LOS BANCOS TIENEN MENOS RIESGOS QUE CON EL 1 A 1
Excusas para no prestar
Tasas bajas, precios que se han estabilizado, el dólar se mueve poco y liquidez abundante. Pese a ello, y a que los créditos son en pesos evitando el descalce de monedas, los bancos no se animan a prestar.
Por Leonardo Perichinsky *
Sin dudas son varios los factores que confluyen para que el stock de crédito de la economía no pare de caer desde el inicio del colapso financiero. Ya durante el 2001 y en medio de la fuga y la depresión, el “desacelerador financiero” funcionó bien: caída del valor de los activos, por ende de las garantías y dificultad para conseguir nuevo endeudamiento.
Por su parte, durante los primeros meses posteriores al cambio de régimen cambiario operó un fenómeno, inédito y contrario a la lógica del funcionamiento del sistema bancario: la “desagregación monetaria”. Con la plena vigencia del corralón, los depósitos fueron comprados con importantes quitas por los grandes deudores pesificados y así la masa de activos (créditos) y pasivos (depósitos) bancarios se fue contrayendo en el marco de un vigoroso proceso de licuación de deudas.
Esta situación se evidenció durante el primer semestre del 2002 hasta que comenzó a estabilizarse el mercado cambiario. Como la estabilización cambiaria se logró, en parte, gracias al incentivo que brindaban los activos con elevadas tasas de interés en pesos, resultaba inviable cualquier intento de política activa por parte del sector bancario. Las tasas fueron convergiendo al compás de la apreciación del peso, pero el stock de crédito continuó contrayéndose. El crédito al sector privado se encuentra por debajo de los diez puntos del PBI y ha caído a menos de la mitad desde la salida de la convertibilidad.
Durante la etapa de apreciación del peso, los bancos se embarcaron en una estrategia netamente defensiva de captar liquidez a cualquier precio temiendo por los amparos y el cronograma de desprogramación, a pesar de que la mayoría de los fondos desprogramados fueron quedando en los bancos.
El contexto económico financiero actual ha variado significativamente: las tasas están en niveles relativamente bajos y seguirán bajando, el precio del dólar está estabilizado, el nivel general de precios también, los niveles de liquidez bancarios han aumentado significativamente y, fundamentalmente, hay una buena percepción general sobre la marcha de la economía. Es decir, no hay indicios de que pueda ocurrir una crisis de depósitos, al menos, en el futuro cercano.
En ese marco, no hay demasiados pretextos para no prestar. Sin embargo, los banqueros sacan a relucir un concepto inherente a su actividad como excusa para ofrecer fondos: el riesgo crediticio.
Durante los ‘90, en medio de una exagerada valorización de activos, los bancos llegaron a otorgar préstamos en dólares por un ciento por ciento de las garantías para la compra de bienes no transables a personas que percibían sus ingresos en una moneda diferente (en pesos). Es decir, prestaron en las peores condiciones de riesgo crediticio imaginables: en dólares, por bienes “no transables” y salarios en pesos.
Evidentemente, viendo el final de la película (la compensación), el riesgo era cero: porque el sector bancario posee el poder de lobby necesario para que, en realidad, sea el Estado el garante de sus operatorias. El mismo Estado bobo que les otorgó sin ningún criterio objetivo más de 20 mil millones de pesos en redescuentos a la vez que limitaba los retiros de depósitos de las cuentas a la vista y congelaba los depósitos a plazo. Ha sido el Estado el que ha incrementado su deuda en 62 mil millones de dólares para solucionar los descalabros de la crisis financiera que dejó la convertibilidad, de los cuales buena parte responden a un rescate directo al sector bancario fruto de la ruptura de contratos que ellos mismos increíblemente critican.
El criterio del sector es sencillo: trabajar con riesgo cero y compensación infinita. No fueron pocas las voces del sector bancario que salieron a pedir nuevas compensaciones, por ejemplo, a partir del supuesto incremento del ajuste de los créditos a raíz del aumento salarial que ha regulado el Estado para el sector privado. Algunos medios decían: eliminar el CVS le costará al Estado 1000 millones de pesos. Ya están mal acostumbrados: prefieren la compensación estatal, con sus garantías, a la negociación entre privados.
Este nuevo planteo de los créditos indexados forma parte de la misma lógica de funcionamiento. Ahora que los créditos serán en la misma moneda que las garantías y que los activos tienen valores más sinceros que durante los ‘90, resulta que el riesgo crediticio es mayor. Hay liquidez, no hay inflación, no habría descalce de monedas entre los préstamos y precios de activos más realistas, pero no hay renta asegurada por el Estado.
En realidad lo que se puede verificar es que el sector bancario es el leading case de los rasgos centrales que muestra el empresariado argentino rentista y lobbista en búsqueda de negocios monopólicos seguros garantizados por la regulación de un Estado cooptado por lo particular
* Docente de la UNQ, UNLP e investigador de KP&M.