Dom 03.08.2003
cash

DOCUMENTO SOBRE LA RELACION NORTE-SUR

También en impuestos

Adelanto de una investigación sobre cómo regímenes tributarios regresivos de países periféricos son funcionales a los intereses de las potencias económicas.

Por Alejandro Bercovich

Un estudio del economista Rodrigo López, listo para su publicación en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) y adelantado a Cash en exclusiva, revela que, con datos del FMI y del Banco Mundial, los “plomeros y carpinteros” estadounidenses, como mencionó el ex secretario del Tesoro, Paul O’Neill, no financiaron los “blindajes” de la periferia. Por el contrario, sus colegas del Sur han mantenido sistemáticamente en funcionamiento los estados del centro, y no sólo a través del perverso y ya conocido mecanismo de la deuda externa, sino también de lo que se denomina la división internacional del impuesto, que acarrea fondos locales hacia entes recaudadores de otros países.
Pese a que los manuales de los organismos recomiendan los gravámenes indirectos (al consumo, como el IVA) para lograr mejores ingresos fiscales, los países con mayor presión tributaria –recaudación sobre PBI– son los más desarrollados, que basan su estructura en impuestos directos, como los aplicados a las ganancias y para la seguridad social. En Argentina, donde el fisco recibe un 56 por ciento de lo que recauda por la vía de tributos internos sobre bienes y servicios, esa presión es un 33 por ciento menor que en los Estados Unidos de O’Neill, donde no está eximida del Impuesto a las Ganancias la renta financiera, que nada pagan en Argentina.
Pero la regresividad no se limita a la preponderancia de las tasas indirectas sobre las directas, sino que –según el trabajo de López– se ve profundizada por las alícuotas y las bases imponibles de esos tributos. En Estados Unidos, por ejemplo, el mínimo imponible para Ganancias ronda los 21 mil dólares, casi siete veces más que en Argentina. Y el IVA local del 21 por ciento es superado o igualado sólo por nueve países en todo el mundo, de los cuales la mitad son nórdicos –sin problemas de distribución de ingresos– y la otra mitad tiene amplias exenciones y alícuotas diferenciales para bienes primarios. El vecino Brasil, por su parte, ostenta guarismos similares a los europeos, con una presión tributaria consolidada del 34,4 por ciento del PBI y un 32,7 por ciento de sus ingresos percibidos por aportes patronales.
En esa división internacional del impuesto, prosigue López, los estados se financian a costa de los sectores que los relacionan con el resto del mundo. “Si Africa se la vincula por el comercio internacional, Medio Oriente por el petróleo, y Europa Oriental, Asia y América Latina por los consumidores y la mano de obra barata, no debemos extrañarnos de que sus respectivas fuentes de recaudación se basen en el comercio internacional, los recursos petroleros y los impuestos al consumo, respectivamente”, apunta López. Y agrega que “cuanto menos perfil exportador tengan las empresas transnacionales, como es el caso en nuestro país, más sentido tiene para el capital que el sistema tributario se base en los impuestos indirectos como el IVA”, porque esas compañías se dedican a explotar el mercado interno y girar las utilidades a las casas matrices de sus países, en un circuito que no debe ser interrumpido por la liquidación de Ganancias.
Así, destaca el estudio, “no debe sorprendernos que los países desarrollados graven con impuestos directos”, porque “una vez que la plusvalía generada en la periferia llega al centro, allí sí puede ser recaudada por un sector público, que tiene otra bandera, y otra posición en el sistema económico internacional”. Voilà, los plomeros argentinos pagándole tanques de guerra a Bush Jr. cada vez que toman una Coca-Cola (a 2,20 pesos más IVA).
El trabajo, además de la comparación entre los sistemas que rigen en distintas partes del mundo, revista la estructura tributaria argentina a lo largo de la historia, y llega a la conclusión de que desde la época colonial hasta la última dictadura, los sectores más dinámicos de cada época costearon el funcionamiento del Estado. Los diezmos y alcabalas durante el mercantilismo colonial, los recursos aduaneros en el modelo agroexportador y los impuestos directos tras el inicio de la sustitución de importaciones cumplieron ese rol. A partir de la “hegemonía financiera” que se plantea desde entonces, ese esquema se rompe, según López, y pasan a tributar los que menos tienen. Modelo que podría empezar a cambiar si se reformulara el actual régimen, aprovechando el cambio en los precios relativos y corrigiendo la brutal caída en la participación salarial en el ingreso ocurrida luego de la devaluación

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