Dom 01.11.2015
cash

AVANCES Y DESAFíOS DE LA POLíTICA ECONóMICA. INDUSTRIA Y RESTRICCIóN EXTERNA

“Un shock va a generar mucho daño”

El debate acerca de la orientación de la estrategia económica es central en la actual instancia del proceso electoral, sostiene Matías Kulfas. La escasez de dólares es uno de los principales condicionamientos de la economía.

› Por Natalia Aruguete

En un escenario de balances y propuestas sobre la próxima gestión de gobierno, los dos candidatos presidenciales se esmeran en prometer seguridad, crecimiento y desarrollo para los próximos cuatro años. Investigadores y funcionarios del gobierno nacional participaron del Primer Congreso de Economía Política, organizado por CEDE-BH en la ciudad de Santa Fe. Entre los panelistas estuvo Matías Kulfas, actual director del Centro de Investigaciones Idear Desarrollo y ex gerente general del Banco Central. Cash dialogó con Kulfas sobre los últimos doce años de política económica y la necesidad de estimular el proceso iniciado con la expropiación de la petrolera estatal, estimulando las inversiones para recuperar un equilibro en el mercado de divisas. Para lograrlo, la ley de energía renovable propone “un desafío espectacular”, sostuvo Kulfas.

¿Cuáles son los principales logros de los doce años de gobiernos kirchneristas?

–Uno de los principales logros es haber devuelto al Estado argentino un papel de relevancia en la economía, haber ganado grados de autonomía y generado nuevos programas de intervención pública que permitan dinamizar el mercado interno y mejorar las capacidades productivas, sobre todo en mercados que tienen bajo grado de desarrollo. Los resultados positivos que hubo hasta 2011 no pueden ser atribuidos de manera excluyente al escenario de precios internacionales –dado que tuvo efectos positivos y otros que hubo que morigerar–, sino que se debieron a las buenas políticas implementadas y a haber podido aprovechar ese marco internacional.

¿Qué efectos hubo que morigerar?

–Un shock al alza de precios internacionales genera una sobreoferta de divisas que puede inducir a una fuerte apreciación cambiaria. Otros países de América del Sur se beneficiaron con un escenario de precios internacionales altos –incluso más que la Argentina, ya que el cobre y el petróleo subieron más que la soja– y, sin embargo, crecieron menos que nuestro país. Además, no desarrollaron mucho su estructura productiva, sino que, por el contrario, se primarizaron más. Plantear que un escenario de buenos precios internacionales de por sí genera mayores oportunidades para el desarrollo no es algo automático, depende de qué tipo de políticas se implementen y qué capacidades se crean con esa holgura externa.

¿A qué capacidades se refiere?

–Los países ricos en recursos naturales que se desarrollaron, lo hicieron sobre la base de administrar esos excedentes externos y generar buenas políticas que fortalezcan el entramado productivo, no solamente la exportación del commodity. Creo que Argentina hizo un buen trabajo de administración macroeconómica.

Usted habló de “resultados positivos hasta 2011”. ¿A qué atribuye la situación económica posterior a esa etapa?

–Así como no debemos atribuir al viento de cola el momento de auge, tampoco podemos decir que los momentos de menor dinamismo se deben al viento de frente. Todo lo bueno que nos pasa y lo no tan bueno tiene que ver con nuestras virtudes y nuestros defectos. Se trata de pensar cómo generar correcciones en materia de política económica para lo que viene, pudiendo conservar y profundizar los aciertos.

¿Qué debilidades encuentra en las decisiones tomadas en materia económica, en estos 12 años?

–Los dos ejes del problema externo son la industria y la energía. Allí reside la base material del problema externo de la Argentina. El sector energético tuvo un crecimiento de la demanda de un 50 por ciento en la última década, esto tiene un aspecto virtuoso la mayor demanda de energía supone más industria, más hogares conectados y tiene un costado menos virtuoso referido con algunos sectores de ingresos medios y altos que, al tener una tarifa tan barata, hacen un uso excesivo y alejado del uso racional de la energía. Las tarifas bajas hay que defenderlas y mantenerlas en los sectores de menores recursos pero hay tarifas que se pagan en la ciudad de Buenos Aires que son muy bajas.

La revisión de las tarifas se viene debatiendo desde hace años y se intentó revertir a partir del 2011. ¿Por qué cree que aún no se termina de resolver?

–En 2003 y 2004, la prioridad era salir de la crisis y rearticular el consumo interno. Hacia 2007, esta discusión empieza a tener un poco más de peso y en 2011 se plantea la sintonía fina que estuvo muy bien planteada pero no se terminó de concretar en una alteración más sistemática de subsidios. Se puede reducir la base de subsidios sin generar pérdidas de recursos en los sectores de menores ingresos y, al mismo tiempo, generar mecanismos que estimulen el proceso iniciado en 2012 cuando recuperamos YPF, y que se multipliquen las inversiones en el sector para poder recuperar lo antes posible un equilibrio en el mercado de divisas vinculado al sector petrolero. No se trata de ser un país exportador de petróleo pero que la escasa oferta energética no se convierta en un obstáculo para el desarrollo de otros sectores.

¿Qué políticas deberían impulsarse para impedirlo?

–Hay que aumentar la inversión en el sector. El problema es que arrancamos tarde, por eso tenemos un rezago importante. A lo mejor, si en lugar de 2012 hubiéramos arrancado en 2005/2006, este problema no habría existido o habría sido más acotado. Lo cierto es que esto se hizo y estamos mejor encaminados y seguramente en cuatro o cinco años tendremos cierto equilibrio en el sector energético. En el sector industrial el desafío es más grande.

¿Por qué?

–El sector industrial argentino creció en su conjunto y hubo políticas muy buenas en el área de Defensa y en otros sectores específicos. En cambio, la política aplicada en el sector automotor y en el de la electrónica agudizó el problema: tenemos una demanda muy importante de divisas para estos sectores, con el consecuente problema de restricción externa. Entonces debemos replantear la función de esos sectores, generar que la integración nacional sea más importante y replantear globalmente el problema del transporte público. Tenemos que cambiar la idea de que hacer muchos autos es bueno; es mejor que hagamos más trenes, más buses urbanos como para generar otros sistemas de transporte con producción nacional y sacarnos el sueño americano de que el auto propio es el ideal.

¿Cree que la ley de energía renovable podría servir para mejorar la ecuación energética?

–Esa norma propone un desafío espectacular en tres dimensiones. El más evidente es generar más energía, y hacerlo con diferentes fuentes sin dudas será una ayuda importante para poder llegar a la meta del 20 por ciento en el 2025. En segundo lugar, es un aporte ambiental; es bueno que como sociedad nos empecemos a involucrar en la tendencia internacional de generar menos emisiones contaminantes y comprometernos con el problema del cambio climático y generar nuevos escenarios alternativos respecto de cómo producir de manera compatible con el medioambiente. El tercer desafío es que vamos a tener una demanda potencial de gran cantidad de bienes de capital necesarios para producir energía, en base a molinos eólicos. Para cumplir la meta del 20 por ciento en 2025 necesitaremos entre 2000 y 3000 molinos eólicos. Si los importamos de China u otros países tendremos un problema de crisis de deuda dentro de diez años. Necesitamos producirlos en el país. El 80 por ciento de un molino se puede hacer en el país; sólo la torre explica un tercio del molino, con lo cual produciendo solamente las torres ya tendríamos una integración nacional mayor que con la industria automotriz. Esto traería investigación y desarrollo, producción de bienes de capital nacional, empleo calificado y, además, contribuiría a generar más energía y más limpia.

Respecto de la actual brecha cambiaria, desde algunos sectores se plantea que la devaluación es la única salida posible. ¿Usted qué opina?

–Lo que claramente no resolvería nada es la propuesta que mencionó Mauricio Macri, en una reunión con empresarios, en la que dijo que el tipo de cambio lo tiene que decidir el mercado. En el contexto actual, un tipo de cambio decidido libremente por el mercado implicaría una devaluación muy importante, un salto muy fuerte y una corrección en un punto intermedio. En medio de todo este proceso, el daño es mayúsculo, porque generaría grandes problemas desde el punto de vista social. Muchos economistas ortodoxos plantean que si se logran corregir las distorsiones en la economía, se cumpliría el objetivo. El tema es que ni siquiera se cumpliría el objetivo.

¿Por qué?

–Porque como está la economía actualmente y como lo hemos visto en el escenario de 2014, es muy probable que los índices de precios acompañen buena parte del recorrido que tenga la devaluación. Creo que hay que trabajar en pasos más acompasados.

¿Una devaluación podría redundar en una mejora de las exportaciones?

–Históricamente, las devaluaciones han servido para importar menos, no para exportar más. En determinadas circunstancias, si hay capacidad productiva y un buen escenario internacional, una devaluación real –es decir, que el tipo de cambio no esté acompañado por un aumento similar de la inflación– permite generar en un plazo mediano de dos o tres años una suba de exportaciones. Pero, insisto, en condiciones donde hay capacidad productiva y donde hay mercado. En este contexto, lo que ocurriría en el corto plazo no sería un aumento de las exportaciones, sí sería un serio desequilibrio interno y problemas en los sectores más vulnerables.

¿Resolvería la restricción externa?

–Puede morigerar la restricción externa por una menor demanda de bienes importados, que sería una resolución drástica. Lo que planteo es resolver las bases materiales, no las bases financieras. Por supuesto que la base financiera permite un desahogo en el corto plazo y recuperar la senda del crecimiento, pero debemos pensar todo el tiempo en cómo modificar la estructura productiva para que no vuelva a generar una demanda de divisas que ahogue el crecimiento. Más allá de la política cambiaria que se implemente –sin dudas habrá modificaciones en el tipo de cambio–, creo que una corrección abrupta a modo de shock va a generar mucho más daño que lo que promete mejorar.

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