Dom 01.06.2003
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BUENA MONEDA

Pasando la escoba

› Por Alfredo Zaiat

Variadas ideas absurdas en materia económica se han instalado como verdades absolutas durante el reinado del neoliberalismo de los ‘90. Algunos de esos conceptos, incluso, han recibido la aprobación de economistas y políticos que se ubican en otra vereda de la ortodoxia. De esas máximas intocables que debe respetar todo gobierno que aspira a tener en orden la economía se destaca la que sostiene la obligación sagrada de mantener la “independencia” del Banco Central. Muchos engaños se han repetido hasta el cansancio durante esa larga década de la convertibilidad, pero el de la autarquía de la entidad monetaria se ha ganado el premio mayor. Farsa que continúa con vigor en estos días, asumiendo mayor relevancia ante la revelación del pensamiento profundo del actual presidente de la autoridad monetaria. Para aquellos que se están rasgando la vestidura por este comentario hereje y que violenta el manual básico Kapelusz de cómo deben ser las instituciones económicas de un país se recomienda la lectura de Greenspan (Ediciones Península, Barcelona, 2001), la biografía del todopoderoso titular de la Reserva Federal (banca central de Estados Unidos) de Bob Woodward, del reconocido periodista del Watergate y editor del The Washington Post.
La independencia del Banco Central como valor supremo fue introducido por el discurso neoliberal señalando los antecedentes del Bundesbank y de la FED. Se olvidaron de dos aspectos sustanciales en esa traslación automática de esa forma de distribución de la gestión de la economía. Primero, que Alemania y Estados Unidos son potencias, con altibajos pero con un sendero de crecimiento sostenido y con monedas fuertes aceptadas fuera de sus propias fronteras. Segundo, que ni el Bundesbank ni la FED son tan independientes como dicen los que dicen que saben –para más información se sugiere de nuevo la obra arriba mencionada–.
El argumento principal utilizado para darle autonomía al Banco Central del poder político y del Ministerio de Economía se remitía al descalabro provocado por la emisión monetaria para financiar los desequilibrios de las cuentas públicas. El saldo de esa política fue la hiperinflación de Alfonsín, recuerdan. La “independencia” del Central de los ‘90 fue ejercida, más que por esa cualidad conferida por la reforma de la Carta Orgánica de la entidad, por la propia convertibilidad, que ponía límites a la expansión monetaria como función de la compra de divisas en un régimen de tipo de cambio fijo 1 a 1. Esa publicitada autarquía fue una inteligente pantalla para transformar al Banco Central en una herramienta de negocios para pocos. Capturado por fundamentalista del CEMA (Roque Fernández, Pedro Pou & cía.) y funcionarios políticos del menemismo con línea directa a la Casa Rosada, el BC de los ‘90 no fue independiente y fue uno de los responsables del colapso del sistema financiero.
El papel del Banco Central en la economía no se juega si es independiente o no, sino en cómo acompaña la política económica. En los ‘80 fue la nafta que alimentó el incendio de la inflación; mientras que en los ‘90 fue la topadora que aceleró la concentración y extranjerización del mercado con las consecuencias conocidas.
La economía argentina no es la estadounidense ni la alemana, sino que es una subdesarrollada que está tratando de salir de la peor crisis de su historia. Pretender instituciones del Primer Mundo, que además son distorsionadas aquí en su rigurosidad, para el Tercer Mundo, con el aval del FMI, esconde, en realidad, otras motivaciones. La proclamada “independencia” aspira a reservar nichos de negocios y su manejo, sin interferencias, al propio sistema financiero a través de representantes directos o de políticos y economistas de la city que actúan de mandantes de sus intereses en el directorio del Central.
La escoba nueva barrió con oportunidad el mosaico militar. No estaría de más pasar el lampazo por esa trampa de la “independencia” del Banco Central. Esa limpieza no serviría para nada si el objetivo fuera para simplemente laudar en la puja de poder entre Alfonso Prat Gay y RobertoLavagna, sino que esa depuración de ideología-mercaderes de la city debe ayudar para que ambos trabajen para que el Central sea la palanca que colabore para impulsar el crecimiento.

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