BUENA MONEDA
Sorpresas te da la vida
› Por Alfredo Zaiat
La mamá de Freddy decía el año pasado que la economía argentina iba camino a la hiperinflación y, por lo tanto, no había que ayudarla. Fue la más dura opositora a que el FMI firmara el miniacuerdo con Roberto Lavagna. Pensaba y en realidad piensa que los argentinos son incorregibles. La republicana Anne Krueger, la número dos y dama de hierro del Fondo Monetario Internacional, ahora se muestra anonadada por la recuperación de esa economía que daba por muerta. Pese a que ya ha sido publicada la frase en la cual ha puesto de manifiesto su asombro resulta ilustrativa repetirla: “Para sorpresa de todo el mundo, incluso la mía, ha empezado a crecer sin caer en la hiperinflación”. Como hacen los gurúes de la city que se dedican a realizar pronósticos errados, los funcionarios del FMI salvan sus equívocos con la expresión de incredulidad, para luego seguir presionando por los ajustes que implican negocios para pocos: bancos, privatizadas, acreedores con bonos en default.
Que Krueger haya quedado patitiesa demuestra una vez más que los del Fondo entienden poco y nada y sólo dan consejos para que la situación general empeore para beneficio de una minoría. Sería apenas una anécdota irrelevante el asombro de mamá Anne si no fuera que su inflexible posición ante la crisis argentina profundizó el colapso de la economía argentina. No se trata de una discusión académica acerca de los motivos de por qué no se ingresó en la espiral de la hiperinflación. La equivocada recomendación de presionar por la liberación del mercado de cambios cuando cotizaba a 1,40, la cínica certeza de que Argentina se hundiría en la híper y la tozudez de utilizar a una nación desgarrada como conejillo de Indias para su teoría de la “quiebra de un país” para renegociar la deuda ha sido desastrosa en términos de bienestar con la consecuente expansión de la pobreza.
Esa sorpresa de Anne Krueger no merece reducirse a la verificación de su estado de ánimo ni provocar gratificaciones en el Gobierno, puesto que el proceso hasta descubrir su asombro implicó destrucción de riquezas y crecimiento de la pobreza a niveles inéditos.
Como si ese reconocimiento oficial de que el Fondo no da pie con bola no fuera suficiente, la inutilidad de ese organismo para un país que aspira a crecer con equidad quedó nuevamente demostrado en el último miniacuerdo rubricado en enero de este año con vencimiento en agosto próximo. En este caso la responsabilidad no recae exclusivamente en los burócratas del FMI, sino que se extiende a la dupla Roberto Lavagna-Alfonso Prat Gay. Ese acuerdo será reformulado porque sus estimaciones de crecimiento del PBI, de inflación y de emisión han sido erradas. Esas metas fueron consensuadas en su momento por esos funcionarios argentinos con los del Fondo.
Si la estrategia de Lavagna fuera como la de los japoneses para eludir presiones (“decir una cosa y hacer otra”, tal como lo explicó desde Londres el economista Eduardo Crawley, Cash 27 de octubre de 2002), tendría una ficha a favor, aunque el ministro todavía no ha dado señales en ese sentido. Sin embargo, Prat Gay registró su primera frustración en diseñar un programa monetario basado en metas de inflación (inflation targetting), a la vez de quedar atrapado de un absurdo fundamentalismo sobre la conveniencia de eliminar restricciones del mercado cambiario, reclamo que está incluido, obviamente, en el recetario del FMI.
Como si no hubieran sido suficientes los intentos fallidos de flexibilizar controles para evitar la caída del dólar, el Banco Central insiste una y otra vez en esa política. Además de ineficiente, como lo prueba la evolución de la cotización del billete, implica la renuncia a manejar instrumentos sensibles para una economía en crisis. Y por si fuera poco de ese modo está alimentando el ingreso de capitales financieros golondrinas. O sea, está incubando una bomba de tiempo al no imponer barreras a la entrada de esos dólares que vienen a cosechar rentas elevadas en moneda dura debido a que las tasas de interés siguen por las nubes.
Prat Gay puede aprender de la experiencia de la mamá de Freddy y no esperar a anonadarse cuando la bicicleta que está alentando le estalle en la cara al nuevo Presidente de la Nación a meses de haber asumido.
Más vale prevenir que sorprenderse.