BOCANADA DE OXíGENO MONETARIO PARA GRECIA
A Grecia se le plantean dos opciones: abandonar el euro o quedar atrapado en una política de austeridad devastadora. Existe una propuesta de tercera vía que rescata la experiencia de las cuasimonedas de la crisis argentina.
› Por Thomas Coutrot * Wojtek Kalinowski ** Bruno Théret ***
El acuerdo firmado el 28 de febrero por el Eurogrupo le permitió al gobierno griego ganar tiempo para comenzar a implementar su política. Pero este verano europeo, fecha importante para los reembolsos, se incrementará la presión sobre Grecia. El BCE cerró la posibilidad de refinanciación de bonos emitidos por el gobierno griego a los bancos, lo que podría obligarlo a apelar a los mercados financieros del exterior para pagar deudas. Esto sólo puede aumentar la presión sobre Grecia para continuar en el camino devastador de las políticas de austeridad.
En estas circunstancias, la elección del camino a tomar, por donde las instituciones europeas quieren forzar al gobierno griego, está entre la continuación de las políticas actuales o una salida voluntaria o involuntaria de la Zona Euro, con el establecimiento de una nueva moneda griega devaluada. Sin embargo, existe una tercera vía que podría permitir que Grecia recupere oxígeno sin pasar necesariamente por las tenazas de Bruselas o abandonar el euro: la puesta en circulación de un instrumento monetario a nivel nacional, un euro-dracma que quede vinculado al euro al valor de paridad, para complementarlo y no reemplazarlo.
Esta solución, que no es contraria a los tratados europeos, está inspirada en los bonos en concepto de anticipación de impuestos (tax anticipation scrips) emitidos con éxito en los Estados Unidos por varias ciudades en la década del ’30 o el “pagaré” (IOU, “I Owe You”), que todavía se utiliza en algunos estados como California. Implica emitir, no una moneda de curso legal, sino un simple “instrumento de crédito fiscal”, por tiempo limitado pero renovable y que sea utilizable como un medio de pago.
En otras palabras, el “euro-dracma” sería una moneda de pago directamente del público fuera de cualquier intermediación bancaria. No sería de circulación obligatoria, simplemente se propondría su utilización a los ciudadanos griegos. En una economía sofocada, debe ser posible su aceptación como medio de pago si su valor nominal permite pagar impuestos.
La idea es restablecer el circuito de dinero del tesoro público para superar el colapso de la misión de servicio público del sistema bancario privado y poner este circuito del Estado al servicio de la economía productiva, de manera similar a su movilización en Francia en el período de la posguerra para financiar la reconstrucción.
Otro ejemplo histórico es el de las monedas provinciales en Argentina. En 1985, después del retorno a la democracia, varias provincias del Noroeste del país emitieron “bonos de cancelación de deudas” (bocade) usados como moneda interna provincial. Durante la crisis del peso, en 2001 la emisión de este tipo de bonos se extendió a más de catorce provincias. Estas experiencias son despreciadas por los defensores de la ortodoxia monetaria, lo que explica que sean desconocidas.
Sin embargo investigaciones recientes sobre el patacón emitido por la provincia de Buenos Aires en 2001 y el bocade puesto en circulación en la provincia de Tucumán en el período 1985 a 2003 muestran, en cambio, que estas experiencias monetarias son de gran interés para sugerir una salida alternativa en los países afectados por la crisis del euro.
De hecho, antes de desaparecer, las emisiones de estos instrumentos públicos de pago, cuando fueron bien administrados, condujeron a mitigar considerablemente los efectos sociales de una recesión profunda y prolongada, favoreciendo la recuperación de la economía y la reducción de la deuda pública. Estos experimentos demuestran que en un contexto federal regido por el principio de subsidiaridad, la moneda federal puede coexistir con monedas complementarias provinciales.
Siguiendo estos ejemplos, el euro-dracma debería ser puesto en circulación a través del gasto del sector público, mediante el pago parcial de salarios y pensiones a los funcionarios, de beneficios sociales, así como de los proveedores del Estado, y su reflujo para el erario asegurado por el pago de impuestos. Su circulación sería a priori restringida al territorio griego y el comercio que cubre las necesidades básicas de la población (alimentos, ropa, salud, educación, servicios públicos, vivienda). Su convertibilidad al euro sería parcial, limitado a aquellos que lo necesitan para las importaciones en euros. En la medida en que Grecia controle completamente sus recursos fiscales, la conversión de euro-dracmas en euros surgiría sólo como problema marginal, puesto que el volumen de emisión sería medido. Por otro lado, manteniendo el valor del euro-dracma a la paridad con el euro se vería facilitado si una reforma fiscal conjunta aceleraría la velocidad de movimiento del dinero (por ejemplo, gracias a una mensualización de los impuestos) y reduciría la evasión de impuestos.
Sin ser una panacea para los males de la economía y las finanzas públicas griegas, el euro-dracma resuelve varios desafíos a corto plazo: reactivar la economía local, financiar los servicios públicos básicos y reducir la deuda de corto plazo (“flotante”) absteniéndose de recurrir a los mercados financieros externos. Además con la ayuda que proporciona ésta al reactivar la actividad económica, el euro-dracma contribuiría a fortalecer a largo plazo una economía más sostenible y resistente a los shocks externos.
Se puede decir que esto no resuelve el problema fundamental de Grecia, a saber la carga insostenible actual de la deuda pública. Renegociar la deuda es de hecho esencial, pero es una cuestión de equilibrio de poder entre Grecia y sus acreedores, y creemos que la adopción del euro-dracma podría inclinar la balanza a favor de Grecia, dando más tiempo y espacios de negociación para una posible cancelación parcial y/o conversión de la deuda, también dando la posibilidad de salir de la Zona Euro de manera menos catastrófica.
El éxito de esa política obviamente no es automático y depende de la capacidad del gobierno para fomentar la confianza en el valor monetario del nuevo instrumento. Las experiencias pasadas muestran que su introducción debe negociarse con el sector privado y también en el seno del sector público. Además la creación de tal instrumento de pago requiere el apoyo de un bloque de fuerzas sociales con valores comunes de justicia social y dignidad nacional. La victoria electoral de Syriza y el fuerte respaldo popular al actual gobierno griego hacen pensar que existe este bloque que apoyaría el euro-dracma.
* Miembro del Consejo científico de Attac.
** Codirector del Instituto Veblen.
*** Director emérito de investigación en el CNRS, Irisso, Universidad de París Dauphine.
(Artículo publicado en el diario francés Liberación. Traducción: José Sbattella, verificada por los autores.)
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