Dom 27.12.2015
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NECESIDAD DE DIVISAS, ESPECULACIóN FINANCIERA Y SECTOR EXTERNO

Volver al endeudamiento

La deuda no es ni buena ni mala en sí misma, sino que depende de la magnitud, del contexto y del destino de los fondos. Esos recursos adicionales deben generar divisas porque la deuda se paga en dólares.

› Por Daniel E. Novak *

Las primeras medidas económicas, consistentes con los anuncios preelectorales, de la nueva coalición gobernante permiten vaticinar un retorno bastante raudo de Argentina a los mercados financieros internacionales, que se consolidará a partir del aparentemente inminente acuerdo con los fondos buitre. Más allá de lo digno o no que pueda ser tal acuerdo, sabiendo que suele haber una relación inversa entre dignidad y velocidad en estos procesos, todo parece indicar que se volverá a disponer de financiamiento internacional en condiciones más ventajosas por la reducción del denominado riesgo país que esto implicaría. Lo que vale preguntar es si este regreso al endeudamiento externo será bueno o malo para el país.

Como en casi todos los casos, la respuesta a esta pregunta un tanto maniquea es que endeudarse no es ni bueno ni malo en sí mismo sino que depende de la magnitud, del contexto y del destino del endeudamiento. Lo que sí se puedes decir es que, si no se asegura de que después habrá capaces de pagar lo que se toma prestado, el endeudamiento termina siendo malo. Y la situación ideal es que sea el mismo endeudamiento el que brinde las condiciones necesarias para poder honrar esa nueva deuda.

Desde el punto de vista microeconómico es fácil entender que para poner en marcha un proyecto productivo es necesario contar con capital suficiente, no sólo para comprar el equipamiento necesario sino también para poner en marcha la producción, comprando insumos y pagando sueldos, hasta que el producto se venda y se comience a recuperar los costos. Durante la puesta en marcha se necesita capital para inversión y capital de trabajo, que no necesariamente tiene que ser propio sino que puede ser prestado, con la única condición de que el negocio permita no sólo recuperar los costos reales sino también los servicios de la deuda que se contrae. Visto así, endeudarse para crecer no sólo no es malo sino que resulta necesario para no tener que hacer un exagerado esfuerzo previo de acumulación de capital.

Desde el punto de vista macroeconómico la situación es parecida pero no igual; hay alguna diferencia que si no se toma en cuenta lleva a caer en el mismo problema que se reitera en Argentina cíclicamente desde hace seis décadas: la restricción externa, que va camino a transformarse en la restricción eterna.

Lo parecido es que parece bueno tomar crédito para hacer inversiones que incrementen la capacidad productiva del país y de esta manera consolidar un sendero de crecimiento, crédito que puede ser tomado indistintamente por el sector público o el privado con ese loable objetivo. Y también es parecida la necesidad de que ese incremento de capacidad productiva y ese crecimiento generen los recursos necesarios para poder luego afrontar los servicios de ese endeudamiento.

Pero lo distinto desde el punto de vista macroeconómico es que si se tomar crédito internacional, esos recursos adicionales deben generarse en divisas porque el endeudamiento externo se honra en moneda extranjera. Y la única forma en que se puede contar con las divisas necesarias para atender esa deuda es aumentando las exportaciones y/o reduciendo las importaciones.

¿Qué significa esto? Que si el país (sector público o privado) toma deuda externa que no incremente su capacidad exportadora o reduzca su demanda importadora, a la corta o a la larga no va a tener cómo atender los servicios de esa deuda, sea por pago de intereses o por remesa de utilidades de las empresas extranjeras que se radiquen o amplíen en el país. Tomar deuda externa para aumentar la capacidad exportadora o reducir su necesidad importadora sería entonces “endeudamiento bueno”; en cambio, tomar deuda externa para financiar actividades mercadointernistas o para simplemente reemplazar crédito interno caro por crédito externo barato es comprar un pasaje diferido para un nuevo default internacional del país. Y ni hablemos de endeudarse con el exterior para tan sólo atender la “necesidad básica insatisfecha” de una parte de la clase media y toda la clase alta para trasformar sus excedentes en dólares sin aplicación productiva directa ni indirecta.

La década del 90 es un ejemplo flagrante de esto último: gracias a la “confianza” que inspiraba en los inversores internacionales la política suicida de aquel entonces, consistente en un total descontrol del movimiento de capitales del exterior, más el seguro de cambio que implicaba la convertibilidad del peso a un tipo de cambio fijo durante años, llevó a que el ingreso de divisas se destinara no sólo a inversiones puramente financieras sino también a la privatización de servicios públicos que no se exportan y que no aumentan la capacidad de generación de divisas necesaria para el repago de la deuda; todo esto sin contar con que además, en el marco de una apertura indiscriminada de la economía, ese endeudamiento externo sirvió para financiar también la compra de productos importados a bajos precios que desmantelaron gran parte del aparato industrial nacional, todo lo contrario a sustituir importaciones para ahorrar divisas.

Está claro de todos modos que la mejora de la capacidad exportadora puede lograrse de manera directa, alentando el desarrollo de la competitividad internacional de empresas radicadas o a radicarse, o de manera indirecta mejorando la infraestructura y reduciendo costos de los servicios públicos básicos: pero en ambos casos hay que hacer bien las cuentas antes para saber si el Estado debe apoyar o no una iniciativa con financiamiento externo. Del mismo modo, sustituir importaciones no implica hacerlo a cualquier costo, derivado de protecciones excesivas, pero aun así queda un largo camino a recorrer, empezando por el autoabastecimiento energético.

¿Cómo hace el Estado entonces para alentar o desalentar una inversión extranjera o un financiamiento internacional? Si es cierto que se va a recrear una Agencia de Inversiones, ésta debería analizar en el caso de financiamiento internacional de un proyecto su balance proyectado de divisas, directo e indirecto. Si ese balance es positivo entre generación de nuevas de divisas y/o ahorro de las que se requerían hasta ese momento, ese proyecto debería contar con una garantía de remesa libre de utilidades asociada a la verificación de ese balance, incluyendo esas remesas. Si no es un proyecto generador o ahorrador de divisas, no contará con esa garantía y la remesa de utilidades quedará condicionada a la disponibilidad de divisas.

A quienes les parezca muy intervencionista o parecido a experiencias recientes no muy exitosas les convendría tomar en cuenta que la alternativa de un Estado que no haga nada y acepte todo lo que venga sin chistar, lleva a un nuevo default internacional en menos de diez años.

Otro tema a tener muy en cuenta es que a un país como Argentina no le queda otra alternativa que mejorar su capacidad exportadora a partir de una industria eficiente y no sólo a través de la producción primaria que, a pesar de ser competitiva por naturaleza, no puede por sí sola generar el volumen de empleo que garantice plena ocupación y una distribución más equitativa del ingreso. Sigue careciendo de sentido exportar pelets de soja a China para que vuelvan en la carne de cerdo que se compra con el valor agregado a miles de kilómetros.

La reducción o eliminación de retenciones a las exportaciones de materias primas agropecuarias es, bajo esta concepción, una invitación a perder valor agregado y empleo interno.

En definitiva, si bien conviene terminar con la falsa disyuntiva de que el endeudamiento externo o es un cuco malo que seguro va a hacer daño o es la panacea que llevará a la Argentina a su destino de grandeza, no es menos cierto que se tendrá que estar muy alertas para no volver a políticas erradas, en el mejor de los casos, o armadas, en el peor, con otras intenciones (regalar las empresas públicas, por ejemplo), que en lugar de mejorar la capacidad de generación futura de divisas sirvan para financiar un desbalance comercial externo creciente que revierta la trabajosa reindustrialización de los últimos años.

* Ex subsecretario de Coordinación Económica de la Nación.

Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.

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