Dom 17.03.2002
cash

EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

I

Devaluaciones

Por M. Fernandez Lopez
Un rasgo del pueblo argentino, ampliamente reconocido, es ser “avivados”, o pasados de listos, lo que engloba no sólo a personas y situaciones de hoy, sino a la memoria histórica. Se devaluó en igual forma que hacía el gobierno peronista: se supuso que, dados los precios internacionales en dólares de los productos exportables, al entregar más pesos por cada dólar exportado, ello incentivaría el afán por exportar y engordaría la entrada de dólares; a la vez, dados los precios internacionales de los artículos importados, los encarecería en el porcentaje de la devaluación, desalentaría su importación y estimularía su reemplazo por producción nacional. El incremento de exportación y la menor importación aliviarían el balance de pagos, harían menos pesado pagar la deuda externa y permitirían un tipo de cambio estable. En tiempos de Perón la producción exportable era la tradicional agropecuaria, que es a la vez base de la alimentación popular e insume alta proporción del salario. Al venderse al exterior a más pesos, la carne y el trigo también se vendían a más pesos en el mercado interno, con lo que el valor del salario caía, y aquel gobierno, basado en el apoyo sindical, debía decretar aumentos masivos de salarios, con lo que todo volvía al punto de partida, pero con más inflación. La devaluación primero redistribuía ingresos a favor del exportador agropecuario, y la puja salarial restauraba el cuadro distributivo. Este mecanismo escribió, no la historia de cómo subieron las exportaciones o entraron más dólares, sino la historia de la inflación en los años cincuenta. El gobierno de Onganía (1966) comenzó con un cuadro de inflación y estancamiento del PBI, cuyo primer ministro de Economía, Salimei, no pudo revertir. En 1967 tomó dicha cartera A. Krieger Vasena, quien ideó una estrategia de devaluación compensada –con retenciones– para las exportaciones tradicionales, y no compensada para las no tradicionales. Devaluó un 40 por ciento, pero al retener la ganancia extraordinaria del exportador se sabía que los alimentos no encarecerían y podría congelarse el salario. La devaluación compensada, con congelamiento salarial, bajó la inflación, produjo crecimiento sostenido a altas tasas y fijó una alta proporción de exportaciones industriales. Hoy se ha devaluado más del 50 por ciento con inflación, salarios congelados y recesión.

II

¿Bancarlos?

En los bancos se genera gran parte del ahorro, magnitud que limita la capacidad de acumular capital, es decir, de crecer. O mejor, limitaba, porque vamos viendo que el sistema bancario se ha convertido en una rémora para efectuar transacciones, y en un peligro para quienes desean formar una masa de ahorros. Las autoridades, tácitamente, respaldan a los responsables de la masiva fuga de capitales, y olvidan que nuestra jurisprudencia obliga a las filiales, en caso de crisis, a requerir ayuda de sus matrices en el exterior. En tanto no se saneen, nadie volverá a confiar en un banco, y sin confianza no hay sistema bancario. Ese es el mayor daño, antes que las incautaciones individuales de depósitos. Bancos con problemas siempre hubo, y se actuó con energía y con la ley en la mano. Para sanear el sistema bancario creado por la Ley de Bancos Nacionales Garantidos y sus emisiones clandestinas, fue necesario crear el Banco de la Nación Argentina. Para sanear un grupo de bancos, nacionales y extranjeros, con problemas a raíz de la prolongada recesión, fue necesario crear el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias y la Inspección de Bancos en el Banco Central. Luego de crearse el Banco Central su primera preocupación, contaba Prebisch, “fue la de completar la vasta tarea de saneamiento que se emprende en 1935 en virtud de la situación tan seria que algunos bancos tenían después del largo período de crisis. Con tal objeto se fundó el Instituto Movilizador que tomó a su cargo la solución de los casos más importantes y más urgentes: pero ello no significó la solución de todos los problemas. El Banco Central tuvo que afrontar varios asuntos que el Instituto no había resuelto, y tomó medidas para que con el andar del tiempo pudieran resolverse. Había todavía algunos quebrantos fuertes en ciertos bancos; algunos de ellos, después de la depresión, tenían situaciones poco líquidas, y la mayor parte se debatía en el serio problema de la falta de capacidad de ganancias para amortizar los quebrantos y para constituir reservas para el futuro. El Banco Central afronta esos problemas y tomó algunas medidas que, en ciertos casos, fueron muy severas. En los primeros tiempos liquidó tres bancos y, en otros casos, recomendó al Poder Ejecutivo no dar autorización para que algunos bancos siguieran funcionando después de que la inspección descubriera un activo muy perjudicado”.

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