BUENA MONEDA
¿Dónde está el arco?
› Por Alfredo Zaiat
Al FMI le gusta ocuparse de sus asuntos sin extraños que hagan demasiadas preguntas. En teoría, el Fondo apoya las instituciones democráticas de las naciones que atiende. En la práctica, socava el proceso democrático mediante la imposición de políticas.”
El espectáculo que está ofreciendo el gobierno de Duhalde es patético. Asume con poca vergüenza su denigrante sumisión al sadismo de las autoridades del Fondo Monetario Internacional. Con el último aliento cumple unos requisitos inservibles para salir de una crisis, como la modificación de la Ley de Quiebras y la derogación de la Ley de Subversión Económica, que ahora resultan insuficientes para los burócratas de Washington. En realidad, Duhalde puede sobreactuar todo lo que quiera su conversión a los dictados del establishment pero en el FMI quieren cerrar el acuerdo con otro gobierno.
“Cuando el FMI decide ayudar a un país, despacha una ‘misión’ de economistas. Estos frecuentemente carecen de experiencia suficiente en ese país. Lo más probable es que tengan mayor conocimiento de primera mano sobre sus hoteles de cinco estrellas que de los pueblos que salpican su zona rural.”
Anoop Singh entiende la dinámica de la crisis argentina como Duhalde de economía. El indio junto a su equipo tiene el libreto archiconocido del FMI, con el resultado fallido que se conoce, a lo que agrega los reclamos de los bancos internacionales y multinacionales con intereses en el país, como las privatizadas. Sólo así se puede entender la flamante presión para que no avance el proyecto de ley que fija límites para la participación extranjera en medios de comunicación. Y en el apriete para que Duhalde aplique el veto a varios artículos de la ley que derogó Subversión Económica.
“Los críticos acusan a la institución de enfocar la economía como si se tratase de un molde para hacer galletas, y tienen razón. Se ha sabido que equipos de trabajo para un país han redactado borradores de informes antes de visitarlos.”
La dupla Horst Köhler-Anne Krueger, uno y dos del FMI, respectivamente, tienen diferencias sobre cómo abordar el caso argentino. El alemán piensa que la crisis se resuelve con un fortísimo ajuste fiscal de la Nación y las provincias acompañado por un “ancla monetaria”. Es decir, menos gasto público echando empleados, por un lado, y restricciones a la emisión de billetes, por otro. El alumno principiante de Economía aprende que una política fiscal y monetaria contractiva aplicada al mismo tiempo, en un contexto recesivo, desemboca inexorablemente en una explosión social y en depresión. Por su parte, la norteamericana, con línea directa con el secretario del Tesoro de Estado Unidos, Paul O’Neill, se opone a la versión Lavagna del corralito, exigiendo el canje compulsivo de bonos por plazos fijos. Y, con arrogancia, postula en privado que la hiperinflación sería el camino a transitar de la economía argentina. Una visión conspirativa indicaría que de ese modo los capitales estadounidenses podrían comprar barato los activos de los intrusos europeos en su patio trasero.
“Los expertos del FMI creen ser más brillantes, más educados y estar menos motivados políticamente que los economistas de los países que ellos visitan. De hecho, los líderes económicos de esos países son bastante buenos, en muchos casos más brillantes o mejor educados que el personal del FMI, el cual frecuentemente lo integran estudiantes de tercer nivel de las universidades mejor calificadas.”
Argentina ha quedado en el medio de una interna del FMI, en la cual una y otra parte busca mostrarse quién es más dura para diferenciarse de los paquetes tradicionales de rescate de la década del ‘90. Entonces, más y más condiciones exigirán para firmar un acuerdo, corriendo el arco a cada momento, en su grosera tarea de domesticar a un país que declaró la cesación de pagos. La única carta que le queda al Gobierno para enfrentar a los energúmenos del FMI es que, a esta altura, con su economía hecha añicos, tiene poco que perder. Y mucho más los organismos financieros internacionales. Sin acuerdo, Argentina no podrá cumplir los vencimientos de deuda que tiene con el Fondo, Banco Mundial y BID (en junio, por ejemplo, 958 millones de dólares en total), lo que afectará la calificación de esas instituciones.
(Las citas forman parte de “Lo que aprendí de la crisis económica mundial”, del Premio Nobel de Economía 2001 Joseph Stiglitz, ex economista principal del Banco Mundial.)