o mal ubicadas).
El especialista Allan Lavell señala en Los conceptos, estudios y práctica en torno al tema de los riesgos y desastres en América Latina: evolución y cambio, 1980-2004: el rol de la red, sus miembros y sus instituciones de apoyo que “el argumento esencial de estos escritos, que toman la llamada ‘teoría de la dependencia’ como marco conceptual para entender el subdesarrollo, es que los desastres son el resultado de procesos económicos y sociales globales, regionales y locales, que crean condiciones de existencia humana insostenibles frente a los eventos naturales extremos. El problema de los desastres es el problema de la vulnerabilidad humana. Los escritos de estos autores marcan el principio de lo que posteriormente se denominaría, la Escuela de la Vulnerabilidad, que tanto auge tendrá durante las siguientes dos décadas”.
En ese marco, la gestión integral del riesgo pasa a estar emparentada con el desarrollo económico-social. Así, “la idea de la Gestión del Riesgo sugiere procesos complejos y de importante arraigo en el componente social de la ecuación, de igual manera que la puesta de la atención en el riesgo, también rescata estos mismos procesos, a la vez que hace evidente el aspecto más fundamental del problema de desastre, o sea, la condición que permite que suceda. A raíz de estos cambios de concepción es que surge con mayor fuerza después del año 2000 la noción de ‘reducción del riesgo de desastre’, a diferencia de ‘reducción de desastres’”, concluye Lavell
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