“CAPITALISMO COGNITIVO”, SOFTWARE LIBRE Y MATRIZ PRODUCTIVA
Durante la última semana de mayo se realizó en Quito la Cumbre del Buen Conocer, donde se debatieron propuestas de políticas públicas para promover una economía que, en lugar de basarse en recursos finitos, lo haga en otros infinitos, como el conocimiento.
› Por Esteban Magnani
Desde Quito
A lo largo de la historia, los bienes comunes han tendido a ser cercados, apropiados, patentados. En Europa, a fines de la Edad Media, fueron los terrenos comunales los que se cercaron para beneficio de unos pocos. Más cerca en el tiempo, el conocimiento común sufriría un proceso similar: saberes medicinales, relatos y hasta genes se han cercado por medio de patentes. Y en los últimos años, hasta las relaciones personales como la amistad han sido empaquetadas por las redes sociales para transformarlas en un formidable negocio. La profundización de este fenómeno llevó a lo que hoy suele llamarse “capitalismo cognitivo”, es decir, una forma de acumulación económica basada más en la venta de patentes, licencias, tecnología, productos culturales y otras formas de conocimiento, que en la producción de bienes.
Este retroceso constante de los “comunes” tiene algunas excepciones. Una de las más recientes y de mayor crecimiento ha sido el software libre (SL), es decir, la elaboración de recursos informáticos comunes por parte de la comunidad para beneficio de todos. Esta dinámica ha generado gran cantidad de software que revela cómo está hecho para que otros lo modifiquen y lo mejoren, con la garantía de que los avances también serán libres gracias a licencias específicas. En pocas décadas este tipo de software llegó a servidores, bancos, celulares y hasta a la Estación Espacial Internacional, que recientemente pasó a utilizar una distribución de GNU/Linux llamada Debian. Software que habría costado millones es producido entre muchos para beneficio de todos.
El modelo avanzó hacia otros campos: hardware libre, desarrollo de tecnologías libres, películas, música. Este fenómeno, al que se bautizó cultura libre, tiene ejemplos poderosos: Wikipedia, si se cotizara desde la lógica del mercado, valdría miles de millones de dólares y, sin embargo, funciona como un bien común de libre acceso al que, además, todos podemos contribuir. Millones de dólares en recursos producidos por el conjunto para el beneficio de todos hacen que, justamente, pierda sentido ponerles un precio.
El éxito de este modelo surgido desde las bases para dar respuestas más satisfactorias y accesibles permitió imaginar una economía basada en el conocimiento libre.
En Ecuador el “Buen Vivir” o “Sumak Kawsay” es uno de los principios que rige la Constitución de 2008. Este plantea un modelo de vida que excede la mercantilización de la vida para poner al frente valores ancestrales, respeto a la Pachamama (Madre Tierra), igualdad, justicia social. Pero Ecuador se encuentra en un planeta con otras formas de circulación del poder y los recursos, y el Buen Vivir corre serios riesgos de no poder superar el nivel declarativo. En este momento, este pequeño país latinoamericano depende fuertemente de un puñado de recursos primarios exportables, sobre todo el petróleo. Desde el gobierno comprendieron que, si bien se está creciendo, depender de recursos no renovables no es sustentable en el largo plazo. Así fue que pensaron en de-sarrollar una sociedad basada en un bien no sólo renovable sino también infinito: el conocimiento.
Si bien la idea suena excelente, pensar en cómo cambiar la matriz productiva por otra basada en el conocimiento libre no es tarea fácil. Por eso el gobierno ecuatoriano contactó a un grupo de hackers y activistas a través del IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales) para que idearan políticas públicas que permitan avanzar hacia una economía social del conocimiento. Uno de los organizadores, el docente y promotor del SL Milton Cerda, explica que “el Buen Conocer nace en el contexto del Buen Vivir. Nos hemos dado cuenta de que no alcanza con agregar valor a los bienes primarios que exportamos. Ahora se quiere pasar de recursos limitados a recursos ilimitados como el conocimiento. Por eso el IAEN contrata una asesoría internacional para crear un proyecto que pretende dar líneas de política pública en muchos ámbitos para pasar de una economía primario-exportadora a una basada en el conocimiento”.
Durante la última semana de mayo se llevó adelante la Cumbre del Buen Conocer en Quito. Casi 200 personas de distintos lugares del mundo (con mayoría de ecuatorianos) y con experiencia en algunos de los campos se reunieron para proponer nuevas políticas públicas: marcos jurídicos de la propiedad intelectual, hardware libre, agricultura sostenible, energías renovables y descentralizadas, gobierno electrónico. Durante la presentación del evento el ministro coordinador de Conocimiento y Talento Humano, Guillaume Long, pidió a los presentes que imaginaran el Buen Conocer sin olvidar que Ecuador es un país pequeño y que es necesario lograr que la cumbre “no sea sólo un aporte desde lo conceptual, sino desde lo práctico”.
Durante las reuniones surgieron ejemplos que permitieron visualizar esa sociedad. Vale detenerse en uno que sirva para ilustrar el fenómeno: numerosos campesinos podrían utilizar tractores para mejorar su producción y condiciones de trabajo, pero estas máquinas son caras e importadas, por lo que se propuso aprovechar diseños abiertos existentes disponibles en Internet. El Estado podría apoyar a pymes, cooperativas o incubar un nuevo emprendimiento para que tome ese conocimiento, lo adapte a las necesidades locales y produzca los tractores. De esta manera se alcanzarían varios objetivos, como satisfacer una necesidad, desarrollar la industria local, sustituir importaciones y hacer aportes al conocimiento libre para que el modelo se replique en otros países. La importación de tractores o el pago de licencias para fabricarlos localmente hubieran permitido satisfacer una necesidad pero no habría modificado la dependencia tecnológica.
Ideas similares surgieron para la educación (generación y utilización de contenidos libres en lugar de seguir comprando manuales a transnacionales), energías renovables (lo que se llama “smartgrids”), agricultura (registro de cultivos locales y saberes ancestrales con licencias libres para evitar el patentamiento de la vida), ciencia (registro libre de conocimiento financiado por el Estado), desarrollo de comunes urbanos.
Hasta ahora el conocimiento libre ha sido desarrollado por individuos u organizaciones para quedar a disposición del mundo. Si los Estados dieran más fuerza a este patrimonio común, se podría llegar a desarrollar una nueva matriz productiva capaz de romper con el círculo vicioso de dependencia que permite a los países desarrollados vender un bien infinito como el conocimiento para financiar la creación y apropiación de nuevos saberes.
Poco a poco los políticos van entendiendo que el desarrollo económico no es capaz de terminar con la pobreza por varias razones. La más acuciante es que la humanidad ya consume más de lo que el planeta es capaz de reproducir. De esta manera, la única solución viable es la redistribución de los recursos existentes, la mayoría de los cuales son apoderados por una pequeña porción de la humanidad y comercializados por medio de patentes, marcas, derechos de autor y toda una serie de tratados con que los países de-sarrollados presionan a los subdesarrollados. La distribución del conocimiento libre puede servir de base para una sociedad más igualitaria. La ruta del Buen Conocer seguramente no será fácil y actualmente Ecuador, al igual que casi todos los países del Tercer Mundo, son forzados a someterse a la lógica de la propiedad intelectual por medio de tratados y convenios. El camino hacia el Buen Conocer no será fácil, pero en un contexto en el que nadie parece visualizar una posibilidad superadora al capitalismo actual, vale la pena asumir riesgos.
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