BUENA MONEDA
Caídos del mapa
› Por Alfredo Zaiat
Es tal la dependencia que han tenido los funcionarios argentinos con el Fondo Monetario en las últimas dos décadas que hasta para entrar en crisis con ese organismo, éste tuvo que forzar la situación a niveles de ruptura. Como fumador compulsivo, los sucesivos ministros de Economía han acudido desesperados para pitar el cigarrillo que les entregaban en Washington. La sumisión a ese vicio los impulsaba a aceptar cualquier exigencia. Y no es que Roberto Lavagna no siguiera ese comportamiento, sino que cuando las aceptaba las K-K del FMI (Horst Koehler y Anne Krueger) le sumaban nuevos reclamos. Ni el ministro ni Eduardo Duhalde quisieron llegar a la instancia del no pago al Banco Mundial. Tuvo que ser el propio Fondo el encargado de retirarle el cigarrillo de la boca al dúo Lavagna-Guillermo Nielsen.
En fin, llegó el momento de aplicar el tratamiento de desintoxicación, en caso de animarse con los riesgos que implica la abstinencia, o seguir tras ese cigarro con consecuencias conocidas. Mientras tanto, como atemorizan varios economistas del elenco estable, Argentina se cayó del mapa. Ese es el destino que prevén para el país por incumplir vencimientos con los organismos financieros internacionales. Esa amenaza de los especialistas de siempre que tienen la virtud de equivocarse en los pronósticos tendrán otra oportunidad para mostrar que sus estimaciones de las peores catástrofes no se cumplirán. A esta altura, quien no tiene intereses en juego en esta negociación con el FMI deduce que la catástrofe se produciría si se siguiera pagando la deuda en un contexto adverso debido a un mercado de crédito voluntario cerrado y sin asistencia financiera de los organismos.
En esta prolongada e inútil negociación, las K-K siempre han encontrado motivos para quejarse y cuestionar iniciativas, medidas que obviamente afectan rentas de los sectores más poderosos, que tienen al Fondo como vocero de lujo. El sentido común dice que la vida no se detiene ni un instante, salvo en el momento de la muerte. Y en la economía pasa lo mismo: es dinámica, genera diferentes situaciones, es un proceso en continúo movimiento. Pretender firmar un acuerdo con una foto de la economía en un momento dado, que dejaría contentos a Koehler-Krueger como parece pretender esa dupla, es tan imbécil como inservible. Ese objetivo es imposible de alcanzar. Más aún en una economía que ha caído en la peor crisis de su historia reciente. Un día sería el problema de las tarifas; otro, el caso de los acreedores hipotecarios; más adelante la debilidad financiera de las empresas endeudas con el exterior; en otra ocasión un conflicto social gatillado por la desocupación y pobreza record. Y así se podría continuar con varias situaciones más de disputa en un país que ha padecido un terremoto económico, social y político, del cual no es inocente el Fondo Monetario.
Por lo tanto, si no se modifica ese absurdo curso de la negociación, o sea la intransigencia de las K-K reclamando el espejismo de una Argentina sin conflictos, lo más probable es que no haya acuerdo. En realidad, Krueger quiere convertir a la Argentina en cobayo de laboratorio, del mismo modo que lo fue para el grupo de burócratas del FMI en los ‘90. En esos años, se aplicó con toda intensidad la receta del Consenso de Washington (apertura, privatización y desregulación), siendo el gobierno de Carlos Menem un fiel ejecutor, con desastrosos resultados. Ese experimento terminó de destruir el tejido económico-social. Ahora, la mamá de Freddy quiere ensayar con Argentina su teoría de “la quiebra de países”.
Teniendo como antecedente la experiencia anterior, sería mejor abandonar el denigrante papel de conejillo de Indias. Y estar fuera del mapa que dibujan esas mentes brillantes.