Dom 07.05.2006
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BUENA MONEDA › BUENA MONEDA

Aspiraciones y medidas

› Por Alfredo Zaiat

Un sutil y necesario debate ha empezado a manifestarse referido a las características del rebote, del patrón de crecimiento y de la calidad del desarrollo de la economía. Ahora que los gurúes del pronóstico equivocado están revisando sus manuales, encerrados en ese microclima de secta de consultores, gerentes financieros y empresarios, se presenta el desafío de avanzar en el análisis sobre qué tipo de crecimiento y si, en realidad, se ha ingresado o no en un sendero sostenido de aumento del Producto. Las robustas cifras macroeconómicas que se difunden mes a mes sorprenden a más de uno, en especial a los analistas extranjeros, que con esos datos terminan ratificando una vez más que la Argentina es “un caso especial”. Porque no entienden cómo no fue una potencia cuando a comienzos del siglo pasado tenía todo para serlo, y tampoco comprenden luego cómo logró recuperarse tan rápido de la peor recesión de su historia reciente, descalabro máximo de un ciclo de crisis recurrentes de los últimos treinta años. Y entienden menos aún cuando verifican que la salida se encontró sin transitar el mapa de la ortodoxia tradicional.

Esa incomprensión tiene bastante que ver con la frustración de comprobar que un país superó una crisis con una receta no del todo habitual. Sin embargo, dejando de lado esas miradas de incredulidad por ignorancia o por porfía ideológica, lo cierto es que el fuerte crecimiento del Producto se produce después de una caída en picada. En un artículo publicado en Datos & Opinión del Centro de Estudios Financieros del IMFC, Rodrigo López señala que “sería más atinado hablar de crecimiento genuino cuando se superen de manera sostenible los niveles de PIB per cápita vigente antes de la última recesión, es decir de mediados de 1998”. Y ofrece una oportuna aclaración al señalar que “es preciso distinguir el ciclo económico de la tendencia de largo plazo”. Explica, en forma didáctica, que el ciclo es el movimiento de llenado y vaciado en forma periódica de un recipiente, mientras que el crecimiento es cuando ese mismo vaso se agranda, para culminar diciendo que el desarrollo se concreta cuando ese pote cambia de diseño, adoptando una forma que cuida mejor su contenido.

En un reciente documento de trabajo Notas sobre la actual etapa económica, del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, coordinado por Claudio Lozano, se puntualiza que el PIB del 2005 ha superado en un 5,8 por ciento al de 1998, destacando que a la economía argentina le ha costado siete años alcanzar los niveles de actividad del mejor año de la convertibilidad. “Sin embargo, el cuadro social que emerge de esta recuperación es más agravado que el de aquel entonces”, apuntan. Enumera que el PIB por habitante es inferior, las tasas de desocupación, pobreza e indigencia son mayores y el ingreso medio de los ocupados descendió en términos reales en relación a ese año base. De todas esas variables, una pasará la prueba este año: con la evolución del primer trimestre y la proyección para el resto del año, el PIB por habitante superará el nivel de 1998. “En resumen, la recuperación del nivel de actividad se sustenta sobre una pauta de mayor explotación laboral, pauperización social y desigualdad distributiva”, concluyen los analistas de la CTA.

Lozano y su equipo también buscan diferenciar el ciclo económico de la tendencia, pero en este caso lo plantean entre el “patrón de acumulación” y el “régimen económico”. El primer término lo distinguen como la modalidad que adopta un régimen económico y que se expresa en un determinado esquema de negocios. En otras palabras, el patrón de acumulación define un conjunto de actividades que, por su mayor tasa de ganancias, adquiere un rol predominante en el funcionamiento de la economía. Por su parte, el régimen económico está definido por un conjunto de relaciones sociales e intervenciones del Estado que determinan las condiciones de reproducción de un cierto sistema. “Esta diferencia conceptual es importante para comprender que por vía de la megadevaluación se ha operado un cambio en el patrón de acumulación”, explican, pero agregan que “ese cambio se da en el marco del mantenimiento de un régimen económico de concentración y desigualdad”.

En ese contexto, ¿qué está haciendo el gobierno de Kirchner frente a restricciones propias y a las estructurales? Para Lozano & equipo de CTA: “Tenemos un cambio en el esquema de negocios en el marco del mismo régimen económico”. Para Rodrigo López, del IMFC: “La concentración del capital en la economía argentina hace aún más difícil la transición hacia estructuras productivas más convenientes”. Y añade que “la política económica requerirá de esfuerzos considerables para encaminar al país en un sendero de desarrollo, lo cual implica afrontar el problema de la ausencia de una burguesía nacional”.

La actual política económica, cruzada por pujas entre los ministros Felisa Miceli y Julio De Vido por espacios de poder y, por lo tanto, por manejo de recursos, está atrapada en un complejo dilema entre aspiraciones y medidas efectivas. Entre una estrategia que ayudó a hacer más intenso el rebote desde el pozo de la crisis y la de una política de crecimiento sostenido. Entre un sendero de repetir el mismo y frustrante esquema del derrame y el de encontrar uno que oriente a generar las condiciones de un desarrollo con equidad. En esa tensión se desenvolverá la economía de aquí en más. La inflación, para poner en su justa dimensión esa cuestión que entusiasma a la ortodoxia y a gran parte del Gobierno, es una manifestación de esa inquietante y a la vez desafiante situación de repetir una nueva frustración ya sea de estancamiento o de crecimiento sin equidad o de aprovechar la oportunidad para reconstruir un país con una mejor distribución del ingreso.

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