› Por Natalia Aruguete
Los conflictos entre las grandes potencias por ganar territorios ricos en recursos naturales ya no se dirimen aniquilando al contrincante. De esta forma, el venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein resumió la dinámica del mundo actual, integrado por economías interconectadas. “Si la economía de Estados Unidos entra en una situación de debacle, China también porque es el mayor tenedor de bonos en dólares”, explicó este especialista en política internacional. En su visita a Buenos Aires para presentar su libro La balanza de poder (Biblos), Gelfenstein dialogó con Cash sobre la nueva estructura del sistema internacional, las posibles alianzas entre viejos y nuevos actores y la agenda que se plantea en el mediano plazo con los recursos naturales como horizonte.
En su libro La balanza del poder, plantea que el atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas es el inicio de una transformación en el sistema internacional. ¿Por qué?
–Cuando desaparece la Unión Soviética, se produce la gran regresión de los últimos años. La caída del Muro de Berlín es el símbolo de ese cambio al desaparecer el sistema bipolar en el cual vivió el mundo durante casi todo el siglo XX. A partir de entonces, el mundo empieza a buscar cómo estructurarse nuevamente y eso no se resuelve durante la última década del siglo pasado. Esa fue una década caótica, el sistema internacional no tenía rumbo. La mayor parte de los países intentó proponer un mundo multipolar y que no hubiera conflicto. Al haber desaparecido uno de los enemigos, los recursos podían utilizarse en la economía, en el desarrollo, en la eliminación de las enfermedades endémicas, en resolver el problema del agua.
Pero no fue lo que ocurrió.
–Claro que no. Estados Unidos proponía un mundo unipolar porque ellos fueron los triunfadores de la Guerra Fría. Sin embargo, no lo habían podido lograr. Cuando uno analiza los discursos posteriores al atentado del 11 de septiembre de 2001, en particular el discurso de George Bush del 20 de septiembre, ve la utilización de ese acontecimiento para imponer el mundo unipolar.
¿Por qué pone el foco en el discurso del 20 de septiembre de 2001?
–En ese discurso, Bush dice: “O están con ellos o están con nosotros”. “Ellos” eran el terrorismo. Nadie quería estar con el terrorismo, entonces debía estar con Estados Unidos. Nuevamente, un presidente norteamericano apela al factor divino, al proponer emprender una lucha a favor de la civilización, en la que contaría con el apoyo de Dios. Y sabemos que Dios no es neutral.
En su investigación, también observa una suerte de desplazamiento y un nuevo centro de poder hegemónico. ¿Cree que en la actualidad ese centro de poder hegemónico sigue estando en manos de Estados Unidos?
–En los primeros años de este siglo se produce lo de Yugoslavia, donde Estados Unidos actuó con total impunidad. Luego, Somalia. Estos hechos aparentaban que el mundo unipolar se iba a sostener en el tiempo. Sin embargo, ocurre la crisis del 2008 y Estados Unidos se quedó sin el sustento suficiente para afrontarla.
¿Cree que esa crisis económica trajo aparejada una crisis de legitimidad?
–Sí, pero no sólo eso. También emerge China. Hay un crecimiento económico sostenido de China que le permite tener una actuación internacional como potencia. Hace pocos meses se anunció que China es la primera potencia económica mundial. La conflictividad tiene que ver con un imperio que no quiere morir frente a otro que trata de imponerse.
¿Cómo analiza esa relación?
–La analizo en términos de la balanza de poder, se necesitan mutuamente. A diferencia del mundo bipolar, en el que el propósito era destruirse entre ellos, ahora se da una balanza de poder. Si la economía de Estados Unidos entra en una situación de debacle, China también entrará, porque es el mayor tenedor de bonos en dólares y porque el mayor importador de China es Estados Unidos. A quien le interesa sostener la economía de Estados Unidos es a China; no le interesa la crisis.
Si el deudor debe un dólar, el poder lo tiene el acreedor; pero si el deudor debe millones, el poder lo tiene el deudor.
–Claro. Rusia está buscando su reinserción en esa lógica. Rusia era un imperio antes de la Unión Soviética y tiene zonas de influencia. Entonces hace valer su poder en su zona de influencia en términos políticos. Creó la Unión Euroasiática, de la que ya forman parte Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, ya se incorporó Armenia y pronto se incorporará Kirguistán; son cinco de las ex repúblicas soviéticas. Además, hizo una alianza estratégica con China, que va desde el Pacífico hasta casi la frontera con Europa. En términos territoriales, es lo más grande que hay en el mundo. Rusia está haciendo valer su poder para salvaguardar intereses de su frontera inmediata, pero entra en disputa con los otros poderes.
¿Con qué poderes?
–El conflicto es con Estados Unidos, China y Europa por su interés en otros territorios, como América latina, Africa y sectores de Asia, donde el objetivo último son los recursos naturales. Europa está en situación de declive, ninguno se plantea la desaparición del otro. Esa es la característica de ser economías interconectadas. Es la gran diferencia con el mundo bipolar, cuando se planteaba la desaparición del otro.
En el marco de la estrategia económica y territorial de Rusia, ¿cómo ve la conformación del Brics?
–El Brics es una alianza de potencias emergentes que aspiran a tener el protagonismo en el sistema internacional del futuro. Hablamos de dos potencias asiáticas, India y China; una europea, Rusia; una africana, Sudáfrica; y una latinoamericana, Brasil. Ocupan más del 40 por ciento de la economía mundial. Entonces, lo que hay que entender es que esta nueva hegemonía no se crea desde las posiciones de fuerzas en términos militares. ¿Dónde están las bases militares rusas y chinas en América latina? ¿En qué convenio firmado por China o Rusia está incluida una base militar o la instalación de un portaaviones o el establecimiento de soldados? Eso es lo novedoso. Uno podrá decir “son igual de rapaces que Estados Unidos en el siglo XX, que Inglaterra en el XIX o, incluso, que España y Portugal antes de las independencias americanas. Pero las características son diferentes”.
Usted menciona los perjuicios que pueden ocasionarse entre Estados Unidos, Europa y Rusia. ¿En qué consisten?
–Me refiero, particularmente, al caso Ucrania. Las cifras que surgen de las acciones contra Rusia y las contrasanciones rusas están afectando básicamente a Europa, no a Estados Unidos. Finalmente, la relación entre la importación y la exportación de productos agrícolas entre Rusia y Estados Unidos es muy baja. El monto de los productos agrícolas que están comprendidos en estas sanciones representa el 0,06 por ciento del PBI de esos países. Es decir que en términos económicos no son verdaderas sanciones, sí lo son en términos políticos.
¿Por qué?
–El sector agrícola en Europa, a diferencia de América, es de pequeños propietarios. Es muy numeroso, muy organizado y tiene mucha capacidad de lobby. La respuesta de los rusos ha generado un problema político al interior de Europa. Pero, además, estamos frente al siguiente escenario: la economía china estaría resistiendo, Estados Unidos y Rusia está saliendo de la crisis, pero la economía de Europa está en declive y eso tiene que haberlo sabido Estados Unidos. Hoy, si el objetivo es debilitar a uno de los que forman parte de esta balanza, se termina debilitando a otro. Entonces, si cae Europa se produce una debacle inmediata en los demás, porque forma parte de la balanza. ¿A quién le vende gas Rusia si su mayor comprador de gas es Europa?
¿Cómo afecta la crisis europea en los otros integrantes de esta balanza?
–Una crisis económica profunda en Europa significa una crisis en Rusia, que depende de la venta de gas. La prueba está en que, en medio del conflicto, Rusia y Ucrania se reunieron con la intermediación de la Unión Europea y llegaron a un acuerdo sobre el paso del gas ruso a Europa por Ucrania. En el medio del conflicto, con una guerra, muertos y actuaciones neonazis, conversan y se ponen de acuerdo. Esa es mi hipótesis.
Cuando se refiere al mapa del conflicto mundial, afirma que está constituido por tres patas. ¿Cuáles? ¿Cómo se da esa dinámica?
–Son tres patas que fluyen a través de una cuarta: el sistema financiero. La principal industria en el mundo es la de armamento, es la que más aporta en términos de Producto. Si tú les vendes agua a los camellos te va a ir mal, salvo que logres que los camellos tengan sed. Lo mismo pasa aquí.
¿Cómo se establece esa semejanza?
–Las armas precisan de la potencial necesidad de uso. El mercado de armas no es sólo el arma en sí, sino municiones, mantenimiento y recambio. No puedes un día decir “todos mis aviones van a ser de Estados Unidos” y al otro día, “ahora serán rusos”. El cambio tecnológico es muy grande y costoso. El complejo militar industrial necesita que exista el conflicto que obliga a comprar armas para evitar llegar a la guerra o la expresión bélica del conflicto, porque el conflicto se mantiene. La segunda pata es la energía. Hay que estudiar el Medio Oriente para entender el conflicto.
¿Por qué?
–En Medio Oriente se encuentran las mayores reservas de energía, de petróleo y de gas, con rutas de navegación para sacar el petróleo de allí. Estados Unidos tiene el 6 por ciento de la población mundial y consume el 25 por ciento de la energía; una energía que no tiene. Ahora ha aumentado su producción, pero eso va a generar un deterioro ambiental terrible. Entonces, Estados Unidos y Europa deben ir a buscar la energía que necesitan.
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