BUENA MONEDA
“Pida un hábeas corpus”
› Por Alfredo Zaiat
Por la ciudad circula un Chevrolet viejo, probablemente de la década del ‘60, con la trompa chocada, que tiene una leyenda pintada en techo, baúl y puertas. “Salve a Argentina. Pida un hábeas corpus”, va como una pancarta móvil por las calles, participando incluso en algunos escraches, como los realizados a miembros de la Corte Suprema de Justicia. Esa plegaria entre irónica y desesperada impacta sobre el cuerpo maltratado de una economía que sólo recibe golpes. La ingenua estrategia del Gobierno de quedar atado a un auxilio financiero externo, que cada vez es más lejano, repite la fallida política implementada durante la gestión de Fernando de la Rúa por José Luis Machinea y luego por Domingo Cavallo. Los costos para conseguir el apoyo del FMI fueron inmensos en ambos casos, para después comprobar que esos dólares no sirvieron para nada en el objetivo de cambiar expectativas y salir de la depresión. Dominado por el gradualismo de Jorge Remes Lenicov, comportamiento que a veces parece simplemente impericia, el Gobierno ha ingresado solito a un callejón sin salida. La corrida cambiaria que disparó al dólar por encima de los 3 pesos resulta simplemente el síntoma de un final de ciclo.
La fuga de depósitos empezó en febrero del año pasado. Con más o menos intensidad no se detuvo ni un mes, hasta que en la última quincena de noviembre se desató el pánico. El período de huida hasta desembocar en el crac fue demasiado largo, prolongado por las fantasías que ofrecía Cavallo y el respirador artificial conectado por el FMI en agosto. Se sabe por decenas de otras crisis en la historia económica reciente que siempre existe un rezago entre el comienzo de una corrida hasta el momento del desborde final, que con los depósitos fue el corralito. Con el dólar como activo de refugio, el proceso ha sido mucho más rápido.
Es difícil volver del repudio a la moneda doméstica en esa dinámica que se ha acelerado la última semana. El peso dejó de ser referente de ahorro y va camino de serlo también como unidad de cuenta. La devaluación irresponsable de Eduardo Duhalde, anclando primero el tipo de cambio a 1,40, diciendo inmediatamente que lo liberará después para posteriormente dejarlo flotar por presión del FMI pero sin su apoyo, abrió las puertas para que la hiperinflación muestre sus colmillos. Que finalmente los termine clavando en la yugular de una sociedad fatigada no depende de alguna alquimia que pueda mostrar Remes Lenicov, cuyos servicios ya han sido probados de poca utilidad para salir de la crisis. Que se descienda a ese infierno conocido en 1989 depende exclusivamente de algo intangible como la confianza de los agentes económicos, que se sabe no es precisamente el activo que pueda mostrar el Gobierno.
La reacción de consumidores y productores en su defensa al impacto de la devaluación tiene una demora, que con el desborde del dólar del viernes ha empezado a saldarse. Todo aquel que tiene algún excedente en pesos buscará trocarlo por el deseado billete verde. Las empresas sacarán del mercado sus productos para no descapitalizarse y, la que no, la remarcarán para subirse a un vagón, de cola, del convoy del dólar. Así se ingresará en un círculo de deterioro y de histeria colectiva, con salarios hechos polvo y colapso del aparato productivo.
Por este camino, el trazado por Remes y el que divulga como alternativa el candidato a sucederlo, Javier González Fraga, la hiperinflación volverá a castigar. El gradualismo del primero o la política de shock del segundo, proponiendo la liberación del corralito de las cuentas a la vista que catapultaría el dólar a 5, no responden a la urgencia de la crisis económica.
Con esas opciones, el dueño del Chevrolet está señalando el camino: hay que pedir un hábeas corpus.