Dom 21.12.2003
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EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

› Por Manuel Fernández López

Abram Bergson (1914-2003)
Uno puede saber tocar tangos con una gaita, o cantar boleros en el lenguaje de señas. Pero no puede esperar que la sociedad estime mucho semejantes habilidades, y más le valdría irse con la música a otra parte. Es lo que ha hecho el que fuera en otro tiempo padre de la economía del bienestar y el mayor sovietólogo de su país, especialidades hoy pasadas de moda, quien decidió no esperar los 104 años para dar las hurras. Abram Bergson estudió en Johns Hopkins, hasta 1935. En 1940 obtuvo el doctorado en Harvard, lo que le abrió las puertas de la Universidad de Texas como docente. Entre libro y libro, y con apenas 24 años, la revista de Harvard le publicó “Reformulación de ciertos aspectos de la economía del bienestar” (1938), que firmó como Abram Burk. Allí discutía las posiciones sobre bienestar económico de los “economistas de Cambridge” (Marshall, Pigou y Kahn), Pareto, Barone y Lerner, y en particular la viabilidad del socialismo como sistema económico, discutido por Pareto, pero especialmente por Barone en “El ministro de producción en un Estado socialista”. Burk-Bergson presentaba una “función de bienestar social”, dependiente de las cantidades de factores productivos empleados en las unidades de producción, las cantidades consumidas de mercancías, las cantidades realizadas de trabajo, y las unidades de producción. El máximo de esta función, sujeta a las funciones de producción, permitía deducir como condiciones para un máximo, que: 1) el bienestar social marginal por peso gastado en cada mercancía fuese igual para cada individuo; 2) la pérdida de bienestar social marginal por peso percibido en cada tipo de trabajo fuese igual para cada individuo; 3) el valor de la productividad marginal de cada tipo de trabajo fuese igual a la retribución de ese tipo de trabajo; 4) el incremento de valor provocado por desplazar una unidad de factor (distinto del trabajo) de un bien X a un bien Y fuese igual a los costos incurridos en ese desplazamiento. Este concepto influyó en Lange, Samuelson, Arrow y Graaff. Samuelson en un artículo en homenaje a Bergson (1981) expresó que el concepto de función de bienestar social fue un rayo de luz, después del cual todo fue luminoso en el tema hasta entonces oscuro de la economía del bienestar. Bergson alcanzó celebridad por sus estudios de la economía soviética, tales como la nueva medición del ingreso nacional soviético.

José Barral Souto (1903-1976)
Barral Souto había nacido un 22 de octubre de 1903 en la diócesis de Oleiros, en La Coruña, Galicia, España. No trajo al país conocimientos, sino una enorme capacidad de aprender y de combinar especialidades distintas. Se graduó de contador, de actuario, de doctor en ciencias económicas y hasta llegó a cursar el doctorado en ciencias físicomatemáticas en la Universidad Nacional de La Plata. Enseñó inicialmente Estadística, especialidad con que lo registraba la revista Econométrica en su nómina de socios, pero también incursionó por la economía, al actuar como suplente de Luis Roque Gondra en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (1936-’37) y como traductor de la obra de economía matemática del brasileño Nogueira de Paula, “Teoría racional de los sistemas económicos”. El quiebre de la fe en la economía neoclásica comenzó en la década del veinte, al ir falleciendo sus principales representantes: Menger, Pareto, Pantaleoni, Marshall, Wicksell, Edgeworth. Algunos, como Sraffa, cuestionaron el supuesto de competencia perfecta de la economía marshalliana. Otros, como Keynes, señalaron que los neoclásicos sólo captaban las posiciones de pleno empleo y no percibían que la economía puede estar largo tiempo con subempleo de recursos, como había ocurrido a partir de 1929, sobre todo en Estados Unidos, donde llegó a estar sin trabajo una cuarta parte de la población. Para un matemático, que el empleo (E) de la cantidad disponible de un factor (F) fuese sólo parcial, se escribe E = F (una inecuación). Pero la matemática al alcance del economista sólo permitía captar ecuaciones, como E = F. Barral Souto en 1939 se lanzó a resolver el problema de David Ricardo de la ventaja comparativa mediante inecuaciones, y en 1941 publicó sus resultados en la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Veinte años después, luego de visitar la Argentina, el Nobel W. Leontief declaró que Barral Souto había anticipado la esencia de la programación lineal. Otros intentaron descubrir ese camino, como J. Cornfield y F. L. Hitchcock (1941), T. C. Koopmans (1942) y G. J. Stigler (1945). El primero, sin embargo, fue L. V. Kantorovich (1939), premiado en 1975 con el Nobel, junto a Koopmans, “por sus contribuciones a la teoría de la asignación óptima de recursos”. El trabajo de Barral Souto fue traducido al inglés y publicado en 1967 por iniciativa de W. Leontief.

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