BUENA MONEDA
¡Aguante la mandarina!
› Por Alfredo Zaiat
Para algunos es la hermana menor de la naranja. Varios la prefieren por más sabrosa. La que no tiene carozos resulta la elegida. Para otros el olor al momento de descascararla es insoportable. Hasta es sindicada como la enemiga principal de los alérgicos. Más allá de evaluaciones objetivas y subjetivas sobre sus características, lo cierto es que la mandarina se ha convertido en un símbolo de la resistencia al impacto devastador del aumento de precios sobre el presupuesto familiar. Obviamente, los productores de ese cítrico no están para nada contentos. Más bien, deben estar rumiando bronca por los quebrantos acumulados. Pero la mandarina es el bien-salario que no sólo no aumentó, sino que marcó una baja en lo que va del año. En el relevamiento que realiza mensualmente el Indec en la Capital y 24 partidos del Gran Buenos Aires, observando aproximadamente 80.000 precios en alrededor de 6000 comercios, la mandarina descendió 13,4 por ciento en el período enero-setiembre 2002. Ese registro es el de mayor caída de precios, seguido por el del limón y el del pomelo, con el 10,6 por ciento cada uno. Como se sabe, las frutas y las verduras tienen fuertes variaciones estacionales debido a los ciclos de producción, entonces no habría que sorprenderse de una repentina suba de precios de esos cítricos. Pero, por el momento, ¡aguante la mandarina!
En estas semanas, y con más intensidad en la última, han reaparecido importantes ofertas de los supermercados. La interpretación lineal de esa política indicaría que se trata de una estrategia comercial para recuperar consumidores de manos de los resucitados almacenes de barrio. También que la relativa estabilidad cambiaria que se traduce en calma de precios facilita la presentación de propuestas atractivas. Incluso que las cadenas se están adaptando a las nuevas pautas de consumo de una población empobrecida. Todas esas explicaciones son ciertas y explican la renovada estrategia comercial de los supermercados. Pero las importantes ofertas de precios de variados bienes, además, deja margen para evaluar el comportamiento de las megacadenas de venta de productos masivos en los meses posteriores a la devaluación. Si ahora pueden aplicar descuentos tan sustanciales, ¿con qué margen de ganancias han estado operando hasta la actual primavera de precios?
No hay que esperar a los balances para comprobar que los híper y supermercados no han sido los perdedores en esta historia de hiperdevaluación y explosión de precios. En lo que va del año, la facturación de las cadenas ha crecido más del 30 por ciento con caída en la cantidad de productos despachados. Además del factor precios, el ensanchamiento del margen de utilidad explica ese comportamiento. Con stocks mínimos, la inflación les permite tener dos vías de renta. Una, la de pagar a plazo a los proveedores, actuando éstos de financistas involuntarios en una economía sin crédito. Otra, al tener una suculenta caja diaria se han transformando en colocadores netos de efectivo en el circuito financiero formal e informal. A partir de las nuevas reglas de juego, además del gerente de compras, el financiero ha pasado a ocupar un lugar relevante en la organización, siendo uno de los principales responsables del resultado final del ejercicio.
La política de los megacentros de comercialización así como también de los proveedores de productos de consumo masivo, que trasladaron a precios internos el valor de exportación de esos bienes, provocó que el costo de la canasta básica de los sectores de menores recursos aumentara el triple que la inflación registrada por el Indec. El precio de ese lote de alimentos que se utiliza para determinar las líneas de indigencia y pobreza ascendió en setiembre a 3,9 por ciento (1,3 fue el promedio general) y en los nueve meses suma un aumento de 73,5 por ciento.
De esa forma, nuevos pobres se van sumando al ejército de excluidos de una sociedad que mira anestesiada el acelerado deterioro de las condiciones de vida, ante la indiferencia de un ministro de Economía que parecería que considera que lo que está sucediendo es fruto de un destinodivino y no por ausencia de un poder estatal regulador de mercados oligopólicos.