LAS PROPUESTAS ECONóMICAS DE LOS PRE CANDIDATOS A PRESIDENTE
En el tramo electoral que se abre, irrumpirá el debate sobre la economía para conocer cuáles son las propuestas en disputa. Políticas de shock con costos sociales o estrategia gradualista con tensiones distributivas.
› Por Esteban Guida *
Más allá de las distintas propuestas en materia de política económica que se escuchan en el espectro de economistas y políticos postulantes a ejercer cargos de gobierno, la Argentina se enfrenta a un dilema real vinculado a su situación económica interna y a una economía mundial globalizada y en crisis.
Por un lado, los condicionantes externos que provienen del deterioro de los precios de las commodities y de la fuerte devaluación de nuestro principal socio comercial, Brasil. Por otro, las presiones internas que siguen caracterizando la puja distributiva, con manifestaciones cada vez más visibles de los sectores afectados, con impacto relevante sobre la competitividad nacional.
En general, las diferentes visiones de la macroeconomía coinciden en la amenaza latente que significan para el país las condiciones de la economía mundial: el impacto en términos de competitividad de la guerra de monedas, el aumento de la tasa de interés internacional, la caída en el precio de ciertos productos comercializados por Argentina y la menor actividad económica de nuestros clientes, son cuestiones que cualquier precandidato debe estar analizando con su equipo económico.
La otra cara del dilema es el que genera gran parte de la controversia sobre las propuestas de política económica. Es decir, la manera en que la economía nacional se debe acomodar para enfrentar los desafíos de su contexto regional y mundial. Esto, desde luego, implica considerar la decisión política que condicionará inexorablemente el sendero de desarrollo armónico y el aprovechamiento sustentable de sus recursos para satisfacción de las necesidades básicas del conjunto de la población.
Frente a esto, las alternativas que se expresan públicamente en materia de política económica se podrían sintetizar en los siguientes dos grupos: las que proponen un shock devaluatorio con apertura externa para reajustar en lo inmediato los precios relativos, y las que ponderan una política cambiaria gradualista complementada con impulsos al mercado interno para contrarrestar los efectos de la restricción externa.
Ambos caminos son factibles y cuentan con antecedentes conocidos, con lo cual los discursos deben superar la instancia básica e inicial respecto de si son medidas de posible aplicación. De hecho, se espera con ansias que el debate dé un paso significativo y permita conocer los mecanismos de implementación de las propuestas, los costos y beneficios asociados y, sobre todo, qué tratamiento se les dará a quienes resulten ganadores y perdedores producto de la intervención.
Un ejemplo práctico son los discursos acerca de si se puede o no levantar el denominado “cepo cambiario”. Esta propuesta, apartada de un programa económico integral, que especifique cómo se distribuyen los costos del reacomodamiento de los precios relativos, es un llamado al “sálvese quien pueda” que resulta una frazada corta, puesto que a la larga este argumento termina afectando al conjunto.
Del otro lado, el gradualismo también exige sus explicaciones: por ejemplo, cuál es la sustentabilidad de un modelo económico en el que los sectores están en permanente puja por la apropiación de los excedentes, más aun cuando el mundo exige el abroquelamiento interno con fuerte acento en la soberanía nacional para vincularse con lo foráneo sin perder autonomía e identidad. El Estado, como reemplazante de una comunidad organizada que permita alcanzar los acuerdos básicos en torno de los temas de interés nacional, genera una dependencia ineficiente de las superestructuras con la amenaza siempre presente de fracasar en su desempeño rector.
A pesar de la complejidad del dilema planteado, la perspectiva nacional es de un optimismo realista que, muy lejos de estar anclada en promesas electorales, se fundamenta en un pueblo que trabaja y apuesta a la vinculación armónica de sus componentes. Una definición a conciencia acerca de cómo enfrentar los desafíos que se presentan en el horizonte de la economía nacional no puede soslayar los costos que acarrean las políticas económicas y sus efectos sobre la justicia distributiva y el bienestar de la comunidad.
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