› Por Pablo Singerman * y Mariano Kestelboim **
El balance general de los diferentes sectores de la economía nacional es muy positivo bajo la administración kirchnerista. En 2005, prácticamente todos habían recuperado los mejores niveles de producción de la convertibilidad y, a partir de ahí, iniciaron un fuerte proceso de crecimiento. Para la mayoría de los rubros fue el más potente de su historia, a pesar del paréntesis obligado por la crisis internacional de 2008/2009. El gran dinamismo duró hasta fines de 2011. Desde ese momento, cuando se agudizaron los problemas de puja distributiva, de saturación de la capacidad productiva en sectores estratégicos y de escasez de divisas, la actividad tendió a estabilizarse. Pero sostenida en un escalón que nunca antes había alcanzado.
En ese marco, el turismo se destacó por mantener su crecimiento en los últimos años. Este sector, estimulado por las políticas públicas, se convirtió en una de las naves insignia del modelo de regeneración del tejido social y productivo local. Y hoy, ante el desplome del comercio internacional, el agravamiento de la recesión en Brasil y con una economía europea que mantiene su letargo, su impacto se ha vuelto más relevante.
A nivel mundial, el turismo también experimentó una continua expansión y llegó a convertirse en uno de los sectores de mayor envergadura. Representa el 10 por ciento del PBI mundial, genera uno de cada once empleos y concentra casi la tercera parte de las exportaciones de servicios, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). De esta forma, esta actividad ocupa el cuarto lugar como rubro de exportación en el mundo, detrás solamente de los combustibles, los productos químicos y la industria agroalimentaria. La llegada de turistas internacionales, a escala mundial, ha ido trepando de 25 millones en 1950 a 277 millones en 1980, 527 millones en 1995 y 1133 millones en 2014.
En América del Sur, el ritmo de crecimiento ha sido mayor y las estimaciones de la OMT reflejan que la tendencia seguirá en los próximos quince años. La región captaría alrededor de 40 millones de turistas internacionales en 2020 y 58 millones en 2030; sería un aumento promedio anual del 3,9 por ciento, muy superior a la media prevista para el mundo (2,9 por ciento).
Argentina acompañó ese proceso, pero su crecimiento reciente obedece en mayor medida a la dinámica interna. El mercado del turismo en 2014 ascendió a 137.890 millones de pesos, de los cuales el 64 por ciento fue generado por el turismo interno y el 36 por ciento por el internacional, según el Ministerio de Turismo de la Nación. De cada 100 pernoctes hoteleros en 2014, 78 fueron de residentes locales; la participación más nacional que extranjera viene creciendo continuamente desde 2010, a pesar de la expansiva dinámica internacional.
El impulso del nuevo sistema de ordenamiento nacional de feriados, dispuesto en noviembre de 2010, fue clave. Los visitantes a los distintos destinos turísticos del país, durante los fines de semana largos, superaron los 12 millones en 2014, cuando en 2010 habían sido sólo 6,2 millones y en 2006 no llegaban a 5 millones de personas, según el Ministerio de Turismo. Esta actividad tiene un efecto particularmente relevante a nivel federal y, dado que es un sector pyme de peso en el PBI, genera una distribución del ingreso muy significativa. Además de los beneficios económicos y de la mejor calidad de vida para la población, la restauración de los feriados por Carnaval, suprimidos por la última dictadura militar, y el establecimiento de feriados como los del Día de la Memoria y el de la Soberanía Nacional reivindica nuestro pasado y fortalece el patrimonio cultural.
El nuevo hábito de vacacionar por períodos cortos se acopla a una tendencia mundial. Ello obedece a varios factores. Los principales son el abaratamiento general de los costos de transporte, la mayor velocidad de traslado, el ritmo de vida cada vez más dinámico con patrones de consumo más exacerbados y la organización del mercado laboral más flexible donde el desarrollo de las telecomunicaciones facilita los cambios. Ante la baja de la estadía media y el aumento de la frecuencia de viajes, crece muy fuertemente el turismo de proximidad. En ese frente, Argentina tiene menos posibilidades de captación de turistas internacionales por las distancias que la separan de los grandes centros de consumo mundiales. A su vez, la devaluación y recesión que aqueja a Brasil permite reflexionar sobre los problemas que una estrategia más dependiente de la dinámica externa hubiera generado en nuestro país. Después de que en los primeros semestres de 2010 y 2011, los arribos de brasileños habían llegado a representar un tercio de los visitantes extranjeros totales, su participación fue cayendo y, en el primer semestre de 2015, apenas totalizaron el 17 por ciento de los ingresos.
El crecimiento de la demanda turística local también repercutió sensiblemente en la oferta de servicios pero, como en otros sectores de la economía, su expansión no fue tan importante y, en muchos casos, implicó ajustes de precios desproporcionados respecto a la suba de costos. El número de establecimientos hoteleros registrados, a nivel nacional, pasó de 8038 en 2003 a 14.077 en 2013 y la cantidad de plazas creció de 434.421 a 635.244, en el mismo lapso. Sin embargo, el reordenamiento de feriados para que no caigan en la mitad de la semana y la incorporación de seis a siete feriados adicionales por año permitió que la distribución del tiempo de descanso esté menos concentrada en los meses de enero y febrero. De esa forma, se ha conseguido un mejor aprovechamiento de las instalaciones turísticas a lo largo del año y un mantenimiento mucho más estable de los 1,1 millones de puestos de trabajo generados por el sector. Además, contribuye en buena medida al sostenimiento de la actividad de las economías regionales y a que el desarrollo laboral en muchas zonas del interior no implique necesariamente un desarraigo para muchas familias y la concentración de la actividad en los grandes centros urbanos, que ya están claramente saturados.
Los períodos cortos de receso laboral fomentan el turismo interno, dado que realizar largos viajes por pocos días no es tan gratificante y es más costoso. Por eso, moderan el turismo emisivo y la consecuente pérdida de divisas para el país. Sin embargo, la presión de demanda, derivada de los altos niveles salariales, medidos en dólares, de las devaluaciones en una gran cantidad de países y de que el interés por conocer otros lugares del mundo culturalmente está muy arraigado, provoca que las salidas al exterior sigan aumentando.
Un rasgo distintivo y muy positivo del proceso de crecimiento sectorial es el mayor acceso de todos los sectores de la población al turismo. El sistema vacacional, a través de feriados, facilita la compatibilización de las agendas de los integrantes de los hogares, donde en la actualidad es muy común que más de uno tenga empleo. Más de 5 millones de argentinos se incorporaron a este mercado, en línea con el crecimiento de la clase media en los últimos años. Según datos oficiales, en 2006 sólo el 35 por ciento de la población disfrutaba al menos de un viaje por ocio en el año, mientras que en 2014 la participación trepó al 48,1 por ciento. Frente al incremento del poder adquisitivo general de la población por subas de salarios y haberes previsionales por encima del ritmo inflacionario, se espera que este consumo saludable vuelva a crecer en 2015.
La estrategia de crecimiento del sector con énfasis en la promoción del turismo interno ha sido conveniente. Sin embargo, el impacto económico de la política de extensión de días no laborables genera malestar en ciertos sectores que deben cargar con un costo mayor. A pesar de que estimula el consumo, que el tiempo de ocio adicional es reducido respecto al tiempo de trabajo total anual y que, a partir de la intensificación de tareas o la contratación de trabajadores por horas extras, se puede compensar el tiempo de los feriados, se debe observar que el costo directo vinculado a estas políticas recae en mayor medida sobre las pymes industriales que más empleo generan. Tienen que pagar proporcionalmente más horas extras por unidad producida que una empresa grande que, en términos relativos, contrata menos trabajadores y que, a diferencia de las pymes, tiene más capacidad para trasladar los costos adicionales a precios.
Por ser considerado antipopular, no es un reclamo explícito por parte de grupos empresarios que, favorecidos en general por las políticas kirchneristas, enfrentan un incremento generalizado de costos y menores ganancias en los últimos años, absorbidas básicamente por sectores concentrados. Uno de ellos es el sector financiero. Los bancos, en días feriados, no interrumpen el cobro de intereses y aranceles abusivos.
Como forma de oposición a las políticas de extensión de feriados, los defensores del interés de grupos conservadores suelen llevar al absurdo el efecto económico virtuoso de los feriados. Dicen: “Si son positivos para dinamizar la economía, entonces ningún día debería ser laborable”. Acá el punto central es encontrar un set de políticas que permita alcanzar un punto de equilibrio compatible con una distribución equitativa del ingreso, más consumo e incentivos a la inversión y que no ponga en riesgo la competitividad de la economía nacional. La reducción del tiempo laboral derivado de los nuevos feriados agregados para, por ejemplo, un empleado que trabaja cinco días a la semana es de 2,9 por ciento en relación a la cantidad total de días laborables en el año. No parece ser un porcentaje que pueda desequilibrar las cuentas de una empresa y, además, como Elton Mayo había demostrado hace casi un siglo, la productividad puede aumentar cuando mejoran las condiciones laborales.
Desde ya, los mayores costos directos que implican los feriados hacen que la situación sea más delicada para una pyme industrial. Ellas deberían contar con otro tipo de políticas específicas que permitan una distribución del ingreso más equitativa en relación con las grandes empresas.
La política de extensión de feriados genera una distribución más federal de la actividad económica y también transferencias de ingresos en favor de los empleados y mayor bienestar social, en detrimento de algunos sectores empresarios que, de forma concreta, sólo perciben su pérdida de rentabilidad. Es un derecho ganado para el trabajador. Algo prácticamente revolucionario en tiempos de predominio neoliberal en el mundo. Pero no debe dejar de observarse que para las pymes industriales implica un costo directo mayor que para las grandes empresas. De todas formas, aún con pérdida de rentabilidad, las pymes no deben optar por la estrategia miope de ir en contra de estas políticas. El mercado interno es su plataforma principal y este tipo de políticas expande el consumo y, por lo tanto, su negocio, a pesar de que impliquen de forma más mediata y tangible un costo directo. Deben actuar políticamente para que, a partir de otras políticas económicas, logren distribuir ingresos a su favor, sin que la economía nacional pierda dinamismo.
* Economista, subdirector de la maestría en Economía y Turismo, FCE-UBA
@pablosingerman
** Economista de la Sociedad Internacional para el Desarrollo
@marianokestel
(Agradecemos la colaboración de Santiago Romero Manoukian, economista del Estudio Singerman-Makon, en el procesamiento de datos y análisis.)
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