BUENA MONEDA
Locomotora verdeamarelha
› Por Alfredo Zaiat
Asimetrías industriales, desequilibrios en el intercambio comercial, deficiencias en la coordinación macroeconómica, diferencias políticas sustanciales en temas relevantes como la deuda y la vinculación con el FMI y, además, reflejos competitivos por el liderazgo regional, que se manifiestan en las cumbres de presidentes o en la controversia sobre la silla en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Todo esto parece indicar que lo que debería ser una asociación estratégica clave se ha convertido en un matrimonio mal avenido. El Mercosur sobrevivió a la obsecuencia de Carlos Menem con Estados Unidos para alinearse con el ALCA y al objetivo de Domingo Felipe Cavallo de desarmarlo a una simple área de libre comercio. Pero, ahora, se enfrenta a una encrucijada más difícil puesto que, a priori, Kirchner y Lula, con cierta afinidad ideológica, expresaron su vocación política de priorizar el bloque regional. Sin embargo, más allá de simpatías y declaraciones traducidas en documentos y acuerdos entre los países miembros, el Mercosur atraviesa la peor crisis desde su lanzamiento.
Si bien las responsabilidades son compartidas, y sin caer en la fultbolización del vínculo entre los dos países más importantes del bloque, a la potencia regional le correspondería asumir una cuota mayor. Y esto, precisamente, por ser la nación dominante por extensión del territorio, cantidad de población y por mayor capacidad económica. Brasil pertenece al lote de las diez economías más grandes del mundo, y varios economistas-futurólogos la incluyen junto a China, India y Rusia en el grupo de países más dinámicos de las próximas dos décadas. Ahora bien: esa indudable condición de líder regional, si su aspiración es ser reconocido como tal en un ámbito de cooperación, no implica que tenga que tener socios subordinados y domesticados a sus aspiraciones de grandeza. En caso de querer una relación de sumisión, las tensiones irán en aumento y, como ahora, crujirán las paredes del Mercosur.
Hasta el esquema de especialización productiva –Brasil con manufacturas industriales y Argentina proveedor de materias primas– ha quedado desacomodado. El vecino mayor ha emprendido, en los últimos diez años, un plan de expansión de la frontera agropecuaria y, del mismo modo que aquí, ha aplicado paquetes tecnológicos que han significado un importante aumento en la producción. Se ha convertido de ese modo en uno de los principales jugadores del comercio mundial de carnes y de soja, entre otros commodities, además de lograr la autosuficiencia energética sin ser un país petrolero. Esto último gracias a la adquisición de Pérez Companc por parte de Petrobras.
Así, Argentina se ha convertido en un socio desorientado que busca su destino. Quiere retener una cuota del comercio bilateral de manufacturas industriales luego de que varias multinacionales y grupos locales ya han mudando sus plantas a Brasil. Al mismo tiempo, grandes empresas brasileñas desembarcaron o tienen proyecto de hacerlo en compañías argentinas –la operación de compraventa más cercana sería la de la cementera Loma Negra de Amalita Lacroze de Fortabat–. A la vez, el papel de principal abastecedor de materias primas a Brasil va perdiendo importancia a ritmo sostenido. Esto significa que Argentina sigue siendo un socio estratégico en el ámbito político para Brasil en función de su objetivo de erigirse en líder regional, para con ese carnet jugar en las ligas mayores de las naciones. Pero dejó de ser el socio más relevante en materia económica. El antecedente más cercano en ese sentido fue el de Lula reconociendo en forma unilateral a China como “economía de mercado”, obligando a transitar un sendero similar a la administración Kirchner.
De la necesidad una virtud podría ser la vía para que el Gobierno encuentre margen para obtener un lugar más importante en esa asociación que el de ser un observador pasivo de la expansión brasileña. Esto significa que Brasil, por ahora, está demandando un vínculo estrecho con su socio más cercano para avanzar en la consolidación de su liderazgo regional. Además, pese a la recuperación de los últimos trimestres, la economía brasileña todavía muestra flancos de elevada vulnerabilidad, entre los que se destaca su monumental deuda. Esa es la oportunidad para que, antes que sea tarde, Argentina pueda instrumentar una política de complementación industrial con Brasil, atándose de ese modo a la locomotora verdeamarelha con la apuesta de constituirse en un vagón difícil de desenganchar.