Dom 11.09.2016
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REFLEXIóN DE UN EMPRESARIO PYME SOBRE EL IMPACTO NEGATIVO DE LA ACTUAL ESTRATEGIA ECONóMICA

Anoche tuve un sueño

El consumo retrocede por la reducción del poder adquisitivo del salario y de las jubilaciones. La propuesta de este empresario no es más ajuste, sino que las paritarias superen la inflación.

› Por Demetrio Francisco Ureta *

En el quiosco del barrio la gente se amontonaba para comprar algo.

Me acerqué para investigar de qué se trataba. Después de abrirme paso pude descubrir que lo que compraban eran alfajores. Alfajores chinos.

Un delicado papel color blanco seda con ideogramas rojos escritos en mandarín componían el envase. Un chico anunciaba feliz: ¡tienen dulce de leche!”.

Apenas eso era el sueño, aunque para mi fue casi una pesadilla: Somos fabricantes de alfajores.

Cuando desperté sentí un deja vú que aumentó mi angustia.

En 1980 trabajaba en una empresa láctea que mandaba quesos en camiones a Buenos Aires. Por entonces nos inundaban los quesos y los productos lácteos provenientes de Europa, de países que subsidiaban la producción de los mismos.

Nuestros quesos frescos iban y daban vueltas por días sin poder venderse. Al final volvían arruinados y terminábamos dándoselos a los chanchos.

La empresa donde trabajaba, con más de 100 empleados y 50 años de existencia, quebró en 1981. El dueño murió un par de años después, del corazón, pero sobre todo de tristeza. Era la empresa fundada por su padre cuando vino de Suiza en 1927.

Luego de deambular por trabajos con idéntico y poco feliz final, fundamos una pequeña empresa de alimentos en 1987.

Crecimos, tomamos créditos para comprar maquinaria, como aconsejan los economistas, y allá por 1997 estábamos casi fundidos (otro deja vú). Cuentas corrientes en varios bancos con descubiertos que cobraban 5 por ciento mensual en dólares (estábamos en el uno a uno, sin embargo ahora, en el presente, aquello me parece tan familiar).

En 1999 después que nos cerraran las cuentas en los bancos tomamos la decisión de hipotecar nuestra casa para no perder el capital de trabajo.

Fue una medida desesperada aunque acertada. Pasaron largos trece años y recién en 2012, terminamos de pagar la hipoteca y recuperamos nuestra propia casa.

A veces, cuando con mi esposa tocamos estos temas le digo lo siguiente: si entran ladrones, no te preocupes, invitémoslos con una cerveza y que se lleven todo lo que quieran, porque sabes una cosa, a nosotros nunca nadie nos podrá robar más de lo que nos robaron los bancos.

¿Y ahora?

Vuelven las pesadillas.

En estos años que pasaron, mientras pagábamos la hipoteca, multiplicamos por cinco la cantidad de empleados, desarrollamos nuevos productos con capital propio y hasta llegamos a autofinanciarnos.

Mis empleados se terminaron la casa, todos tienen auto, algunos más nuevos que los del dueño de la fábrica.

Pero en pocos meses todo ha cambiado.

Mis empleados ahora vienen a trabajar en moto o en bicicleta, el coche queda en la casa. Los otros días charlando con ellos uno me decía que está tranquilo porque el auto es su ahorro. Pienso que está equivocado porque un vehículo es un bien de uso, al que se le debería poder cargar combustible sin sufrir, para llevar los chicos a la escuela o irse de vacaciones. Qué clase de valor de ahorro puede tener un vehículo ante la posibilidad de que miles se oxiden en los garajes porque no hay dinero para hacerlos funcionar.

También me sorprendí al observar que algunos empleados venían un rato antes de hora con su tablet o el celular. Ante mi curiosidad me respondieron:

–Es que como nos borramos del cable y de arnet usamos el Wi-Fi de la fábrica para bajar películas y ver el Facebook.

Laburantes que se compraron una tablet y un buen tele años atrás. Ahora no puede pagar el teléfono ni el cable. Qué paradoja, ¿será que están ahorrando?

Todo esto no es un sueño, la realidad dictamina que el consumo se extingue. Siendo uno de los países más ricos del mundo vamos a volver a vivir pobres.

Porque aquí no hay ley antidespidos, ni otras medidas disfrazadas de paliativos que sirvan demasiado.

Lo que hay que hacer es cambiar el plan económico.

Pero como eso no es posible, porque este es el plan económico de un gobierno elegido democráticamente y los gobernantes actuales están con todo el derecho de implementar las medidas económicas que consideren adecuadas a su ideología, ¿que nos queda por hacer?

He reflexionado profundamente estos últimos meses, y aunque mis colegas industriales piensen que sea una locura lo que voy a decir como empresario:

¡No queda otra que recurrir a los trabajadores y a los gremios!

Son los únicos que pueden tirar del carro.

Por eso les pido que no aflojen en las paritarias, que vayan por más que la inflación, no claudiquen en eso. No hay que tener miedo. Si es el 50 por ciento que sea el 50 por ciento de aumento. Como empresario los estoy alentando a que pidan el mayor aumento posible.

Es verdad que a nosotros nos va a costar pagarles el sueldo al principio, tal vez nos atrasemos un poco, pero ustedes son los únicos que pueden tirar de la soga para que esta política de desplome del consumo no se consolide.

La otra alternativa es como tomar veneno a cuentagotas.

Cuando te diste cuenta estás muerto.

* Ingeniero. Propietario de una pyme.

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