Los imperios del mal
Por Julio Nudler
El imperio del presente se ha lanzado a una campaña de conquista, y detrás de él se encolumnan los imperios del ayer: Gran Bretaña, España, Portugal, y hasta Italia y Turquía, como para reivindicar su propia historia de dominación y hegemonía. Sólo Francia no quiso apuntarse a esta ceremonia nostálgica, quizá por ser la única ex metrópoli que no se resigna.
Las deseconomías de esta agresión atrozmente desproporcionada a Irak dejan pálidas a las escasas líneas de esta columna semanal. Aunque Washington y sus aliados hablan de la posterior reconstrucción de Irak, e incluso del negocio de la reconstrucción, lo verdadero es que la destrucción actual no culminará con la última bomba y el último misil. Persistirá como secuela de cada mutilación: de vidas, de naturaleza, de cultura.
Un debate que cobró intensidad en los últimos tiempos es el de las ciudades alemanas bombardeadas por ingleses y norteamericanos durante la segunda guerra mundial, objetivos civiles que fueron arrasados a metralla y fuego para desmoralizar a la población. Sesenta años después, norteamericanos e ingleses vuelven a demoler e incendiar ciudades.
Entonces, la justificación era Adolf Hitler. Hoy es Sadam Husein. Y mientras la televisión ofrece una distante visión del espanto, hay espacio para que cada cual se preocupe por lo propio. El periodista pregunta qué efecto tendrá esta guerra (¿guerra?) sobre la Argentina, y el economista responde con datos sobre la exportación de trigo a la zona del conflicto.
Alguien añade que las cerealeras locales están preocupadas porque Estados Unidos piensa donarles granos a quienes sobrevivan a su propio ataque. Mientras tanto, los mercados rebotan cuando ¡al fin! comienza el asalto.
Tal vez sea ésta una de las mayores deseconomías resultantes: la de la deshumanización que acompaña al uso lascivo de la violencia. Este costo persistirá en el tiempo.