Dom 16.11.2014
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Agujero...

› Por Ricardo Aronskind *

El 12 de agosto pasado, el actual vicepresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Stanley Fischer, realizó el siguiente comentario: “Cada año (desde el surgimiento de la crisis) hemos tenido que explicar a mitad de ejercicio cómo el crecimiento global ha sido menor del previsto sólo seis meses atrás. Estos decepcionantes indicadores no sólo han llevado a una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento a corto plazo, sino también a una reevaluación general del crecimiento a largo plazo”.

La índole sorprendentemente autocrítica de las declaraciones de ese importante funcionario da cuenta de un estado de cosas escasamente reconocido por el establishment internacional: la dinámica del crecimiento económico no se ha recuperado desde la crisis de 2008-2009, y desmiente reiteradamente los pronósticos optimistas surgidos desde las usinas periodísticas y académicas devotas de la espontaneidad sanadora del “libre mercado”. Para comprender en qué punto estamos, conviene repasar algunos datos fundamentales.

Deseos y realidades

Los datos de las principales economías del mundo no permiten grandes optimismos, aunque el aparato publicitario global insiste en realizar proyecciones ascendentes.

En Estados Unidos, a pesar de los reiterados anuncios de “vigorosa recuperación”, el crecimiento sigue siendo débil. Esto se debe en gran medida a la contracción del mercado laboral provocada por la crisis, la lenta recuperación del mercado inmobiliario y la falta de inversión genuinamente productiva.

Según Robert Reich, ex ministro de Trabajo en la gestión Clinton, el ingreso familiar promedio registra hoy una contracción del 6 por ciento en relación con los niveles que tenía antes de la crisis de 2008. La tasa de participación laboral es hoy en Estados Unidos la más baja desde 1978. De los deudores hipotecarios, el 37 por ciento debe más por sus casas de lo que éstas valen. El 15 por ciento de la población está bajo la línea de pobreza, y el 24 por ciento de los niños norteamericanos se ubica por debajo de esa misma línea. Diversos medios señalan que buena parte del crecimiento reciente de la economía norteamericana ha sido apropiado por un sector extremadamente reducido de la población. Según el periódico conservador Financial Times, las clases medias están ausentes de la recuperación de los Estados Unidos.

En tanto, Japón anotó en el segundo trimestre de año una contracción de la actividad económica, medida en términos interanuales, del 6,8 por ciento. Si bien se atribuyó la fuerte caída al efecto de una suba de impuestos efectuada en abril, la contracción sorprendió a los analistas por su profundidad.

En el segundo trimestre de este año, en Alemania, se verificó una contracción en el PBI del 0,2 por ciento. Impresionó aún más la baja de la producción industrial alemana de un 4 por ciento en agosto en relación con el mes anterior. Es la caída más acentuada desde 2009. Cabe recordar que Alemania asentó su expansión posterior a la crisis en su dinámica exportadora, que en un porcentaje significativo se orienta a la Zona Euro, que está en declinación por las propias imposiciones alemanas. Contra toda la evidencia empírica, en la cúpula del poder europeo continúa prevaleciendo el consenso neoliberal que sostiene que el problema para la recuperación de los países son los déficit fiscales, y que lo que debe mejorarse es la “competitividad”.

Francia e Italia tratan de ampliar los límites del déficit presupuestario permitido por la burocracia europea. Mientras la Unión Europea acusa a Italia de intentar evadir medidas para la reducción del presupuesto, funcionarios italianos proponen el debilitamiento del euro, y niveles mayores de inflación, como estrategia para retomar el crecimiento. El conservadurismo financiero se nota en Europa, donde el crédito privado se orienta en forma específica hacia las grandes empresas –¿las más sólidas?–, mientras las medianas enfrentan fuertes restricciones crediticias, y en la periferia europea la sequía de fondos es total. La política europea está llevando a una saturación de la deuda pública de sus regiones más castigadas. Así, la deuda pública española llegó en junio a equivaler al 98,4 por ciento del PBI, y continúa subiendo. En Italia se la proyecta trepando próximamente al 135 por ciento del PBI. Con las políticas de austeridad, las deudas crecen más aceleradamente que la producción.

Gran Bretaña debió corregir en marzo un “agujero” presupuestario de 20.000 millones de libras, producto de sobreestimar el aumento de la actividad económica en el reino. Comentaba la prensa inglesa en mayo: “A medida que las nubes invernales empiezan a partir, pobres niveles de negocios y en inversión residencial apuntan a otro año mediocre para la economía”. El impacto redistributivo de la crisis –otra traba a la salida– parece no importar a las autoridades: a pesar de que la industria automotriz británica obtuvo elevadas ganancias en los trimestres recientes, el salario de los trabajadores del sector se mantiene estancado.

El desempleo en la Eurozona llegó en junio al 11,5 por ciento, pero en el mundo neoliberal ese dato no es considerado un factor perjudicial para la recuperación, sino una contribución a la mejora de la “competitividad”, vía declinación salarial.

Por otra parte, se observa en general la desaceleración en el crecimiento de los países emergentes, que habían sostenido el crecimiento mundial en los primeros años de la post crisis. El impacto contractivo de las políticas de inmovilismo en las regiones centrales va llegando a todos los rincones del sistema mundo.

En China se observa un estancamiento de la actividad comercial, menor dinamismo en la venta de inmuebles y moderado crecimiento de la actividad manufacturera. Crecen en esa economía las advertencias en torno de potenciales burbujas inmobiliarias y una suerte de “banca en las sombras”, que estaría financiando riesgosas operaciones especulativas.

Dilemas financieros

La Reserva Federal de Estados Unidos ha anunciado la cercana finalización de su programa de compra de deuda pública, que ha sido en los años recientes el motor de los sucesivos “records” en los precios de las Bolsas norteamericanas.

En Gran Bretaña se debate si debería comenzar el proceso de aumento de la tasa de interés –por parte de las autoridades monetarias–, hoy en niveles ínfimos. Algunos sostienen que es necesario, porque se estarían promoviendo burbujas en diversas actividades con la política de dinero barato, mientras que otros ven en un aumento prematuro el peligro de acrecentar deudas en familias y empresas, cuando aún no han logrado reducir sus pasivos adquiridos en el período previo a la crisis. El dilema se produce porque el dinero público no va al sector en donde hace falta –aliviar la deuda de particulares y empresas productivas–, sino que continúa alimentando la acumulación financiera de los sectores más concentrados, lo que impulsa cotizaciones ficticias en diversos mercados.

Los grandes bancos norteamericanos llevan pagadas multas por más de 100.000 millones de dólares, debido a sus acciones delictivas antes y después de la crisis de 2008. Gigantescas estafas financieras se resuelven en los tribunales pagando multas menores –en relación con las ganancias corporativas– y archivando las causas.

En una nueva demostración de dobles estándares judiciales, un fiscal norteamericano del Departamento de Justicia de ese país declaró que “nadie es demasiado grande para no ir preso” en relación con las denuncias por operaciones ilegales contra los bancos europeos BNP Paribas y Crédit Suisse. Vista la impunidad de las grandes firmas norteamericanas, parece que estas últimas sí son demasiado grandes para que se las castigue en serio.

En Alemania, el Deutsche Bank está recibiendo presiones de los inversores para ampliar su capital y robustecer su capacidad financiera, por temores a que una caída en los mercados globales de deuda pueda afectarlo severamente. Pero ¿por qué esos temores, si el discurso oficial sostiene que ya se ha salido de la crisis? Dicho banco apartó recientemente 1100 millones de dólares para responder a acusaciones legales por manipular la tasa de interés de referencia, realizar maniobras con instrumentos financieros respaldados por hipotecas, y negociaciones indebidas con monedas extranjeras. Cabe recordar que esta casa bancaria tiene una influencia relevante –vía gobierno alemán– en las posiciones económicas retrógradas que adopta la UE.

Burbujas

A seis años del inicio formal de la crisis, vivimos en un mundo inestable, de fragilidad disimulada. En las recientes semanas de octubre se vivieron en Nueva York fuertes turbulencias bursátiles, explicadas por supuestos temores de una tercera recesión en la zona europea. Da la impresión de que cualquier “noticia” puede ser el detonante de caídas en precios de activos cuyos valores están exageradamente altos.

“Bienvenidos al boom de todo, o quizás a la burbuja de todo”, titulaba en julio The New York Times. El NYT argumentaba que alrededor del mundo casi todo tipo de activos está caro en relación con sus estándares históricos. “Acciones y títulos públicos, mercados emergentes y economías avanzadas, torres de oficinas urbanas y propiedad agraria, lo que se le ocurra, está a precios altos en relación con los fundamentos.”

Así es como se ha “resuelto” la crisis en Estados Unidos: inyectando dinero cuantiosamente, haciendo subir al valor de los activos existentes, ampliando los desequilibrios distributivos, y consolidando la concentración financiera.

El inmovilismo en las orientaciones ideológicas predominantes en Estados Unidos y Europa sólo tiene explicación en las prioridades económicas del capital financiero, que ha logrado en este tiempo salir impune de la crisis que provocó, e incluso reforzar su predominio sobre otros actores de la sociedad en las economías centrales.

Las elecciones en la Unión Europea a fines de mayo reflejaron un creciente malestar político con las retrógradas políticas de ajuste implementadas en esa región. Quizá sea ésa una creciente indignación y movilización política, el único lenguaje que “los mercados” finalmente entiendan.

* Programa PiscoUNGSIDH.

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