› Por Martín Astarita *
“El deseo de los individuos ha sido generalmente más fuerte que la inclinación del empresario a aumentar la riqueza nacional.”
John Keynes
El escándalo internacional desatado por el Panamá Paper ha puesto en un lugar incómodo al Presidente Mauricio Macri. Aunque resulta prematuro aventurar las consecuencias políticas y judiciales del caso, la credibilidad presidencial corre riesgo de ser afectada en al menos una parte de los votantes que confiaron en la promesa de cambio. El contexto signado por políticas de ajuste no ayuda: para pedirle sacrificios al pueblo, conviene tener las manos limpias.
Nos interesa abordar el tema a partir de los argumentos dados por el propio macrismo y su periodismo militante, que intentaron sin éxito superar rápidamente el mal trago. Tanto Laura Alonso, como Marcos Peña e incluso el Presidente sostuvieron que no había nada ilegal en tener sociedades –como Fleg Trading Ltd, radicada en las Bahamas y de la cual Macri era su director– en paraísos fiscales. El editorialista de La Nación Joaquín Morales Solá fue en la misma línea, agregando que tras la asunción de Macri como Jefe de Gobierno porteño en 2007, dicha compañía dejó de existir.
Ante todo, cabe decir que si hubo o no un ilícito es cosa que debe investigarse, y corresponde al Poder Judicial hacerlo. En segundo lugar, habría que recordarle a Morales Solá que Macri ocupa responsabilidades públicas desde mediados de los años noventa, primero como Presidente de Boca (1995) y luego como Diputado Nacional (2005-2007). Incluso como Jefe de Gobierno, siguió como director de Fleg Trading un año más.
Pero más allá de eso, la estrategia defensiva del macrismo repite el mismo patrón que suele utilizarse en la mayoría de los casos de corrupción: lo que interesa es lo ocurre con los funcionarios públicos y el Estado. Queda en un cono de sombras la necesaria contraparte empresarial y más en general la corrupción entre privados.
En tal sentido, es relevante destacar algunos elementos del contexto en el que fue creada la compañía offshore (el año 1998) porque creemos que ilumina aspectos centrales de la historia argentina reciente y pone de relieve además la necesidad de adoptar un enfoque más amplio sobre el tema de la corrupción.
La creación de la sociedad Fleg Trading es en 1998, es decir, recién en el primer año de recesión de lo que será el principio del fin del régimen de convertibilidad.
Llevábamos casi diez años de menemismo, una etapa de positivas transformaciones en el país, según las propias palabras de Mauricio Macri. En tal sentido, cabe preguntarse: ¿Por qué el Grupo comandado por él y su padre deciden fugar dinero hacia las Bahamas? No parecen aplicables los tradicionales argumentos de la inseguridad jurídica o de una carga impositiva excesiva, luego de una década de políticas neoliberales que los mismos Macri se encargaron de promover y elogiar públicamente.
Tampoco parece sostenible el argumento según el cual, ante la crisis argentina que comenzaba a vislumbrarse, el Grupo Macri haya decidido ir a un paraíso fiscal como paso previo a realizar una inversión en Brasil, pues el país vecino también atravesaba una crisis por aquél entonces (el PIB brasileño sufre dos caídas consecutivas en 1998 y 1999).
Una visión más amplia permite observar que la fuga de capitales por parte de empresarios argentinos ha sido casi una constante histórica y que a partir de 1976 dicho comportamiento se intensifica y da lugar a la instauración de lo que el economista Eduardo Basualdo llama modelo de valorización financiera. En dicho modelo predominan las actividades financieras por sobre las productivas, siendo uno de sus ejes el endeudamiento.
El mecanismo de valorización es el siguiente: los empresarios toman deuda en el exterior a una tasa relativamente baja; la valorizan internamente en actividades productivas donde obtienen ganancias significativas por la depreciación del salario; y la fugan convirtiendo sus ganancias en dólares (que guardan en el colchón o en el exterior), en un marco de liberalización financiera.
Esta operatoria virtuosa se da gracias a la explotación creciente del trabajo asalariado (facilitada por la desocupación) y por la intervención del Estado, no solamente asegurando el diferencial en las tasas de interés (internacional y local) sino también a través de su propio endeudamiento para permitir la fuga de capitales del sector privado. Es por ello que la historia de la deuda pública argentina entre 1976 y 2001 es la historia también del proceso de fuga de capitales.
En la década menemista hay dos ciclos contrapuestos en el flujo de capitales. El primero se da en los primeros años, cuando ingresaron muchos dólares al país (entre ellos, de argentinos y del propio Macri) atraídos por la oportunidad de participar en la compra de activos estatales a bajo precio (así, el proceso de privatización permitió la conformación de consorcios integrados por capitales de origen nacional e internacional). El segundo ciclo comienza hacia mediados de los noventa, momento en el que los grupos económicos locales deciden vender su participación accionaria en las empresas privatizadas, dando lugar a un importante proceso de fuga de capitales.
En un listado de los principales grupos empresarios o firmas con mayores transferencias de divisas en los momentos previos a la crisis de 2001, el Grupo Macri-Socma aparece en el puesto N° 36, con una fuga que alcanza los 112 millones de dólares.
En síntesis, con este marco histórico se puede observar que la conformación de esta sociedad offshore por parte de los Macri se inscribe en un patrón de comportamiento por parte de los grupos económicos locales cuyos rasgos más significativos son la fuga de capitales y el endeudamiento. Ambos fenómenos, cabe agregar, resultaron decisivos en el colapso de la convertibilidad y el estallido económico y social de 2001
No está de más recordar que aquella crisis que terminó abruptamente con el gobierno de Fernando De la Rúa fue interpretada por muchos como la consecuencia de años de corrupción política. De hecho, el lema popular predominante fue “que se vayan todos”, mensaje dirigido centralmente a la clase política. Una vez más, quedó oculta la responsabilidad de los sectores empresariales en la debacle nacional.
Se ha dicho, con razón, que el PRO es un emergente de la crisis de principios del 2001. Habría que agregar, en base a lo aquí expuesto, que su principal líder fue también co-responsable de dicha crisis.
* Politólogo, director de @elloropolitico.
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