BUENA MONEDA
› Por Alfredo Zaiat
En algunas ocasiones, las palabras mueren a manos de la tiranía de los números. Eso sucede cuando comienza el período de difusión de los balances de las empresas líderes. Además de una mayor o menor eficiencia en la gestión de la compañía, los resultados que aparecen en el último renglón del ejercicio contable rebelan en forma inapelable los efectos de una determinada política económica. Analistas y economistas de la city podrán convocar fantasmas y alentar temores, pero, al final, para quien quiera ver qué está pasando, la realidad se le presentará en forma cristalina a la hora de los balances. El de Molinos Río de la Plata, empresa controlada por la familia Perez Companc, brinda contundentes respuestas a los interrogantes sobre la evolución de los precios de los alimentos y la privilegiada situación de los exportadores de granos pese a las cuestionadas retenciones.
El ejercicio cerrado al tercer trimestre del año arrojó una utilidad neta de 247,3 millones de pesos. En el mismo lapso del año anterior, la ganancia había sido de casi 19 millones de pesos. Es decir, la principal compañía de alimentos de consumo masivo y una de las más importantes exportadoras de bienes sensibles de la canasta básica multiplicó su rentabilidad por trece. De un año a otro ese cuadro estuvo influido por ajustes contables y financieros. Entonces, para un análisis que permita alejar impactos ajenos a la operatoria básica de la compañía, se compara el balance del segundo trimestre de este año con respecto al siguiente: el crecimiento de la ganancia fue de 145,9 a 247,3 millones de pesos.
Una mayor rentabilidad se puede obtener por mejor eficiencia, reducción de costos y aumento de productividad. Con una gestión de esas características, más volumen implicará más facturación y más ganancias. Es lo que se denomina ajuste por cantidades ante un incremento de la demanda. Pero también esa mayor ganancia se puede obtener por un incremento en los márgenes. Esto es, aumentando los precios. Y eso fue lo que se verificó en Molinos, además de probables mejoras en la productividad. El margen (ganancia) bruto en el rubro “marcas” (productos masivos) subió de 24 al 26 por ciento en el primer semestre de 2006 respecto del mismo período de este año, en un escenario donde el crecimiento de la facturación se ubicó por encima del 12 por ciento. Más ventas, más precios y más margen de ganancia fue la fórmula del éxito de Molinos.
El negocio de la exportación también ofreció a la compañía de Perez Companc utilidades extraordinarias. Esa actividad constituye el corazón de la empresa que está siendo pretendida por la brasileña Sadia. La muy buena performance en ese rubro está originada en la inversión realizada en los últimos años en su planta San Lorenzo, que en el marco de un contexto de cosecha récord permitió la maximización en términos de eficiencia de su capacidad industrial. El fabuloso escenario internacional con una demanda creciente de soja, otros granos y aceites vegetales implica un horizonte de utilidades crecientes. El positivo resultado de Molinos en el negocio de “graneles” está basado en una inversión total que ascendió a 400 millones de pesos en esa planta, que incluyó la ampliación de la capacidad de molienda y la construcción del Puerto de San Benito. Además, destinó 30 millones de pesos para la construcción y puesta en marcha de una turbina generadora de energía para el abastecimiento de toda la operación de la Planta San Lorenzo y el Puerto.
El balance de Molinos es solamente una referencia para evaluar, más allá de discursos del Gobierno, quejas empresarias y análisis de gurúes de la city, la efectividad de una determinada política, en este caso la de los precios de los alimentos. Por un lado, la implantación de retenciones no ha afectado considerablemente el cuadro de resultados de las exportadoras, e incluso el último ajuste al alza no se traducirá en una merma de las utilidades debido a que el precio internacional de las materias primas continúa en niveles elevadísimos. Por lo tanto, ese impuesto resulta una herramienta eficaz para contener la carrera de los precios domésticos de los alimentos. Pero se rebela incompleta si no está acompañada por una intervención estatal eficiente en el funcionamiento del mercado local.
El incomprensible abandono de los acuerdos de precios diseñados en el 2006 por la patética gestión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, explica la aceleración de la inflación en productos sensibles, además de la influencia de factores climáticos como lluvias y heladas. Por ejemplo, el 70 por ciento de la utilidad de Molinos surge del superrentable rubro “graneles” y el resto la obtiene de su negocio de productos “marcas” (alimentos que se venden en supermercados y almacenes). Pero Moreno dejó que Molinos incrementara su ya elevado margen neto en alimentos masivos (de 24 a 26 por ciento) en un contexto de ganancias crecientes.
Esos resultados de la compañía de Perez Companc ayudan a comprender un poco más la actual dinámica de los precios. Durante la larga historia de inflación en el país, el desequilibrio fiscal y monetario fue una constante para explicar la sucesión de episodios traumáticos de disparada de los precios. En esta oportunidad, el origen no es el conocido por desajustes de las cuentas públicas ni por la emisión descontrolada. La idea de que una desaceleración en el crecimiento del gasto público permitirá disminuir las presiones inflacionarias, propuesta del ajuste “sensato” del consenso de economistas, tendrá su prueba en la primera parte del año próximo. Como resulta poco probable que ese “toque mágico” de la confluencia ortodoxa-heterodoxa frene los precios, se puede adelantar entonces que el argumento de ese sentido común para explicar la persistencia de los aumentos de precios será las exigencias desmedidas de aumentos salariales por parte de los sindicatos.
En ese análisis se ignora que hoy el principal motor de la aceleración inflacionaria se encuentra en la preservación de extraordinarias tasas de ganancias del sector privado. Incrementar el superávit fiscal puede ser una herramienta de consistencia macroeconómica para aliviar el horizonte de pago de la deuda, pero no para frenar el actual ciclo inflacionario.
Además del balance fiscal, no es una tarea menos atractiva observar los ejercicios económicos de las principales empresas que operan en el país. En sus respectivos cuadros de resultados se encontrarán las respuestas a muchas de las dudas que genera el actual proceso inflacionario.
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