BUENA MONEDA
La base está
› Por Alfredo Zaiat
En 1992, el republicano George Bush (padre) no logró la reelección, objetivo que sí alcanzó su antecesor Ronald Reagan. Ese fracaso se debió a que desde mediados de 1990 Estados Unidos se sumergió en recesión, y el demócrata Bill Clinton aprovechó esa debilidad con su famoso lema de campaña “Es la economía, estúpido”. Lo cierto es que la economía estadounidense ya había empezado a salir de la recesión en los últimos meses de la administración Bush, mejora que no pudo ser capitalizada por el candidato republicano. Clinton ganó las elecciones e inició su gobierno con una economía que estaba despegando, sensación favorable que la gente recién percibió cuando recuperó su ingreso promedio seis meses después. Para Bush ya era tarde. Eduardo Duhalde está convencido de que no repetirá esa triste historia del republicano.
Muchos odios y venganzas acumuladas encierra el enfrentamiento Duhalde-Menem, que las crónicas políticas han sabido detallar en los últimos años. Pero lo que nunca se perdonaría Duhalde no es sólo entregar la banda presidencial a su enemigo, sino el de dejarle el camino despejado para recibir las mieles de la recuperación económica. Crecimiento que vendrá luego de atravesar el período traumático de cuatro años de recesión y ruptura de la convertibilidad, ciclo oscuro que se incubó durante la gestión de Menem en los ‘90.
Como diría el “Bambino” Veira cuando era técnico de Boca, “la base está” para gatillar un proceso sostenido de mejora de los indicadores macroeconómicos. No se trata de una visión voluntarista ni tampoco una que sostiene que se resolverán de la noche a la mañana los graves problemas sociales y de desempleo que existen en la actualidad. Pero marca un punto de inflexión en el deterioro de la economía. Si se mantiene la actual tendencia en algunos indicadores relevantes para proyectar la economía argentina, el panorama será distinto al angustiante que se vive hoy. En el ballottage no está en juego sólo quién será el morador de la Casa Rosada en los próximos cuatro años, sino quién se adjudicará el mérito de sacar la economía del pozo más profundo de su historia. Sería un rédito inmerecido para Menem dado que fue él quien creó las condiciones para ese derrumbe record.
En el último informe semanal de Ecolatina, consultora que fuera de Roberto Lavagna y con obvias simpatías por el ministro, se presenta un interesante estudio sobre la capacidad de reacción de la economía y su proyección de crecimiento con el actual stock de capital. “Dada la notable subutilización de mano de obra y capital, el Producto efectivo está por debajo del potencial y por ende la economía está apartada de su frontera de producción”, se señala en ese documento. Situación similar se dio en los primeros años de la convertibilidad, que tuvo como herencia la debacle de la hiperinflación alfonsinista, lo que le permitió a ese régimen unos primeros años de elevado crecimiento al normalizarse ciertas reglas de funcionamiento de la economía.
El team lavagnista de Ecolatina estima, en base a un modelito de simulación, que la utilización de la capacidad instalada en la industria manufacturera puede crecer un 25 por ciento sin necesidad de inversiones. Esa expansión se traduce en un incremento del 12 por ciento del PBI. Carlos Melconián, el ministro de Economía de un eventual tercer gobierno de Carlos Menem, conoce bien ese diagnóstico puesto que en su momento realizó un estudio similar en la primera mitad de la década de los 90, destacando el Producto real y el potencial de la economía argentina.
En consecuencia –concluye Ecolatina–, para la primera etapa de recuperación no sería necesaria una fuerte expansión de la inversión, ya que el mero incremento en la productividad total de los factores (capital+trabajo) sumado a una disminución en la capacidad ociosa y a una paulatina recuperación del empleo, “sentarían las bases para recuperar los niveles de producción previos a la crisis”. Esa tendencia se potenciaría si viene acompañada de una reactivación del crédito destinado a mantener o incrementar el stock de capital de la economía.
Así presentado el panorama se muestra como un cuento de final feliz. Lo que no ha sido incluido en el relato es que en esta historia no le han asignado un papel relevante a la redistribución de ingresos, factor clave para pensar en un crecimiento sostenido con equidad.