Dom 01.11.2015
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CRISIS POLíTICA Y ECONóMICA DE BRASIL

Contraofensiva de Dilma

En los congresos de la CUT y de la Confederación Sindical Mundial, con Lula como protagonista, la presidenta de Brasil recibió un fuerte apoyo para enfrentar el golpe institucional de la derecha.

› Por Néstor Restivo

Con dos ejemplos, el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva aclaró la razón de la ofensiva de la derecha al gobierno de su sucesora y compañera del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff. El primero: “La señora se pone un buen perfume el viernes para encarar el fin de semana. Y el lunes, cuando la empleada doméstica regresa a su casa, la señora ve que ella también usa el mismo perfume”. El segundo: “América latina tuvo universidades muy tempranamente tras la llegada de Colón, sólo unos pocos años después abrió la primera en la actual República Dominicana, y en los siglos siguientes las hubo en Perú, Bolivia, Argentina. En Brasil la primera abrió recién en 1922 porque nuestra élite nunca quiso un pueblo educado”. Lula recordó que en estos doce años de gobiernos del PT abrieron 18 universidades y 455 escuelas técnicas, “contra 140 que se habían abierto en todo un siglo”.

Dilma también dijo que la minoría brasileña “alimenta a diario a través de la prensa, con odio e intolerancia, a un pueblo que nunca tuvo esas características, porque no aguanta el ascenso social que vivimos estos años”, refiriéndose a los más de 40 millones de personas que salieron de la pobreza o a los 22 millones de nuevos trabajadores, que hoy (Lula) “por primera vez tienen auto, o viajan en avión y colman los aeropuertos como si fueran rodoviarias (terminales de micros). Todo eso antes estaba reservado sólo a los ricos”.

Ambos dirigentes hablaron semanas atrás ante el 12º Congreso de la Central Unico de Trabajadores (CUT), en San Pablo, en medio de una brutal ofensiva para iniciar un juicio político a Dilma para desplazarla del poder y de un clima económico grave, con la peor recesión en Brasil en el último medio siglo. También sesionó en la misma ciudad brasileña la Confederación Sindical Internacional, que hace unos años unificó a distintas centrales (socialdemócratas, socialcristianos y de izquierda) luego de que el fin de la Guerra Fría, la caída del mundo soviético y la ofensiva neoliberal lo hicieron posible. Fue una muestra de apoyo a la CUT, al PT y a Dilma frente al cuadro político, con asistencia de numerosos líderes mundiales entre ellos el líder de una de las organizaciones de Túnez recientemente galardonada por el Premio Nobel de la Paz, la Unión de Trabajadores del país africano; líderes sindicales de la estadounidense AFL-CIO, de Canadá, Australia, Alemania, Italia y de todos los países latinoamericanos, entre ellos la CTA y la CGT, y el ex presidente del Uruguay Pepe Mujica, quien propuso una lucha mundial por la jornada laboral de seis horas, para combatir el consumismo y la sobreproducción.

“El PT tiene algunas divergencias internas sobre cómo encarar la crisis económica. Pero la CUT y los movimientos sociales son la verdadera base de apoyo que tiene Dilma para remontar la situación y para poner resistencia al golpe”, dijo a Cash el dirigente Joao Felicio, ex presidente de la CUT y actual presidente de la CSI. La gran contradicción que tienen el gobierno de Dilma es el ajuste fiscal y la elección de un neoliberal en la cartera económica, el ministro Joaquim Levy, que fue realizado a principios de año y de su segundo mandato de la jefa de Estado (cuando recibió 54 millones de votos) para tratar de congraciar al mercado y al establishment. Pero éstos le devolvieron el favor con la ofensiva golpista, que surge de sectores del poder judicial y de un Parlamento que el PT no controla.

“El Poder Judicial, dada su composición histórica de jueces derivados de la élite, ha ejercido cada vez más la presión política, a menudo con un sesgo conservador, y además de promover una persecución sistemática de la izquierda y de los movimiento sociales y sindicales, con acusaciones, juicios y encarcelamiento de una manera completamente arbitraria y partidista”, dijo la CUT, que también tiró dardos al Parlamento e hizo una defensa tan encendida de Dilma como de los derechos adquiridos y contra el ajuste.

La situación brasileña es muy crítica en lo económico y explica la abrupta caída de popularidad de la Presidenta: recesión, devaluación, fuerte caída de exportaciones, duplicación del desempleo en un año –del 4 al 8 por ciento– y muchas empresas paradas por el escándalo de Petrobras, que afectó y detuvo negocios previstos por sectores muy dinamizadores como el propio petróleo o las industrias naval y del acero. Justamente ese escándalo, derivado de la financiación de los partidos por empresas, públicas y privadas, está en el centro de las acusaciones contra el gobierno. Pero en verdad cruza a todo el arco político, es muy antiguo y reclama una reforma del sistema de financiación de los partidos.

Dilma habló ante los líderes sindicales como pocas veces lo había dicho. Tanto, que Lula afirmó en el mismo escenario y unos minutos después que “hoy se ha convertido ya no en presidente de Brasil sino en una líder política”.

La primera mandataria le apuntó claramente a Eduardo Cunha, del PMDB y presidente de la Cámara de Diputados, quien tiene la llave del juicio político (en los últimos días mermó esa posibilidad, pero sigue latente la amenaza con otras iniciativas desestibilizadoras) y está envuelto él mismo en varios escándalos de corrupción, con cuentas secretas en Suiza descubiertas recientemente. Dilma le dijo: “Quién tiene autoridad moral para atacar mi honra. Luché mi vida entera por la libertad (Lula luego recordó su paso por la cárcel y la tortura durante la dictadura militar brasileña) y seguiré luchando para defender el mandato que me dio la voluntad popular y nuestro proyecto de democracia con inclusión social”.

La CUT la aclamó. En su documento para el congreso sindical recordó que hoy hay en Brasil “el Congreso más conservador desde el fin de la dictadura, con predominio de sectores reaccionarios, vinculados a fanáticos religiosos, latifundistas, fuerzas de seguridad y sistema financiero, incluso nostálgicos de la dictadura”, y definió el eje de la derecha en estos términos desde el año pasado, cuando la Presidenta iba por la reelección: “Dilma no puede ser elegida; si es elegida, no puede tomar posesión; si toma posesión, no puede gobernar”. El apoyo sindical y de los movimientos sociales parece ser la retaguardia desde la cual el gobierno brasileño –que igual que los de Argentina, Venezuela y Ecuador sufren permanentes acciones de erosión por parte de quienes relegaron algo de poder estos años– puede empezar a recuperar el camino y enfrentar la ofensiva golpista.

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