LA “COMPRA INTELIGENTE” DEL ESTADO
El Programa Conectar Igualdad ya distribuyó cinco millones de notebooks con un elevado grado de integración nacional en sus componentes. El horizonte de crecimiento para el sector podría ser hacia países del Mercosur.
› Por Esteban Magnani
El Programa Conectar Igualdad (CI) que entrega netbooks a estudiantes de escuelas secundarias públicas tiene el objetivo de reducir la brecha digital entre los jóvenes. Dentro de ese gran meta que funciona como paraguas, hay otras no menos ambiciosas: que los estudiantes utilicen las netbooks para producir y no solo para consumir, favorecer la inclusión de personas con discapacidades, ser un semillero para futuros programadores, brindar a muchas familias su primer computadora, permitir una entrada masiva de usuarios al software libre a través de Huayra Linux.
Con sus dificultades y desafíos, CI es una herramienta vital para el cambio profundo de un paradigma escolar que cruje en tiempos cada vez más acelerados. Silvina Gvirtz, directora general ejecutiva del Programa CI, lo resumió de la siguiente manera: “En el programa convergen diversas líneas estratégicas que tienen como marco una visión acerca del Estado. En este sentido, el programa subsume cuestiones tales como el cierre de brechas de acceso a la tecnología, el estímulo de vocaciones científicas en los jóvenes, el fortalecimiento de la escuela pública, el debate acerca de la enseñanza y la cultura en el siglo XXI, las nuevas definiciones sobre el conocimiento y la comunicación, y, por supuesto, el tema del que hablamos ahora, que es la producción nacional”.
Los números que maneja CI tienen peso propio en el ámbito productivo local. Desde 2010 ya se entregaron más de 5 millones de netbooks, una cifra enorme para un país con poco más de 40 millones de habitantes. En la última década el Estado utilizó su poder de compra para estimular el desarrollo de determinados nichos productivos, desde radares y satélites, a contenidos audiovisuales de productoras locales. Esta decisión puede resultar, al menos en un primer momento, más caro que la compra completa pero con una diferencia sustancial: una parte de esa compra se transforma en inversión. A esta herramienta, utilizada por otros países, se la llama “compra inteligente del Estado”.
¿Cuánto se ha aplicado esta posibilidad en las licitaciones que se realizan para el plan CI? Hacer los números finos de cuánto es lo que queda en el país de toda esta inversión no resulta fácil por muchas razones. Una de las primeras es que las máquinas de CI se hacen en base a un pedido específico no comparable con otras opciones del mercado. Se podría decir que son notebooks con diseño de netbooks. Las últimas entregadas tienen un procesador Celeron de 2 núcleos, 2.16 GHz, 4GB de memoria RAM y disco rígido de 320 MB. El ingeniero Daniel Ureta Manus, Coordinador de Registro, Equipamiento y Reportes del programa, explicçp que “necesitamos que las máquinas puedan ser llevadas a la escuela, que su batería dure toda la jornada y que permitan un uso intensivo. Por eso hacemos pedidos de diseño a medida y las empresas desarrollan de acuerdo con esas exigencias”. Entre ellas se incluye la velocidad de procesamiento necesaria para, por ejemplo, editar videos o música. El gran fabricante de microprocesadores, el corazón de las computadoras, es Intel; son ellos quienes hacen el diseño que los fabricantes toman para participar de las licitaciones.
La primera se realizó en 2010 y permitía que un 49 por ciento de las netbooks completas vinieran del exterior pero exigía que un 23 por ciento fuera ensamblado en Argentina y un 28 por ciento de las placas madre o motherboards se soldara localmente. De las otras partes se pedía un 23 por ciento de memorias RAM locales y 20 por ciento de los cables. Era un primer pedido de un millón y medio de computadoras en un mercado que aún no estaba preparado para absorberlo totalmente, pero con perspectivas de continuidad: “Lo bueno es que la mayor parte del dinero por ahora se reinvierte. Por eso pudimos ir aumentando la exigencia de componentes nacionales en las siguientes licitaciones. En casos como las memorias RAM, ya se hacen íntegramente en el país, al igual que las placas de Televisión Digital Abierta que incorporan las netbooks. Una aclaración: por definición, cuando la soldadura, un proceso complejo y automatizado, se hace localmente, ya se considera al producto como de industria nacional”, explica Ureta Manus. Desde la segunda licitación (en 2011) ya no se permitió que las netbooks vinieran completas desde el exterior: en la licitación de 2015 el 100 por ciento de las placas madre debieron ser soldadas localmente, las memorias son todas nacionales, al igual que los cables, las baterías, la placa sintonizadora de TDA, las carcasas de la tapa, los embalajes y los manuales.
“Hay empresas como Probattery que compraron maquinarias para producir en nuestro país. La batería tiene su complejidad, como la electrónica de control, algo fundamental para que las netbooks sean seguras” explica Ureta Manus. Varias de las empresas proveedoras instalaron nuevas líneas de soldadura de superficie, lo que también repercutió en la cantidad de empleados en el sector. La inversión permite también reducir costos para otros aparatos que utilizan este tipo de placas, desde televisores o conversores, hasta electrodomésticos. “Otro ejemplo es Plascar, que desarrolló máquinas para hacer las partes de plástico de la tapa. Ahora estamos intentando que le hagan un tratamiento con cobre a las carcazas inferiores para aislar el procesador de acuerdo con normas de seguridad internacional.” A esto hay que sumarle todos los servicios técnicos y repuestos que se empiezan a ofrecer y que implican no solo más producción si no también know-how.
Actualmente se pagan el equivalente a unos 400 dólares por máquina, con dos años de garantía total. Un desglose basado en los precios que se pueden encontrar en Internet indican que la parte más cara es el procesador, cuyo costo es de unos 80 dólares. El resto está dado por la pantalla LED de unos 30 dólares, teclados 12 dólares, baterías que rondan los 30 dólares, cajas, cables y mano de obra. Los precios seguramente varía por volumen y los vínculos con los proveedores. “Los números finos las empresas no te los dan porque si no revelan cuál es su estructura de costos. Aún así calculamos que cerca del 50 por ciento del dinero queda en el país. Y buena parte se reinvierte”, sintetiza el coordinador.
¿Cuál es el límite? La escala es grande para nuestro país, pero en algunos sectores no es posible competir con los gigantes. “Yo estuve en una fábrica en China y la producción de motherboards por mes se mide en hectáreas”, explica Ureta Manus. ¿Será posible exportar para que la balanza final se pueda equilibrar? “Es una posibilidad, pero resulta difícil porque una de las variables importantes en el mercado es el financiamiento y no sólo el precio final”, instancia que las empresas locales difícilmente puedan ofrecer por el momento. En ese sentido el horizonte de crecimiento lo podría dar el Mercosur al generar mercados capaces de sostener inversiones más ambiciosas, pero esto requiere una fuerte decisión política.
Gvirtz resumía la situación de la siguiente manera: “CI nos permite concebirnos como industria en el mercado de la tecnología, mirar hacia adentro, invertir y fundar espacios productivos que estaban vacantes y que sólo podían pensarse puertas afuera. Hoy existen líneas de producción y un mercado local, donde antes no lo había. El Estado estimuló ese crecimiento en los últimos años, exigiendo cada vez más componentes y mano de obra sobre el producto final. Los ejemplos más destacados están en la producción de baterías, cargadores y plásticos. Y desde la Anses se encaró, a su vez, el desarrollo de una distribución propia de Linux que es Huayra, con sus aplicaciones, herramientas y arte que dan identidad propia al software del Programa. Esto constituye un avance en términos de una filosofía sobre la industria del software, el valor de la programación y del acceso libre y gratuito al código”.
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